Santos ángeles custodios

El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: ¡Que descienda la paz sobre esta casa! Si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: El Reino de Dios está cerca de ustedes.
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: ¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca». Les aseguro que, en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.

La primera enseñanza de este evangelio es la urgencia de la misión: “la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos”. La humanidad está sedienta de sentido, de consuelo y de esperanza, y Jesús nos recuerda que cada bautizado es llamado a ser un trabajador en el campo del Señor. La misión no es tarea de unos pocos elegidos, sino de todos.

Luego, el Señor pide que vayan ligeros de equipaje. Esto significa que el evangelizador no debe apoyarse en riquezas, seguridades o prestigio, sino en la confianza plena en Dios. El Reino no se anuncia con marketing ni con poder humano, sino con sencillez, cercanía y servicio.

El cristiano es un mensajero de paz, que no se impone por la fuerza, sino que va regalando la paz de Cristo. Si no es recibida, vuelve a quien la ofreció. Es un gesto de libertad y respeto hacia los demás.

Finalmente, Jesús da el núcleo de la misión: curar y anunciar. Sanar las heridas, acercarse a los enfermos del cuerpo y del corazón, y proclamar con palabras y obras que “el Reino de Dios está cerca”. La misión es anunciar con la vida que Dios no está lejos, sino que camina con nosotros.

En definitiva, este texto nos recuerda que ser enviados por Cristo es vivir con espíritu de servicio, sencillez y confianza, siendo portadores de paz y esperanza. Allí donde un cristiano siembra la paz y sana las heridas, el Reino de Dios se hace presente.


Cuando el mismo Jesucristo nuestro Señor predicó e hizo milagros, no convirtió a todos los judíos; por lo tanto, no dejes de hacer con gran entusiasmo todo lo que estás encargado de hacer. (Al H. Efrén, misionero en San Pedro de Terranova, 03-05-1846)

Si la fe mueve montañas,
mucho más hará en tu corazón.
Sólo reza y ten confianza.
Todo lo puedes en el Señor.

Abre totalmente el alma
a la voluntad de nuestro Dios.
Nunca pierdas la esperanza.
Llegarás a escuchar su voz.

Caminaremos por el mundo,
contagiaremos la fe,
porque no podemos callar
lo que hemos visto y oído.
No podemos hoy callar el amor.

No podemos callar
lo que hemos visto y oído.
Anunciar a Dios
es nuestra misión.

Llevarás su nombre en lo alto,
curarás a los hermanos,
harás muchos más milagros
con la fuerza y el poder de Dios.

No hace falta que te inquietes,
qué dirás en cada situación.
Sólo ofrece lo que eres
y el Espíritu hablará en tu voz.

Anunciaremos por el mundo
que Jesús vivo está.
Porque no podemos callar.
lo que hemos visto y oído.
No podemos hoy callar el amor.

No podemos callar
lo que hemos visto y oído.
Anunciar a Dios
es nuestra misión.


Para un menesiano, un ángel custodio no es solo la figura espiritual que enseña la fe cristiana, sino también un símbolo de la misión educativa y fraterna que caracteriza a la espiritualidad de Juan María. Así como el ángel acompaña y protege, el educador menesiano busca estar cerca de cada niño y joven, cuidando de su crecimiento humano y espiritual. El menesiano se siente llamado a guiar, orientar y sostener a los más pequeños, especialmente a los más frágiles, como un reflejo de ese amor protector de Dios. Ser ángel custodio es estar presente con ternura y compromiso, ayudando a los niños y jóvenes a crecer en libertad, fe y amor.