18 de abril de 2025

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Evangelio del día

Lunes santo

Isaías 42, 1-7
Salmo 26, 1-3. 13-14

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: ¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres? Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús a causa de él.

Si pudiéramos ver, como ve Dios, las intenciones ocultas, los deseos inconfesados, lo que no se dice por ser socialmente incorrecto, pero se piensa y se anhela, nos llevaríamos muchas sorpresas. El mundo interior de las intenciones y de las motivaciones, muchas veces inconscientes, es muy vasto y oscuro. Tantas veces ponemos razones muy buenas para intenciones tan poco santas.

Judas usa las necesidades de los pobres para tratar de parar una acción noble, sólo interesado en los beneficios que podría obtener. Seguramente ya su corazón estaba en otro canal, ya no sintonizaba con la señal del Maestro. También aparecen los sumos sacerdotes, preocupados por sus privilegios y credibilidad, que se sienten amenazados por la irrupción del nazareno, que les echa en cara su hipocresía. Ellos también exponen razones justas, escondiendo sus verdaderas intenciones.

La conversión que tanto se nos pide en este tiempo especial del año, pasa por allí: Purificar las intenciones, vivir coherentemente, no engañarnos con falsa razones para justificar decisiones y acciones que no llevan a construir la comunidad; ser conscientes y hacernos cargo del nido de víboras que a veces se agita en nuestro interior. Es una tarea de toda la vida. Y sin la ayuda del Espíritu es imposible hacerlo. Pidamos la gracia de ser coherentes, transparentes, hombre y mujeres sin doblez.


MÁXIMA
Purifiquemos nuestras intenciones


Si sabes algo del desdichado Sabulin, dímelo: es una víctima del P. Évain; éste sí es culpable, y aquél, en cambio, digno de compasión. En todo lo que ha pasado, lo que más me ha impresionado es la benevolencia de Dios para nuestra congregación: Si Évain se hubiera quedado en Ploërmel, la habría destruido tarde o temprano. Para que su profunda hipocresía fuese descubierta, era necesario que hiciese lo que ha hecho, y que, yéndose lejos, se imaginase estar libre de toda vigilancia y de toda dependencia. (Al H. Ambrosio, 8-10-1842)

Cuánto he esperado este momento;
cuánto he esperado que estuvieras aquí;
cuánto he esperado que me hablaras;
cuánto he esperado que vinieras a mí.
Yo sé bien lo que has vivido,
yo sé bien por qué has llorado.
Yo sé bien lo que has sufrido
pues de tu lado no me he ido.

Pues nadie te ama como yo.
Pues nadie te ama como yo.
Mira la cruz, esa es mi más grande prueba.
Nadie te ama como yo.
Pues nadie te ama como yo,
pues nadie te ama como yo.
Mira la cruz, fue por ti, fue porque te amo.
Nadie te ama como yo.

Yo sé bien lo que me dices
aunque a veces no me hablas.
Yo sé bien lo que en ti sientes
aunque nunca lo compartas.
Yo a tu lado he caminado,
junto a ti yo siempre he ido,
aún a veces te he cargado.
Yo he sido tu mejor amigo.