Hechos 28, 16-20.30-31 Salmo 10, 4-5.7
Pedro vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: Señor, ¿quién es el que te va a entregar?Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: Señor, ¿y qué será de este?Jesús le respondió: Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa? Tú sígueme.Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: El no morirá, sino: Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.
Lo primero que convienes dejar claro es que el autor del IV evangelio no es ni el pescador Juan, hermano de Santiago e hijo de Zebedeo (Mt 4, 21), ni tampoco lo es el “discípulo amado”, que no podía ser el modesto pescador de Galilea, ya que es impensable que aquel pobre pescador de Galilea fuera “conocido por el Sumo Sacerdote” hasta el punto de entrar como un amigo en su palacio (Jn18,15). Por otra parte, este relato final del evangelio sugiere que, cuando se redactó este texto, parece que el tal “discípulo amado” ya había muerto (J. Zumstein). La finalidad del relato no es, por tanto, aclarar las dudas de su autoría. Lo más probable es que el escrito procede de un cristiano desconocido de la tercera generación, muy al final de siglo I.Dado que el tema del autor del texto, ni se conoce, ni seguramente se puede conocer, interesa centrar la atención en un asunto que siempre tiene actualidad. Se nos presenta como responsable de este evangelio “aquel discípulo a quien tanto quería Jesús”. Así, se alude a una relación personal, humana, única, en la que se destaca una comunicación de cariño. Y, además, en un estilo de relación humana que los demás perciben. No se oculta. En el relato de la última cena, se informa de las confidencias que Jesús tenía con Pedro y, sobre todo, con el discípulo que el mismo Jesús tenía reclinado a él (Jn13,23-26). El Evangelio no oculta, ni disimula, algo que están profundamente humano: la libertad del amor humano, las consiguientes preferencias que se producen en las relaciones personales, y la aceptación que todos deberíamos tener cuando tomamos conciencia de que no somos los primeros en la estimación y el cariño de los demás. Pero, sobre todo, es capital caer en la cuenta de que el IV evangelio trasciende el mero relato y sobrepasa la narración. Lo distintivo de este evangelio es la calidad de los “símbolos”. El relato informa de hechos que han sucedido. El símbolo comunica experiencias que todos vivimos. Y lo determinante en la vida son los hechos que se constituyen en experiencias que nos cambian la vida y nos hacen ver las cosas de otra manera. Cuando nos enamoramos, vemos la vida como antes no la veíamos. Y cuando no superamos un resentimiento, la amargura que transpiramos contagia malestar. He aquí la fuerza de un escrito que brotó del amor bien expresado.
“No sólo, mis queridos hijos, Dios iluminará su inteligencia, sino que también los hará fuertes a pesar de su debilidad, calentará, abrazará con su amor su corazón que languidece, y llenos de ardor por servirlo en el santo estado que han abrazado le dirán como San Pablo al acabar el retiro: ¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, el hambre, la desnudez, el peligro, la persecución, la espada? No, estoy seguro que ni la muerte ni la vida, ni el presente ni el futuro, ni la fuerza, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra creatura podrá separarme del amor de mi Dios, ni impedirme serle fiel”. (Apertura de retiro)
El mundo está triste,herido y sangrando;todo parece acabar.Ya no hay más esperanza,no se ve una sonrisa,una flor, algún cantar.Mas cuando el brillo del díairrumpe en las nubes,viene un sueño feliz, el despertar.Cuando los lazos de amor me abrazan,me conducen a Dios.Yo siento en mi la esperanzaque me eleva y me pone de pie.Y es cuando me abro a su fuerzaque todo lo puede,dejo atrás el temor,me pongo a andar.Hay que dejar que lo nuevo despierte,soltar la ilusión que nos engaña,encandila, brilla,explota como pompas de jabón.Y armarse de nuevas certezas,amarse con toda ternura,y entregarse al amor que sólo Dios sabe dar.Cuando encontramos el mismo caminonace el pueblo de Dios,que de noche va peregrino,cantando con fe.Y nada detiene el deseo de ir paso a pasobuscando al Señor, el reino de Dios.