Miércoles de la 31ª semana del tiempo ordinario

Romanos 13, 8-10
Salmo 111, 1-2. 4-5. 9

Evangelio: Lucas 14, 25-33

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:
Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: ‘Este comenzó a edificar y no pudo terminar’.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. Quien no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.


Jesús dice a sus discípulos: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo». Este es el estilo cristiano porque Jesús ha recorrido antes ese camino. Nosotros no podemos pensar la vida cristiana fuera de este camino, el camino de la humildad, el camino también de la humillación, de negarse a uno mismo y después resurgir de nuevo. Este es el camino. El estilo cristiano, sin cruz no es cristiano, y si la cruz es una cruz sin Jesús, no es cristiana. El estilo cristiano toma la cruz con Jesús y va adelante. No sin cruz, no sin Jesús. Jesús ha dado el ejemplo y aun siendo igual a Dios, se humilló a sí mismo, y se ha hecho siervo por nosotros. Este estilo nos salvará, nos dará alegría y nos hará fecundos, porque este camino de negarse a sí mismo es para dar vida; es contra el camino del egoísmo, de estar apegado a todos los bienes sólo para mí… Este camino está abierto a los otros, porque ese es el camino que ha hecho Jesús, de anonadamiento; ese camino ha sido para dar vida. (Cf. Papa Francisco, 6 de marzo de 2014, homilía en Santa Marta).

¿Puede decirse que hay verdadero amor cuando no hay entrega de uno mismo, cuando no se olvida uno de sí mismo para darse por completo a la persona amada? Si esto lo exigen dos personas que dicen amarse, cuánto más lo exigirá Cristo de nosotros. Algunos hombres y mujeres dejan todas sus posesiones precisamente para seguirlo más de cerca. Pero seguir a Cristo no es sólo tarea de esos cuántos hombres y mujeres, sino tarea de todo bautizado. Todos los bautizados por el hecho de ser hijos de Dios están llamados a seguir las huellas de su maestro. Pero para esto necesitamos dejar todo lo que nos impide amar a Cristo. De aquí la importancia de la entrega en el amor hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos para seguir a Dios en nuestros compromisos de cristianos.

Alguien dijo que el evangelio que no duele no es evangelio. Y a quién no le cuesta tener que renunciar a sus gustos para seguir a Jesús como lo hicieron sus discípulos. Dios elige para su servicio a los que Él quiere, pero también espera una respuesta generosa, decidida y valiente. Y no hay duda de que aquellos a los que Dios ha elegido para su servicio más los ama y más espera de ellos una respuesta incondicional. Si se experimenta que no se tienen las fuerzas para dejar todos los atractivos del mundo para seguir a Cristo, no hay de qué preocuparse, porque sólo hay que dar el sí generoso y Dios hará el resto en nuestra vida.


Máxima

Sigamos con libertad a Jesús


Palabras de Juan María


Camina con una sencillez llena de amor y de paz por el camino que ella abre delante de ti; no mires ni a izquierda ni a derecha, arroja lejos de ti los pensamientos que te inquietan o que son sombríos; míralos como tentaciones muy peligrosas”. (Al Hno. Etienne, 3 noviembre 1842)


Te seguiré llamando – Ruah

Te seguiré llamando,
te seguiré llamando,
aunque apiles piedras
para detener el cauce
del torrente de agua viva que Yo soy.

Te seguiré llamando,
te seguiré llamando,
desde lo más profundo,
desde donde la verdad resuena
por cada rincón que hay en tu cuerpo.

Te seguiré llamando,
te seguiré llamando,
aunque agarres la puerta
y te marches con pie firme;
aunque pongas toda tierra de por medio.

Te seguiré llamando,
te seguiré llamando,
tengo una vida entera
para dártela si quieres, créeme.

Te seguiré llamando.

Oración por el Capítulo General