14 de enero de 2025

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Evangelio del día

San Juan Damasceno

Isaías 25, 6-10
Salmo 22, 1-6

Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó.
Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó.
La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino.
Los discípulos le dijeron: ¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?
Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tienen? Ellos respondieron: Siete y unos pocos pescados.
Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo. Después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.

Frente a la multitud que lo sigue y -por así decir- ‘no lo deja en paz’, Jesús no actúa con irritación, no dice ‘esta gente me molesta’, sino que siente compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad. Estemos atentos, Jesús siente compasión. No es simplemente sentir piedad, es más, compasión significa misericordia, es decir, identificarse con el sufrimiento del otro, al punto de cargarlo sobre sí mismo. Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por nosotros.

Y el signo de esta compasión son las numerosas curaciones que hace. Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras. Nuestras exigencias, aún legítimas, no serán nunca tan urgentes como las de los pobres, que no tienen lo necesario para vivir. Nosotros hablamos a menudo de los pobres, pero cuando hablamos de los pobres ¿sentimos a ese hombre, esa mujer, ese niño que no tienen lo necesario para vivir? No tienen para comer, no tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas, también los niños que no pueden ir al colegio. Es por esto que nuestras exigencias, aún legitimas, no serán nunca tan urgentes como la de los pobres que no tienen lo necesario para vivir. (Papa Francisco, 3 de agosto de 2014)


MÁXIMA
Señor, danos un corazón compasivo

Trabajando en esto, ¿qué consuelos no tendrán? Si nuestro divino maestro nos ha prometido no dejar sin recompensa un vaso de agua fría dado en su nombre, ¡qué recompensa tan magnífica estará reservada a aquellos que como ustedes se consagran a la salvación de las almas y les distribuyen el pan de la vida! Puedo anunciárselos y garantizarles ya en la tierra que degustarán dulzuras inefables y recibirán con creces el precio de los sacrificios que hayan hecho. (Apertura del retiro – La vocación)

Un día en camino hacia el mar,
en mi auto camioneta familiar,
a través de mi ventana
observé en la distancia la humanidad
en calamidad:

Una madre con sus hijos en el sol,
un joven perdido en alcohol.
Todos en la calle buscando una forma
de comer y de beber.

¡Oh, Dios Mio!
¿Cómo si lo tengo todo
me siento así?
No comprendo mi necesidad
de dar y guardar lo que tengo a ti.

No soy feliz, no puedo más.
Tener un auto y un gran hogar.
Todo lo que tengo no vale la pena
si no hay compasión,
si no hay redención.
¡Oh Dios!

Y ahora sé que alguien no tiene hogar
o trabajo que le pueda sustentar.
Inspiraste mi alma
a dejar mi lugar
y obsequiar compasión.

No me interesa lo material.
Tú amor es lo que quiero llevar,
estas manos a servirte,
nuestras voces a adorarte
y dar amor y aceptación.


ORACIÓN POR EL CAPÍTULO

Señor Jesús,
somos discípulas y discípulos tuyos
que, como Familia Menesiana del Cono Sur,
queremos caminar en actitud sinodal,
en un clima de constante discernimiento,
 para descubrir y responder a la invitación
que nos haces de colaborar contigo,
 anunciando tu Evangelio.

Señor Jesús,
conscientes de nuestra fragilidad,
ponemos confiados en tus manos,
los cinco panes y dos peces que tenemos
para que tú, desde tu sensibilidad,
los repartas, transformando
corazones, mentes, manos y pies,
 saciando el hambre de fraternidad.

Señor Jesús,
enséñanos tu modo de ser misión,
a mirar como comunidades educativas
compasivamente la realidad,
a tejer lazos de corresponsabilidad
que nos hagan más hermanas y hermanos
de tus predilectos, los pobres.
Amén