Jesús salió y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía:¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanos no viven aquí entre nosotros? Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo.Por eso les dijo: Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa.Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe.Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
A veces nos pasa como con ciertas pinturas, que si estás demasiado cerca no percibís nada más que rayas y colores. Hay que alejarse a conveniente distancia para apreciar el sentido, la armonía, la belleza de la obra. La familiaridad nos hace perder objetividad. Es lo que les pasó a los nazarenos. Creían conocerlo demasiado bien y no esperaban nada nuevo de él. ¿Qué podía enseñarles el carpintero, el hijo de José y María? Se admiraban sí de su sabiduría, pero contrarrestaban el asombro con lo que sabían y habían vivido con él y el resultado era una postura de incredulidad, algo así como: ‘¿qué nos puede enseñar éste?’Es la experiencia de tantos que evangelizan maravillosamente bien fuera de casa, pero dentro viven a solas la fe. No hay novedad en lo conocido. Mejor dicho, no se acepta que haya novedad en lo conocido. Lo nuevo parece que debe venir de más lejos, de algo maravilloso, inventado y traído por seres superiores, no por ’éste’ que conozco desde siempre. Jesús lo vivió en carne propia: Ni él pudo ser profeta en su tierra.Lo peor es cuando vemos lo nuevo y maravilloso en el conocido de siempre y por envidia y celo lo negamos y desacreditamos. Nos pasa en las comunidades: Porque lo dijo o lo propuso fulano, es inaceptable, por más bueno que sea. Y así perdemos ideas buenísimas, dejamos pasar oportunidades, nos afianzamos en lo de siempre, con tal que el otro no dé un paso adelante en la comunidad.Nos sucede también que nos vemos tan limitados, tan frágiles como comunidad, que no creemos que de nosotros pueda salir algo bueno, que pueda surgir la maravilla. La maravilla si viene, viene de fuera. ¡Qué se va a fijar Dios en nosotros! Nos olvidamos que a Dios no le escandalizan nuestras debilidades y que él puede sacar agua de la roca más dura e impermeable.Menos mal que Dios escribe derecho con nuestros renglones torcidos y el Reino se va abriendo paso igual a pesar de nosotros. Jesús no se detuvo por el rechazo experimentado; siguió su misión, aunque seguramente un poco dolorido por la falta de fe de su gente.
La primera disposición que pide de ustedes la santidad de esta Palabra, cuando vienen a escucharla, es un deseo de que ella les sea útil. Antes de venir a nuestros templos, deben dirigirse al Padre de las luces para pedirle un corazón dócil…¿Cómo quieren que un proceder totalmente profano sirva como disposición a la gracia y que la bondad de Dios abra su corazón a la Palabra de vida, cuando no traen aquí más que las disposiciones más propias a alejar de ustedes esta misericordia?… (Sermón sobre la Palabra)
Aunque me esconda en el miedo,crees en mí.Aunque me inquiete por dentro,crees en mí.Aunque prefiera lo seguro,porque hay que «atar bien» el futuro,Tú crees en mí, Señor, crees en mí.Tú crees en mí.Aun cuando no dejoque toques mis llagas,Tú crees en mí.Sin pruebas ni razones,con mis miedos y temores,Tú crees en mí, Señor, crees en mí.Cuando aparto la mirada,crees en mí.Cuando ignoro tus palabras,crees en mí.Cuando gano mis batallasy me pongo las medallas,Tú crees en mí, Señor, crees en mí.Y me dices al oído:«No temas, estoy contigoy por siempre me tendrás,creo en ti… quédate en paz».