2 de diciembre de 2024

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Evangelio del día

San Andrés, apóstol

Romanos 10, 9-18
Salmo 18, 2-5

Mientras caminaba Jesús a orillas del mar de Galilea, vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: Síganme, y yo los haré pescadores de hombres. Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes. Y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

Jesús llama, y en esto se diferencia del resto de los maestros de su tiempo, que eran elegidos por sus discípulos. Jesús elige a los suyos. La llamada es categórica, la respuesta rápida e incondicional: ellos responden a su llamado, y dejándolo todo comienzan a seguirlo. Con estos rasgos se inaugura un nuevo tipo de seguimiento, el cristiano: es una vocación irresistible y vinculante, que toma toda la vida, un discipulado permanente, un compartir en todo la vida y la misión de Jesús, que la hacemos nuestra y se convierte en nuestro propio horizonte de sentido, “los haré pecadores de hombre”, haciéndonos partícipes de su tarea humanizadora.

La autoridad y el alcance del llamado de Jesús, evoca al llamado del Señor a los profetas del Antiguo Testamento, en el que vocación y misión forman parte de una misma realidad, como el cado de Jeremías (Jr 20,7s.) o como con Pablo (1Cor 9,16).

Hoy es Jesús quien sigue llamando a cada uno/a, por nuestro nombre, “vengan conmigo”, a vincular nuestra vida con su proyecto, el reino, a hacer nuestra su misión, a vivir nuestra vida “a su modo”, como un horizonte cargado de vida y sentido, donde nos podemos descubrir profundamente habitados por su amor, y a la vez, convertirnos en testigos de ese mismo amor, para quien más lo necesita y menos lo espera.


Necesitamos espíritus maduros, capaces de tomar una decisión, que saben tomar partido, y quienes, una vez conocido el camino derecho, no se apartan de él porque encuentran un disgusto, o porque les den imprudentes consejos. Nos hacen falta almas fuertes, que estén por encima de un disgusto, un obstáculo, o un peligro, o de su propia debilidad. Nos hace falta gente sensata, que no se conduce por capricho, sino por reglas de fe y que no comienzan a edificar para dejar el edificio sin acabar. Necesitamos hermanos llenos de espíritu de sacrificio, que no tengan más que un deseo y un pensamiento, el deseo de ganar el cielo dándose a Dios sin reserva y sin vuelta, inmolándose cada día por su gloria. Que se les coloque aquí o allá, poco les importa; que el mundo les alabe o les maldiga poco les importa. ¡Dios solo es su divisa! (Advertencias para el retiro)

Jesús, al contemplar en tu vida,
el modo que tú tienes de tratar a los demás,
 me dejo interpelar por tu ternura.
 Tu forma de amar nos mueve a amar.
 Tu trato es como el agua cristalina,
 que limpia y acompaña el caminar.

Jesús, enséñame tu modo
de hacer sentir al otro más humano.
Que tus pasos sean mis pasos,
mi modo de proceder.

Jesús, hazme sentir con tus sentimientos,
mirar con tu mirada,
comprometer mi acción;
donarme hasta la muerte por el reino,
defender la vida hasta la cruz,
amar a cada uno como amigo
y en la oscuridad llevar tu luz.

Jesús, yo quiero ser compasivo con quien sufre,
buscando la justicia, compartiendo nuestra fe.
Que encuentre una auténtica armonía
entre lo que creo y quiero ser;
mis ojos sean fuente de alegría,
que abrace tu manera de ser.

Quisiera conocerte, Jesús, tal como eres.
Tu imagen sobre mí es lo que transformará
mi corazón en uno como el tuyo,
que sale de sí mismo para dar;
capaz de amar al padre y los hermanos,
que va sirviendo al reino en libertad.



ORACIÓN POR EL CAPÍTULO

Señor Jesús,
somos discípulas y discípulos tuyos
que, como Familia Menesiana
del Cono Sur,
queremos caminar en actitud sinodal,
en un clima de constante discernimiento,
 para descubrir y responder a la invitación
que nos haces de colaborar contigo,
 anunciando tu Evangelio.

Señor Jesús,
conscientes de nuestra fragilidad,
ponemos confiados en tus manos,
los cinco panes y dos peces que tenemos
para que tú, desde tu sensibilidad,
los repartas, transformando
corazones, mentes, manos y pies,
saciando el hambre de fraternidad.

Señor Jesús,
enséñanos tu modo de ser misión,
a mirar, como comunidades educativas,
compasivamente la realidad,
a tejer lazos de corresponsabilidad
que nos hagan más hermanas y hermanos
de tus predilectos, los pobres.
Amén