Jueces 13, 2-7. 34-35Salmo 70,3-6. 16-17
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada.Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso.Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo.Pero el Ángel le dijo: No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto.Pero Zacarías dijo al Ángel: ¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada.El Ángel le respondió: Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo.Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario.Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. Él se expresaba por señas, porque había quedado mudo.Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa.Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses. Ella pensaba: Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres.
Hay un contraste pronunciado entre el anuncio de Jesús y de Juan. Son como dos mundos muy diferentes que se juntan en la Buena Nueva y se entrelazan:.- El anuncio del nacimiento de Juan se da en la capital de Israel, mientras que el de Jesús, en un perdido pueblito de Galilea..- Juan es anunciado en el majestuoso templo de Jerusalén, el espacio sagrado por excelencia del pueblo elegido. El de Jesús en una humilde casa de Nazaret..- El padre de Juan es un venerable sacerdote del templo, el de Jesús, el carpintero José..- El anuncio de Juan se le hace al que será su padre, como es lo lógico en una sociedad patriarcal. El de Jesús a la que será su madre, una mujer de pueblo, signo de un nuevo pueblo sin distinciones..- La madre de Juan es una anciana, la de Jesús una adolescente..- María, la nueva Eva, después del anuncio, corre a servir a Isabel y estalla en un canto de alegría. Zacarías se queda mudo e Isabel se oculta a los ojos de la gente.Pero también hay coincidencias:.- Ninguna de las madres podría serlo, una por anciana, la otra por no estar en pareja..- En los dos casos actúa la mano poderosa de Dios, que hace posible lo imposible..- Las dos parejas reconocen que allí está Dios y lo alaban y glorifican por ello. La alegría además invade a esas vidas, dedicadas a servir al Señor..- Los dos niños, Juan y Jesús, son ungidos para una misión importante: Juan estará al servicio de la venida de Jesús; será el encargado de prepararle el camino.Es el encuentro de lo viejo con lo nuevo; la antigua Alianza prepara y deja paso a la Nueva, la definitiva. La antigua prepara y se calla frente a la nueva manifestación de Dios. Juan es la bisagra que cierra una etapa y abre paso a la nueva Alianza. Juan cumplió su misión tal como se le había encomendado. Y lo mismo hicieron cada uno de estos personajes, ubicados en su tiempo y en su entorno, con lo que intuían, sabían y podían.Es lo que nos toca a cada uno de nosotros: Ser dóciles en las manos de Dios, cumpliendo su voluntad en el aquí y ahora.
El alma que es dócil y flexible en la mano de Dios, que no resiste a las inspiraciones de su gracia, que cree que es Él quien dirige los hombres y sus consejos, esta alma lejos de irritarse por la contradicción y de estar dolorosamente agitada por continuos movimientos de impaciencia y despecho, goza de una paz que nada altera y todo bendice, con una alegría delectable y un tierno amor, los designios de la Providencia sobre ella. (Memorial 119)
Dame tus ojos, quiero ver.Dame tus palabras, quiero hablar.Dame tu parecer.Dame tus pies, yo quiero ir.Dame tus deseos para sentir.Dame tu parecer.Dame lo que necesitopara ser como Tú.Dame tu voz, dame tu aliento,toma mi tiempo es para tiDame el camino que debo seguir.Dame tus sueños, tus anhelos,tus pensamientos, tu sentir.Dame tu vida para vivir.Déjame ver lo que Tú ves.Dame de tu gracia, tu poder.Dame tu corazón.Déjame ver en tu interiorpara ser cambiado por tu amor.Dame tu corazón.Dame lo que necesitopara ser como Tú.Dame tus ojos, quiero ver.Dame tu parecer.