Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario.Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme.Y el Señor dijo: Oigan lo que dijo este juez injusto.Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?
Jesús insiste en que los discípulos han de orar. Y han de orar siempre, sin cansarse jamás. Con esto, Jesús destaca la importancia de la oración en la vida. Porque todos en la vida, de una manera u otra, por un motivo o por otro, nos vemos en la situación de la viuda que reclama justicia. Lo que ocurre, con demasiada frecuencia, es que no tenemos experiencia de seres necesitados, indigentes. Nuestra autosuficiencia nos incapacita para la oración. Porque ni sentimos lo necesaria que es.Si “orar” es “desear”, ¿por qué será que no nos damos cuenta de lo que tendríamos que desear intensamente, constantemente, como la viuda que tanto le insistió a juez injusto? El problema que tenemos es que en la sociedad que vivimos nos proporciona una serie de satisfacciones inmediatas, que tiene la particularidad de que nos producen la impresión de que no hay que pedirle más a la vida. Y así, seguimos de capricho en capricho, sin caer en la cuenta de que tenemos que clamar para que nos hagan justicia, nos faciliten una forma de vida y de convivencia, que nos haga poder tener lo que de verdad nos hará felices y nos dará la esperanza que necesitamos para que nuestra vida tenga sentido.En definitiva, el problema es un asunto de fe: la convicción de que nosotros no nos bastamos a nosotros mismos, es decir, la convicción más allá de los límites de la vida, hay una realidad última que es la que es la que nos humaniza y da sentido a nuestras vidas.
Cuánta fuerza tendrán tantas oraciones, ayunos, limosnas y lágrimas, en el corazón del Dios de la misericordia, este Dios de la bondad que ha prometido perdón a todos los pecadores que regresaran a él con lágrimas y penitencias. (Sermón sobre el jubileo)
Señor, enséñanos a orar,a hablar con nuestro Padre Dios.Señor, enséñanos a orar,a abrir las manos ante ti.1.- Orar con limpio corazón,que sólo cante para ti,con la mirada puesta en ti,dejando que hables, Señor.Orar buscando la verdad,cerrar los ojos para ver,dejarnos seducir, Señor,andar por tus huellas de paz.2.- Orar hablándote de ti,de tu silencio y de tu voz,de tu presencia que es calor,dejarnos descubrir por ti.Orar también en sequedad,las manos en tu hombro, Señor,mirarte con sinceridad.Aquí nos tienes, ¡Oh, Señor!