2ª Corintios 12, 1-10 Salmo 33, 8-13
Jesús dijo a sus discípulos: Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo.No se puede servir a Dios y al dinero.Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir.¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta.¿No valen ustedes acaso más que ellos?¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?¿Y por qué se inquietan por el vestido?Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!No se inquieten entonces, diciendo: ¿Qué comeremos, ¿qué beberemos, o con qué nos vestiremos? Son los paganos los que van detrás de estas cosas.El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
Para comprender el significado preciso de este texto, lo más importante es ver con claridad la cuestión concreta que Jesús aquí plantea. Jesús contrapone la relación del “esclavo” con su “señor” (dueño) (“Kyrios”- doúlos) (Mt 6,24). Porque esa relación produce “desprecio” o, por el contrario, “amor”. Y, como es lógico, no es lo mismo vivir despreciando, que vivir amando. Eso representa dos formas de vivir. Y, en el fondo, dos modelos de persona: una persona “despreciable” o, en el extremo opuesto, una persona “amable”. Y todo esto, ¿por qué? Son las posibles consecuencias que siguen de nuestra relación con el dinero. Los que tienen el centro de sus preocupaciones en el dinero son “seres despreciables”, mientras que aquellos a quienes no preocupa el dinero son “personas amables”. Los unos no merecen sino desprecio, los otros son dignos de cariño.Pero, con lo dicho, no tocamos el centro del problema. Porque el dinero es un instrumento de cambio para obtener determinados bienes. Que pueden ser bienes de consumo (comida, vestidos …). O pueden ser otras cosas: fama, poder, prestigio, bienestar, seguridad, disfrute. O también el logro de proyectos que representan ideales apreciables: cultura, productividad, beneficencia … Todo esto en líneas generales es bueno, conveniente y hasta necesario. Y en esto esta el peligro que entraña por el dinero. Porque es un hecho que quienes hacen del dinero su verdadero “dios”, siempre encuentran argumentos para defender su postura. Y para justificar los medios de los que se sirven para enriquecerse. Por eso, quienes viven de esta manera, sin darse cuenta, hacen del “dios” dinero, su verdadero “Dios”. Y viven tan felices siendo “esclavos” del más cruel de los tiranos. Porque están seguros de que han enfocado su vida como se tiene que enfocar, si es que quieres hacer algo que valga la pena en esta vida.Pero, en esto del dinero, hay algo mucho más grave. Es la situación de aquellos que no tienen por qué preocuparse del dinero. Son los que pertenecen a un grupo, a una familia, a una institución … en la que el dinero nunca será un problema. A estos, no les preocupa el dinero. Se imaginan que están por encima de eso. Cuando en realidad son sus más fieles esclavos. La seguridad del que jamás tiene que preguntarse si podrá llegar al fin de mes; o si un día se quedará sin sueldo o sin jornal, esa seguridad mata toda posible sensibilidad ante el sufrimiento de los que pasan hambre. Quien vive así, ese es que vive más lejos de Dios.
¡Oh, Jesús! Ven a enseñarme que ese Dios tan grande, tan poderoso, es también nuestro amigo, que quiere que lo llamemos Padre. Ven a hablarnos de esta buena Providencia que cuenta los cabellos de nuestras cabezas, que nos sostiene y nos alimenta. Que nos lleva en su seno, como una tierna madre lleva en sus brazos al hijo que ama. Ven a instruirnos del culto que debemos dar a este Padre de misericordia”. (Sermón sobre la fe)
Día a día encerradosen los muros de hoy.Es el mundo apuradoque a nadie puede esperar.Y es fácil perderseo dejarse engañar.No hay tiempo para pensaro detenerse a un lado y mirarque es mi hermano el que no puede esperar.No dejemos que a la vida la atrape el mundo de hoy en su vaivén.Ofrecerla es mejor que ser piezas en un juego de ajedrez.Si podemos entregar la vida al servicio de aquel,aquel Dios que ha venido no a ser servido, sino a servir, sino a servir.No es fácil el caminar cuando quieres seguira ese Rey que su vida dio,gota a gota hasta morir;Ese Dios que llama hoy a ser hermanos,al amor, a la alegría de vivir.