23 de junio de 2025

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Evangelio del día

María, Madre de la Iglesia

Hechos 1, 12-14  
Judit 13, 18-19 (Salmo)

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: Mujer, aquí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Aquí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

María está al pie de la cruz: Esto indica presencia, continuidad, la fuerza de estar ahí. A diferencia de los discípulos, María nunca dejó a su Hijo Jesús en el camino de la Cruz. Allí, Jesús confía al discípulo amado a su Madre (y viceversa). María afronta este momento con gran dignidad, no escapa a los acontecimientos de la vida, sino que se mantiene en pie.

María es invitada por su Hijo a decir un nuevo «Aquí estoy», un nuevo «sí», más convencido y más maduro. A través de su «estar al pie de la cruz», madura su experiencia de fe y maternidad, y esto la hace capaz de ir más allá.
Desde el principio, el corazón de María estaba lleno de interrogantes: «Se preguntaba qué podía significar ese saludo» (Lc 1,29). Las preguntas también surgieron en presencia de Simeón: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos» (Lc 2,34-35). María y José «estaban admirados por lo que oían decir del Niño» (Lc 2,33).
El «Aquí estoy» de María no es de una vez por todas, sino que crece, madura a través de los acontecimientos de la vida, incluidos los de la Cruz, junto a la que María está de pie. Aquí, en esta fidelidad lograda, María recibe una nueva misión, una especie de ‘suplemento’ de la maternidad, hasta el punto de convertirse en Madre de la Iglesia. Madre, porque nos regenera en la gracia para que aprendamos a crecer en la medida de Cristo (Ef 4,7-13).

Así como María supo estar junto a la Cruz, sin huir de la fatiga, de la incomprensión y del sufrimiento, así también María, Madre, sabrá estar al lado de cada uno de los que su Hijo ha hecho sus hijos. Esto nos lleva a invocarla como «Madre de la Iglesia».


MÁXIMA
María
es Madre de todos


Es necesario que tu corazón llegue a ser semejante al corazón de María, que esté animado por el mismo espíritu de caridad, de humildad, de celo, de dulzura, de pureza de desprendimiento de las cosas sensibles, de modo que las perfecciones de esta divina Madre resplandezcan, en cierto modo, en todas las palabras como en todas las obras de su hija. Eso es lo que Dios pide de ti. (A la Hna Amable Chenu)

En torno a María
y siempre en oración,
en un solo espíritu,
con un mismo corazón,
en torno a María,
la iglesia se formó,
cuando estando juntos,
el espíritu se derramó.

María, Madre nuestra,
María, Madre de Dios,
Madre de luz y esperanza,
portadora del amor.

María, Madre de la iglesia,
estamos en torno a ti,
unidos en un solo espíritu
y en un mismo corazón.

Estando reunidos
en el aposento alto,
un viento impetuoso
llenó todo el lugar
y lenguas de fuego
en cada uno se posaron.
En torno a María,
el espíritu se derramó.

Junto a la cruz de su Hijo
la Madre llorando se ve.
El dolor la ha crucificado,
el amor la tiene de pie. 

¡Quédate de pie,
de pie junto a Jesús!
Que tu Hijo sigue en la cruz. 

Cruz del lecho de los enfermos
de los niños sin un hogar.
Cruz del extranjero en su patria
del que sufre en soledad. 

Cruz de la injusticia y miseria
de los marginados de hoy.
Cruz de tantas falsas promesas
y de la desesperación. 

Cruz del abandono de amigos
del olvido y de la traición.
Cruz de la amenaza y del miedo
la tortura y la prisión. 

Cruz de los que sin esperanza
sufren sin saber para qué.
Cruz de los enfermos del alma,
de los que perdieron la fe.