1ª Juan 4, 11-18Salmo 71, 1-2. 10-13
Después de dar de comer a la gente, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud.Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra.Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: Tranquilícense, soy yo; no teman.Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó.Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.
Este es uno de los textos en que Marcos muestra lo poco que entendían los discípulos más cercanos de Jesús, a pesar de estar continuamente con Él. Habían comenzado el día yendo a un lugar apartado para descansar del trajín misionero. Pero la gente se enteró a tiempo y cuando llegaron había una multitud esperando en el lugar. Marcos dice que Jesús “se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”. Nada dice de lo que hicieron sus amigos, pero todo parece indicar que sólo Jesús se compadeció.Y a la tardecita vinieron a pedirle que los despidiera con la excusa de que tenían hambre y que allí no había nada para comer. Lo importante era que se fueran y los dejaran tranquilos. Nunca esperaron que Jesús les mandara que ellos les dieran de comer. ¿Darles de comer? ¿Con qué? Tampoco esperaban la solución aportada por el Maestro.El texto que leemos hoy viene a continuación de esta experiencia y Marcos nos informa que Jesús ‘obligó’ a sus discípulos a subir a la barca e irse a la otra orilla, mientras que él se quedaba a despedir a la multitud. Ellos siguieron sin entender nada, el ‘viento era en contra’, más en su mente que en el ambiente y les costaba seguir remando, es decir, seguir la lógica de Jesús. Y terminan confundiéndolo con un fantasma.Puede bien esta experiencia ser una foto de nuestras comunidades, donde tantas veces nos inventamos un Jesús a la medida de nuestros intereses y de nuestra comodidad.¿Nos compadecemos de la gente que necesita y que está a nuestro alrededor?¿Vivimos la lógica del compartir, de la confianza en la providencia de Dios y en la solidaridad de los demás?¿Conocemos el verdadero rostro de Jesús o nos inventamos rostros fantasmales, que no comprometan tanto?Nos cuesta ir a la ‘otra orilla’, cambiar criterios, aceptar lo inesperado. Pero Jesús no nos abandona, vigila nuestro caminar, está atento a nuestras dificultades y se hace presente aun de la manera más inesperada. Él es el ‘Dios con nosotros’; esa debe ser nuestra máxima certeza, más allá de nuestras limitaciones para entenderlo.
Pidamos a Dios, con humildes y continuas oraciones, que nos dé la inteligencia del corazón, sin la cual no podemos comprender nada de sus divinas lecciones ni penetrar en sus misterios; pídele por mí, como yo le pido por ti, querido amigo, que seamos del número de esos pequeños a los que se digna instruir él mismo y a quienes se complace en revelar sus secretos” (Carta a Bruté del 2 de marzo de 1809)
El que anda sobre el agua,el que multiplica el pan,el que calma con su voz la tempestad;Quien pide llenar mis jarraspara dar vino a beber,el que rema en lo profundo de mí ser.Es palabra que alimenta,es la brisa que me alienta,es la vida, es el camino, es la verdad.Es el Señor.Acaso no arde nuestro corazón.Es el Señor,el que me llama, el que me ama.Es el Señor.El que no mira mis faltas sino mi fidelidad,el que hace roca en mi debilidad;aquel que lo sabe todo, pero vuelve a preguntar, el que hace fiesta al verme regresar.Es el fuego que me quema,es el gozo que me llena,es la fuerza que yo no puedo explicar.