23 de junio de 2025

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Evangelio del día

San Bernabé, apóstol

Hechos 11, 21b-26; 13, 1-3  
Salmo 97, 1-6  

Jesús dijo a sus discípulos: Por el camino proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.
No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.
Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies.
Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

Una verdad sencilla, que en ocasiones se nos escapa y no le prestamos atención, es que con poco basta para hacer el bien y transmitir el mensaje de Jesús. No necesitamos grandes cosas, ni eventos, ni montajes para crear lazos que humanicen, para hacer gestos que alivien, para ayudar a curar heridas que otros no se ven con ánimos ni fuerzas para cerrar.
En esto de hacer el bien y de compartir la fe hemos de ir ligeros de equipaje. Esto nos puede ayudar a ponernos en marcha con más facilidad, a sumarnos a iniciativas, a ofrecer, sin miedos ni cortapisas, nuestra cercanía, nuestra presencia y nuestras capacidades. Acumular puede ser estorbo para salir de nosotros mismos y dar lo mejor a cada uno.
No hay nada que demostrar, no se trata de sobreactuar, simplemente hay que vivir el mensaje de Jesús, hablar sencillamente de él, hacer el bien, ser la presencia amorosa de Dios para los demás, como lo fue Jesús con sus palabras, sus gestos, su mirada atenta a las necesidades de los demás, su corazón abierto a todos.
Sumémonos a esa marea humanizadora de Jesús de Nazareth, a la que se sumaron tantos hombres y mujeres antes que nosotros, que lograron salvar distancias, romper fronteras, alegrar la vida a quienes no veían un horizonte claro y transmitir la fe y la esperanza.


MÁXIMA
El Reino de Dios está entre nosotros


Si vas a Trinidad, como todo parece indicarlo, vete en espíritu de fe, de humildad y de celo, no teniendo más miras que la gloria de Dios y la salvación de los niños. Recuerda el sí, que diste a los pies del altar cuando te preguntaron, antes de pronunciar tus santos compromisos, sobre tus intenciones y tus deseos.  (Al H. Gerardo, 1º de junio de 1841)

Somos Pueblo de Dios,
Iglesia Peregrina
como una gran familia
que camina unida
venimos a cantar
en la fracción del pan
que nuestra fuente
es el Dios de la Vida.

Venga a nosotros tu Reino de Amor
pon a tu Pueblo de pie
Celebraremos contigo, Señor.
Renueva nuestra esperanza.
Celebraremos contigo, Señor,
una fiesta de Nueva Alianza.

Somos Cuerpo de Cristo,
Iglesia que comparte
y que alimenta al mundo
tan dolido de hambre.
Venimos a cantar
en la fracción del pan
que nuestro amor
es el Dios hecho carne.

Somos Templo sagrado
del Espíritu Santo.
Como un hogar
que acoge alegría y dolor,
venimos a cantar
en la fracción del pan,
que nuestra fuerza
es Dios Consolador.