San Juan Pablo II

Jesús dijo a sus discípulos: Entiéndalo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada.
Pedro preguntó entonces: Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?
El Señor le dijo: ¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: «Mi señor tardará en llegar», y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquél que, sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.

El evangelio de hoy nos lanza de nueva una exhortación a la vigilancia con otras dos parábolas. La primera parábola es sobre el dueño de la casa y el ladrón y la otra habla del propietario y del administrador:

La parábola del dueño de la casa y del ladrón
Por las calles de las ciudades, a veces se ve escrito sobre los muros: ¡Jesús volverá! Hubo gente que, angustiada por la proximidad del fin del mundo, llegó a cometer suicidio. Pero el tiempo pasa y ¡el fin no llega! Muchas veces la afirmación “¡Jesús volverá!” es usada para meter miedo en las personas y obligarlas a atender una determinada iglesia.
De tanto esperar y especular alrededor de la venida de Jesús, mucha gente deja de percibir su presencia en medio de nosotros, en las cosas más comunes de la vida, en los hechos de la vida diaria.
Lo que importa no es saber la hora del fin del mundo, sino tener una mirada capaz de percibir la venida de Jesús ya presente en medio de nosotros en la persona del pobre y en tantos otros modos y acontecimientos de la vida de cada día.

La parábola del dueño y del administrador
El buen administrador es aquel que cumple su misión de siervo, que nunca usa los bienes recibidos para su propio provecho, y que está siempre vigilante y atento.
Es posible que sea una respuesta indirecta a la pregunta de Pedro, como si dijera: “Pedro, ¡la parábola es realmente para ti! A ti te incumbe saber administrar bien la misión que Dios te da como coordinador de las comunidades. En este sentido, la respuesta vale también para cada uno de nosotros. Y allí toma mucho sentido la advertencia final: “A quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.”

La llegada del Hijo del Hombre y el fin del mundo
Mucha gente de las comunidades decía que el fin del mundo estaba cerca y que Jesús volvería después. Por esto, había personas que habían dejado de trabajar, porque pensaban que la venida era cosa de pocos días o semanas. Trabajar ¿para qué, si Jesús iba a volver?
Pablo responde que no es tan simple como se lo imaginaban. Y a los que no trabajaban decía: “Quien no trabaja, ¡no tiene derecho a comer!” Los cristianos vivían en la expectativa de la venida inminente de Jesús, que vendría a realizar el Juicio final para terminar con la historia injusta de este mundo de aquí abajo e inaugurar la nueva fase de la historia, la fase definitiva del Nuevo Cielo y de la Nueva Tierra. Pensaban que esto acontecería dentro de una o de dos generaciones. Mucha gente seguiría con vida cuando Jesús iba a aparecer glorioso en el cielo.
Hasta hoy, la venida final de Jesús no ha ocurrido. ¿Cómo entender esta tardanza? Eso supone que no percibimos que Jesús está en medio de nosotros: “Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Él ya está con nosotros, a nuestro lado, en la lucha por la justicia, por la paz y por la vida. La plenitud no ha llegado todavía, pero una muestra o garantía del Reino ya está en medio de nosotros. Por esto, aguardamos con firme esperanza la plena liberación de la humanidad y de la naturaleza Y en cuanto esperamos y luchamos, decimos con certeza: “¡Él ya está en medio de nosotros!”

Para reflexionar:
¿Soy un buen administrador/a de la misión que recibí con mi familia, mi comunidad, mi trabajo?
¿Vivo atento a la presencia de Dios en mi vida?


La oración y la vigilancia: ésas son las dos armas con las cuales has de rechazar los ataques del enemigo de la salvación, de ese león rugiente, como lo llama la Escritura, que anda a nuestro alrededor dispuesto a devorarnos.” (Al H. Ambrosio, 8 de noviembre de 1825)

No temas, pequeño rebaño,
pues tu padre, el reino te dio.
No hay guardes en el mundo riquezas.
Tu tesoro está en el Señor.
Estar siempre vigilantes,
Esperando que llegue el Señor.
Y si vuelve la noche más oscura
y te encuentras listo al llegar,
sentado a su mesa estarás
y él mismo te servirá.

¿Dónde está tu tesoro?
está tu corazón.
Allí donde amas, allí vive Dios.
No vivas dormido ni en distracción.
El Hijo del Hombre vendrá sin reloj.
Fiel es el siervo que sabe esperar,
prudente el que cuida y reparte el pan.

No digas, «Mi señor no vendrá.
No uses el poder para abusar,
porque llegará la hora escogida.
Y el Señor regresará.

A quien mucho se le ha dado,
mucho se le pedirá
y el que ha sido de confianza
se le exigirá.


KAROL JÓZEF WOJTYŁA (1920-2005) nació el 18 de mayo de 1920 en Wadowice, Polonia. Fue Papa de la Iglesia Católica desde 1978 hasta su muerte en 2005.
Desde joven, destacó por su fe profunda, su amor por la cultura y su fortaleza ante las dificultades: perdió a toda su familia siendo aún joven y vivió la ocupación nazi de su país. Durante la Segunda Guerra Mundial estudió en secreto para ser sacerdote y fue ordenado en 1946. Luego obtuvo un doctorado en Teología y trabajó como profesor universitario.
En 1958 fue nombrado obispo auxiliar de Cracovia, y en 1967, cardenal. Participó activamente en el Concilio Vaticano II. El 16 de octubre de 1978, fue elegido Papa, convirtiéndose en el primer pontífice no italiano en más de 450 años.
Su pontificado se caracterizó por su cercanía con los jóvenes y la creación de las Jornadas Mundiales de la Juventud, su lucha por la dignidad humana y la libertad religiosa, especialmente frente al comunismo en Europa del Este, su intensa labor pastoral, viajando a más de 120 países y su defensa de la vida y la familia.
Sufrió un atentado en 1981, pero sobrevivió y perdonó a su agresor. En sus últimos años, padeció la enfermedad de Parkinson, dando un testimonio de fe y fortaleza. Fue beatificado en 2011 y canonizado en 2014 por el Papa Francisco.