Génesis 14, 18-20Salmo 109, 1-41ª Corintios 11, 23-26
Jesús recibió a la multitud, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto.Él les respondió: Denles de comer ustedes mismos.Pero ellos dijeron: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente. Porque eran alrededor de cinco mil hombres.Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: Háganlos sentar en grupos de cincuenta.Y ellos hicieron sentar a todos.Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud.Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
PALABRA Y REALIDAD
En la fiesta de Corpus Christi se nos propone el texto que mal llamamos ‘la multiplicación’ de los panes. El texto habla de división de panes y peces a favor de una multitud que lo necesita. Se nos propone este texto para que recemos con la necesidad del pan material y del pan del sentido de muchos hermanos y hermanas y nos movamos a poner nuestros panes y peces a disposición del Señor.Los discípulos regresan de la misión, a la que han sido enviados (9,1-6). Jesús los invita a retirarse a un lugar solitario, cerca de Betsaida, al norte del lago de Galilea. La gente sabe/intuye dónde se reunirá Jesús con los suyos y lo sigue. Jesús los recibe, les habla del Reino y los sana de sus enfermedades. Estas tres acciones que hace Jesús hablan de acogida, contención y dedicación. Jesús es capaz de dejar de lado su proyecto por atender a la gente. Les habla y los sana. No sólo les habla, ni sólo los sana. Palabra y gesto, anuncio y curación, van de la mano, se reclaman mutuamente para no caer en extremos infecundos. La sola palabra se puede trasformar en ideología y la sola sanación en humanismo intrascendente.El día comienza a decaer y se acerca el ocaso. Los discípulos están preocupados y piden a Jesús que despida a la gente. Dicen que en el desierto no es posible encontrar comida para tantos. Para ellos la única solución es que la gente vaya a las aldeas vecinas a comprar pan. No consiguen imaginar otra posible solución. Entre líneas, respecto de esta descripción de la situación de la gente, aparece algo importante: la atracción que la gente siente por Jesús es tan fuerte que son capaces de olvidarse, incluso de lo básico, comer.Jesús, ante el planteo de los discípulos de deshacerse de la gente, los provoca diciéndoles: ‘Denles ustedes de comer’. Los discípulos se sorprenden, porque sólo tienen cinco panes y dos peces. La lógica económica les hace pensar en la compra como única solución, poco viable porque se encontraban en un lugar desierto. Ellos no imaginan otra posibilidad de resolver el problema. No pasa por sus mentes que la solución podría venir de Jesús con el aporte de ellos.Había mucha gente en torno a Jesús. Este pide a los discípulos que organicen a la gente en grupos de cincuenta. El hecho recuerda a Moisés, quien da de comer a la gente hambrienta en el desierto, después de la salida de Egipto (cf. Num 1-4); también evoca a Eliseo quien hace desaparecer el hambre de la muchedumbre con unos pocos panes e incluso sobra (2 Re 4,42-44) y a Elías y la viuda de Sarepta.El texto sugiere pues, que Jesús es el nuevo Moisés, el nuevo profeta que debe venir al mundo (cf. Jn 6, 14-15).Después que el pueblo se sienta en grupos, Jesús toma los panes y los peces en sus manos y eleva los ojos al cielo y los bendice. En este triple gesto Jesús está sacando estos bienes de la órbita de la posesión y los coloca en la órbita de la donación, de la comunión, del compartir. Luego los parte y los entrega a los discípulos para que los sirvan. No los multiplica, los parte y los reparten.Ahora bien, ¿por qué razón nos encanta decir que Jesús los multiplica, si la acción fue partirlos? ¿No será que esto de multiplicar nos compromete menos y por eso nos encanta? Cuando repartimos lo que tenemos, los bienes parecen multiplicarse, y lógicamente alcanzan y sobran. El gran milagro que acontece aquí es el compartir, el arriesgar nuestras seguridades (panes y peces) para ponerlas en manos de Jesús. Lo nuestro siempre es poco, pero en las manos de Jesús cobra proporciones insoslayables.El gesto a todos nos habla de la Eucaristía. No hay Eucaristía real, verdadera, si cuando la vida nos pide compartir los panes no lo hacemos. Quien comparte los panes y lo hace en nombre de Dios atendiendo a la necesidad del hermano está haciéndose Eucaristía. Cada vez que nos dejamos comer los mejores tiempos, los mejores momentos, los mejores años de la vida, por quienes necesitan nos estamos haciendo Eucaristía. Cada vez que celebramos la Eucaristía nos recordamos que los bienes son para todos, que son suficientes y que están para ser compartidos porque no nos pertenecen. Cada vez que vivimos así estamos dando a Dios un culto agradable.
Jesús y los discípulos: Los invita a compartir un momento de intimidad para evaluar la experiencia misionera y corregir algunas cosas. Jesús nunca pierde la paciencia con sus discípulos, siempre apuesta a integrarlos, aunque ellos se queden fuera, busca implicarlos cuando ellos se ‘dignan’ acercarse y ‘pedirle’ que despida a la gente. Cada situación de vida es una ocasión más para seguir enseñando a los suyos.Jesús y la gente: los recibe, pospone sus intereses para acogerlos, se dedica a enseñarles y sanarlos. No sólo se preocupa por el pan del sentido, sino por el pan del cuerpo. Los invita a hacer experiencia comunitaria, sentándose todos al mismo nivel y a compartir el mismo pan. La gente siente por Jesús una atracción especial, lo siguen incluso al desierto; las horas se les pasan volando junto a él, no ocurre así en la sinagoga.
Pero si de los grandes bienes que Dios nos llamaba a hacer a la religión por la santa misión que ella ha recibido; si al oriente y al occidente tantos pueblos elevan su voz y nos dicen: dense prisa por anunciarnos la buena noticia de la salvación, porque tenemos hambre, tenemos sed, seremos dóciles a sus enseñanzas, no trabajarán en vano; y si tenemos el dolor de no poder distribuir el pan de la instrucción a tantos desgraciados que se sienten privados y que nos lo piden, ¿de quién es la culpa? ¿Quién dará cuenta de esta gran responsabilidad delante de Dios? ¿No serán aquellos que Dios había escogido, marcado, nombrado, para extender su reino, para ser los instrumentos de su misericordia y que, me atrevo a decir, han tirado por la borda esta vocación divina, como una cosa de poco precio y de la que no tienen que dar cuenta ninguna? (Antología p.310-311).
Aquí hay un muchachoque solamente tienecinco panes y dos peces.Mas, ¿qué es eso para tanta gente?Aquí hay un muchachoque solamente tieneun corazón dispuesto a darMas, ¿qué es eso para tanta gente?Aquí esta este corazónque quiere serte fiel.Mas, ¿qué es eso si no te tiene a ti?¿Si no te tiene a ti?Toma este corazón.Toma cuanto tengo y cuanto soy.Toma mi pasado, mi presente y mi futuro.¡Todo cuanto tengo tómalo!Mi corazón tomaste,mis panes bendijiste;a la gente repartiste,y a todos alcanzó.Mi vida está en tus manosy quieres repartirlacomo hiciste con mis panesaquel día, ¡Oh Señor!Aquí están mis palabras,aquí están mis acciones,aquí están mis ilusionesMas, ¿qué es eso sin tu amor, Señor?Aquí esta este corazónque quiere serte fielMas, ¿qué es eso si no te tiene a ti?¿Si no te tiene a ti?Aquí está este corazón,con mis panes y mis peces.Toma todo y repártelo, Señor.Aquí hay un muchacho…