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San Isidoro de Sevilla

Por el eterno descanso del papa Francisco.
Por la Iglesia, por el nuevo papa, por todos los cristianos, para que no olvidemos
Por la paz en el mundo.

– Comunidad de Aguilar de Campóo

La consagración religiosa vivida en comunidad es testimonio profético para el mundo de hoy:
– por la castidad, que incrementa la capacidad de amar, los Hermanos viven plenamente las relaciones comunitarias y la disponibilidad para el servicio;
– por la pobreza, que implica un estilo de vida sobrio y sencillo, los Hermanos comparten sus bienes y talentos para vivir en comunión.

Encontrarán en la comunión frecuente el remedio a sus miserias y la fuerza necesaria para triunfar sobre el enemigo de su salvación.


1968: Baudilio Fernández de Larrea (Rafael). Nació en Vitoria en 1907. Trabajó desde el año 1946 en Argentina y Uruguay hasta su muerte en Montevideo.

2006: Raymond Coutard (Bernard-Henri)
2010: Roland Bélanger (Léandre-Jean)

San Isidoro de Sevilla


Hechos 4, 13-21  
Salmo responsorial 117, 1.14-16.18-21  

Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
Enseguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.

COMENTARIO

El primer problema, que plantea estos versículos finales del evangelio de Marcos, es el de su autenticidad. Este texto se encuentra en la mayoría de los manuscritos. Y está atestiguado por los autores del s. II: Ireneo, Justino … Sin embargo, lo más seguro es que este final del llamado evangelio de Marcos no haya sido escrito por Marcos, que cerró su relato recordando el miedo que tenían las mujeres y el silencio que mantuvieron después de la visión que tuvieron del ángel, que les dijo: “Ha resucitado, no está aquí” (Mc16,6). (W. L. Lane). Un final de realismo pesimista, por más desagradable que resulte. El misterio de la resurrección ha sido duro de aceptar desde el principio hasta hoy.

De todas maneras, el relato, en Mc 16,7, anuncia refiriéndose a Galilea: “Allí lo verán”. Es una promesa de resurrección y de apariciones: “se crea un sentido de unión contra todos aquellos, ya dentro de la historia o fuera de ella, que no aceptan el asunto” de la resurrección (W. C. Booth). Pero al mismo tiempo, se abre un horizonte de esperanza, de futuro, de presencia y fuerza de vida para quienes, por nuestra condición humana, nos vemos destinados al final inexorable de la muerte. Ese final, que inevitablemente nos asusta, en los anuncios y promesas del Resucitado nos ofrece un horizonte que representa la oferta de un sentido y un destino final que se condensa en esta pregunta: ¿Apunta la tumba vacía de Jesús hacia un triunfo sobre la muerte? (N. C. Croy; Joel Marcus).

No vamos a ser más honrados y más buenas personas porque exista o deje de existir la realidad de la resurrección.  La honradez y la bondad no son un “negocio de eternidad” que se hace mediante la fe, y con Dios. La esperanza es un componente de la persona “no-corrupta”, de la gente honesta y buena. Mediante la delicadeza en la convivencia, sentimos y palpamos la esperanza viviente y operante. La presencia del Reino entre nosotros, fruto de la Resurrección de Jesús de Nazaret, el Cristo.


¡Qué pocos son los que desean sincera y ardientemente la propagación de la fe, la extinción de los errores, la sumisión de los espíritus soberbios e indómitos, la renovación de la piedad, la conversión de los pueblos! Normalmente somos fríos e indiferentes sobre todo esto, o por lo menos lo vemos con indiferente curiosidad. ¿Qué digo yo? Nos preocupamos mucho más por un pequeño acontecimiento familiar, por una discusión parroquial, por los rumores de la ciudad, que por la suerte que corre la religión y sus combates. Igualmente ignoramos lo que sus enemigos hacen contra ella y lo que se podría hacer para defenderla, por extender su reino, acelerar su éxito, por detener el curso de los escándalos que la asolan; no nos molestamos siquiera en informarnos, y frecuentemente hemos visto, con profundo dolor, que los sacerdotes tienen menos celo por hacer el bien o remediar el mal que los simples laicos. (A los novicios de la Congregación de S. Méen)

Señor toma mi vida nueva
antes de la espera
desgaste años en mí.
Estoy dispuesto a lo que quieras,
no importa lo que sea,
tú llámame a servir.

Llévame donde los hombres
necesiten tus palabras,
necesiten mis ganas de vivir;
donde falte la esperanza,
donde todo sea triste,
simplemente por no saber vivir.

Te doy mi corazón sincero,
para gritar sin miedo
lo hermoso que es tu amor.
Señor, tengo alma misionera.
Condúceme a la tierra,
que tenga sed de vos.

Y así en marcha iré cantando,
por pueblos predicando
tu grandeza, Señor.
Tendré mis manos sin cansancio,
tu historia entre mis labios,
tu fuerza en la oración.

San Marcos evangelista

Señor, que has dicho:
Dejen que los niños vengan a Mí.
Tú me has inspirado el deseo
de dedicar mi vida
a los niños y jóvenes
para llevarlos a Ti.
Dígnate bendecir mi vocación,
asísteme en mis trabajos de hoy,
derrama sobre mí,
sobre todos mis hermanos
y sobre todos los que trabajamos
en esta obra educativa,
el espíritu de fortaleza,
de caridad y de humildad,
para que nada nos aparte
de tu servicio.
Haz que hoy cumpla con celo
el ministerio educativo
al que nos has consagrado.
Hazme perseverar hasta el fin
para alcanzar así
la salvación que nos
has prometido. Amén

  • Por el eterno descanso del papa Francisco.
  • Por la salud del H. Alberto Pardo.
  • Por las vocaciones misioneras en la Iglesia.
  • Por la familia menesiana del colegio Teodelina de Villa G. Gálvez y la del noviciado de Kasasa (Uganda).
  • Por los menesianos, las obras y nuevas vocaciones d ela provincia San Miguel Arcángel (Kenia y Tanzania).

La consagración religiosa vivida en comunidad es testimonio profético para el mundo de hoy:
– por la obediencia, que es búsqueda de la voluntad de Dios, los Hermanos se reúnen en torno a un proyecto común, en el respeto de cada persona y en la diversidad de sus dones.

Eviten con gran cuidado los prejuicios, las quejas, las murmuraciones, todo lo que hiere y divide; en una palabra, traten de no tener más que un solo corazón y una sola alma, y de estar animados todos de la más pura caridad.

1966: Antoine Eonnet
1993: Rafael García (Heraclio). Nació en Ruerrero (Cantabria) en 1910. Murió en Santo Domingo de la Calzada.

San Marcos evangelista


Hechos 4, 1-12  
Salmo responsorial 117, 1-2.4.22-27a  

Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban junto Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le respondieron: Vamos también nosotros. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: Muchachos, ¿tienen algo para comer?
Ellos respondieron: No.
Él les dijo: Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán.
Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: Vengan a comer.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿quién eres?, porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.


Señor, esta narración tan viva, tan sugerente, del encuentro de los discípulos contigo en el Lago, me ha entusiasmado desde niño. Y he sentido envidia de no haber podido asistir a un desayuno tan divino y tan humano, donde tú pusiste todo: los peces, la leña, el fuego y, sobre todo, tu persona encantadora.

En este bello relato, escrito tan al vivo que, al leerlo, da la impresión de que la tinta está todavía sin secarse, el Evangelista Juan, testigo de los hechos, nos presenta una aparición distinta. Aquí no se trata de encontrarse con Jesús en situaciones límite o extraordinarias como puede ser la de la Magdalena llorando la muerte, o Emaús con discípulos de vuelta de todo, o en el Cenáculo con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos.
Aquí todo es fácil, sencillo, normal. Dice Pedro: “Voy a pescar”. Es lo normal en un pescador de oficio. Lo mismo que cada mañana el labrador dice: voy a sembrar, y la ama de casa: voy a comprar; y el hombre de negocios: voy a la oficina. Lo importante en esta aparición es que el Resucitado se hace presente en la vida ordinaria, en la sencillez de lo cotidiano.
¿Y qué sucedió? Pues que aquel desayuno después de pescar, que hubiera sido normal, ordinario, rutinario, se convirtió con Jesús en una auténtica fiesta. ¡Qué desayuno tan sabroso! Y este es el mensaje: con Jesús Resucitado la vida tiene otro color y otro sabor. No hay que esperar al viernes por la tarde para pasarlo bien. Con Jesús todos los días son bonitos, aunque sean lunes. Jesús es la alegría de la vida.  

Gracias, Señor, por este encuentro que tuviste con tus discípulos en el lago. En aquel desayuno de trabajo estábamos todos contigo. En el hombre de campo, en el niño que va a la escuela, en el joven que acude a la Universidad, en la mujer que trabaja en una oficina y en la que se queda en su domicilio haciendo sus “labores de casa” estás Tú, como Resucitado, poniendo ilusión, alegría, y ganas de hacer bien las cosas. Y así, de un modo tan sencillo, podemos construir entre todos un mundo más humano, más fraternal. No te vemos, pero estás. No te vemos, pero te sentimos cerca. ¡Gracias, Señor!


MAXIMA
Jesús está está con nosotros siempre


Heme aquí, Señor, a tus pies, me presento ante Ti con una humilde y viva confianza, vengo para acoger en mi corazón tu divina Palabra. Señor, tu servidor te escucha, dígnate hacerle escuchar tu voz, dame tu gracia, dame tu espíritu cuyo aliento es el fuego sagrado que ilumina y calienta nuestras almas. (Meditación sobre la muerte)       

Después de haber trabajado,
sin nada pescar;
después de haberme cansado,
sin fruto tocar,
Tú llegas, Señor, a mi orilla,
pidiendo mi rumbo cambiar.
Me mandas volver a pescar
en el fondo del mar.

Sólo porque Tú me lo pides,
lo haré sin tardar.
Mis redes al mundo echaré, para poder sacar
a aquellos que lloran en la soledad
del fondo del mundo sin luz.
Me pides que suba a tu barca
y me ponga a pescar.

Sí, sólo porque Tú lo dices.
Sí, en tu nombre las redes echaré
en la parte más onda,
en lo escondido del corazón,
donde quieres hallar a tus hijos
que viven sin Ti.

Señor, quiero serte sincero,
no quiero mentir.
Me alegra saber que me quieres
y vienes por mí.
Pero soy cobarde y muy débil de fe.
A veces me hundo en el mar.
Pero si confías en mí,
yo te seguiré.

Hay tanta tiniebla y dolor
en el fondo del mar.
Tus hombres no quieren creer,
y se sienten muy bien.
Y sufren cansados, sin nada obtener.
Se angustia todo el corazón.
Pero si me envías Señor,
en tu nombre hablaré.

San Fidel de Sigmaringen

Santísima Virgen María;
con estas ardientes palabras,
nosotros tus fieles servidores,
nos consagramos a ti enteramente,
como a nuestra maestra,
nuestra reina y nuestra madre.
Queremos abandonarnos
en las delicias de tu amor virginal.
Permite que estos pecadores,
unidos no por la sangre,
sino por el deseo de pertenecerte totalmente,
se consagren al Señor Jesús a través de ti.
Ponemos en tus manos nuestro pobre amor
y el humilde y gozoso compromiso
de vivir hoy y siempre como esclavos tuyos.
No podemos ofrecerte
nada digno de ti, María.
Recibe únicamente nuestros débiles
y miserables corazones.
Queremos que te pertenezcan totalmente.
Tu tierno e indulgente amor
no despreciará esta pequeña ofrenda.
Santa María, Virgen y Madre,
nos entregamos y consagramos
a ti para siempre.
Consíguenos que hoy vivamos
en todo como hijos tuyos.
(Féli y Juan María 19/06/1809)

  • Por el eterno descanso del papa Francisco.
  • Por las vocaciones en nuestro Distrito y la casa de formación de El Alto.
  • Por el cumpleaños del H. Manuel Gómez Quintano, de la comunidad de Maldonado Nuevo.
  • Por la familia menesiana del colegio Nuestra Señora del Rosario de Bialet Massé y la comunidad de Kambuga (Uganda).
  • Por la salud del H. Alberto Pardo.
  • Por los menesianos, las obras y nuevas vocaciones del Distrito San Pablo (Togo – Senegal – Benín – Costa de Marfil).

La comunión vivida en el seno de la Trinidad es la fuente y el modelo de la fraternidad. Los Hermanos se reúnen por el Espíritu en el nombre de Cristo y se mantienen en la unidad por su oración al Padre: «Que ellos también sean uno en nosotros». Esta vida fraterna es a la vez un don recibido, vivido y celebrado, y un don ofrecido a todos por la comunidad.

Cuando Dios ya no tiene autoridad, ¿qué hombre podrá mantener la suya? Recuerda que el demonio del orgullo (es lo mismo que el de la rebelión contra la autoridad) se llama legión.


1989: Teófilo Aparicio (Francisco María), Nació en Revilla de Pomar (Palencia) en 1902. Uno de los fundadores de la obra menesiana en Argentina, donde trabajó hasta 1936. Fue asistente de 1952 a1970. Murió en Nanclares.

1977: Ambroise Le Saux (Émile-Eugene)
1993: Joseph Loaec (Romaric)
1995: Raoul Lemaître-Duhaime (Élisée)
2004: Pierre Dréan (Pierre-Joseph), Lionel Richard (Georges-Richard) y Luc Frenette (Luc-Joseph).

San Fidel de Sigmaringen


Hechos 3, 11-26  
Salmo responsorial 8, 2a.5-9 

Los discípulos de Emaús contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: La paz esté con ustedes. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: ¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?  Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer.
Pero Jesús les preguntó: ¿Tienen aquí algo para comer?
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.

El Señor se aparece en la sala y les dice: “Paz a ustedes”. Varios sentimientos irrumpen en el corazón de los discípulos: miedo, sorpresa, duda y, por fin, alegría. Una alegría tan grande que por esta alegría “no alcanzaban a creer”. Estaban atónitos, pasmados, y Jesús, casi esbozando una sonrisa, les pide algo de comer y comienza a explicarles, despacio, la Escritura, abriendo su entendimiento para que puedan comprenderla.

Es el momento del estupor, del encuentro con Jesucristo, donde tanta alegría nos parece mentira; más aún, asumir el gozo y la alegría en ese momento nos resulta arriesgado y sentimos la tentación de refugiarnos en el escepticismo, “no es para tanto”.
Es más fácil creer en un fantasma que en Cristo vivo. Es más fácil ir a un nigromante que te adivine el futuro, que te tire las cartas, que fiarse de la esperanza de un Cristo triunfante, de un Cristo que venció la muerte. Es más fácil una idea, una imaginación, que la docilidad a ese Señor que surge de la muerte y ¡vaya a saber a qué cosas te invita!

Ese proceso de relativizar tanto la fe que nos termina alejando del encuentro, alejando de la caricia de Dios. Es como si “destiláramos” la realidad del encuentro con Jesucristo en el alambique del miedo, en el alambique de la excesiva seguridad, del querer controlar nosotros mismos el encuentro. Los discípulos le tenían miedo a la alegría… Y nosotros también”. (Papa Francisco, homilía del 24 de abril de 2014)


MÁXIMA
Vive con alegría


Al ver la alegría que irradiaba su rostro, surcado por arrugas profundas, las palabras de paz que bajaban como un bálsamo a los corazones enfermos, uno se sentía mejor y ya feliz al contacto con este hombre viejo y enfermo, cuyo buen humor burlaba el sufrimiento y que, apoyado en la providencia como en un sostén visible, esperaba en pie firme humillaciones y contradicciones, un rayo de sol entraba en el alma y se caminaba en su luz el resto de la vida” (Testimonio del Hno Charles sobre Juan María en ‘Espiritualidad de un hombre de acción’, Friot. Pág. 115)

Tu amor me envuelve
está en el aire y en el viento.
Nada me aleja de él,
ni el más crudo invierno.

Tu amor como flecha
traspasa el techo de mis cielos,
ilumina mis bosques
y le da colores nuevos.

Me amas con locura y no lo entiendo.
Tú eres grande y yo tan pequeño.

Soy feliz porque me amas,
porque yo no hice nada
para que esto suceda.
Tú primero me amas, me amas…

Tu amor es como el beso
de una madre dulce y buena
que renueva mis fuerzas
en mis cansados vuelos.

Tu amor me calienta,
es abrazo fuerte y tierno
que me cuida y protege;
me abriga en el silencio.

Tu amor cuando caigo, me levanta.
No me juzga, es fiel y eterno.

Yo de amor también me muero
y mi vida te la entrego.
Quiero de tu amor,
cantar al mundo,
dar mi vida por ellos,
dar mi vida, mi vida por ellos.

Miércoles de la octava de Pascua

Señor, haz que escuche
los llamados que vienen de los hombres.
Señor, haz que escuche
los gritos de los niños y jóvenes 
que vienen de la vida y de la historia 
que van tejiendo a nuestro lado.
Señor, haz que vea todo con ojos nuevos, 
con corazón de entrañable misericordia.
Señor haz que vea 
y que avive mi pasión por los niños, 
por los jóvenes y por todos 
los que están sedientos 
de presencia y cercanía.
Señor haz que vea 
y que como Juan María 
tenga los ojos bien abiertos 
para ir a la frontera, al extremo, 
donde nadie alcanza, 
porque desde allí llegan 
las voces más apremiantes 
de los hombres que nos convocan 
y provocan.

  • Por el eterno descanso del papa Francisco.
  • Por la salud del H. Alberto Pardo.
  • Por las vocaciones menesianas de hermanos y laicos en nuestro Distrito.
  • Por la comunidad educativa de La Escuelita de Luján de Cuyo y la de San José de Reinosa.
  • Por el Distrito San Pedro Chanel (Tahití, Islas Marquesas)
  • Por la paz en el mundo.

La pobreza encuentra su realización radical en la muerte. Asumiéndola a ejemplo de Cristo, el Hermano alcanza el punto más alto de su renuncia a sí mismo. Entonces está preparado para recibir los verdaderos bienes prometidos a quienes lo han dejado todo para seguir a Cristo.

¡Oh Dios mío, si tuviéramos fe! ¡Esta fe viva, esta fe animada que penetra y casi comprende los misterios del cielo! ¡Esta fe que ve la aurora del día eterno!

1966: Ernest Julien (Sulpice-Marie)
2017: Joseph Lautrou (Fernand)

Miércoles de la octava de Pascua


Hechos 3, 1-10  
Salmo responsorial 104, 1-4.6-9 

Dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
Él les dijo: ¿Qué comentaban por el camino?
Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: ¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!
¿Qué cosa?, les preguntó.
Ellos respondieron: Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les había aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.
Jesús les dijo: ¡Hombres duros de entendimiento, ¡cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y continuando en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba. Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían: ¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón! Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Al caminar junto al Maestro, los discípulos de Emaús, nos enseñan que los acontecimientos de la vida diaria, son un lugar permanente, donde Dios se hace presente y forma el corazón de los suyos. Los dos discípulos, mientras iban camino de Emaús, iban hablando sobre la muerte de Jesús que había tenido lugar en Jerusalén. Se preguntaban, querían llegar a entender, lo que le había pasado a Jesús, su Maestro. No podían quedarse indiferentes ante este suceso. Esta postura, expresa ‘su apertura’: quieren entender bien todo lo que acaba de pasar. ¿No es ésta una actitud fundamental para quien desea dejarse educar por la vida diaria? Abrirse, exige salir de uno mismo. Un éxodo, a menudo difícil y trabajoso, pero grandemente enriquecedor y benéfico para quien logra esa apertura.

Jesús toma Él la iniciativa de juntarse con los dos discípulos de Emaús, pero ‘sin darse a conocer’. Se acerca y camina junto a ellos. Este sería el principio de un largo acompañamiento. Las cosas no estaban claras al principio: “… sus ojos carecían de luz para reconocerlo” (Lc 24, 16). En realidad, su caminar era un ‘andar a tientas’. Pero lo importante es que se dejan acompañar para que el Maestro pueda ponerse a su lado.

Aceptar a la compañía es asunto de todos. Cada día, el Peregrino de Emaús, se nos acerca y quiere caminar a nuestro lado allá adonde nos encaminemos, sea cual sea nuestra etapa en el camino…
¿Cómo respondemos a esta invitación? ¿De qué conversión tenemos necesidad para reconocer la presencia del Peregrino de Emaús en el camino de nuestras vidas? (H. Hervé Zamor, Circular Cada día)


MÁXIMA
Quédate con nosotros, Jesús.


Sí, él está presente en sus asambleas, él las preside y ustedes son ese pequeño rebaño que ha bendecido, y que al buen Pastor le gusta conducir a los pastos más abundantes. ¿Acaso dudan? ¿No se les ha manifestado a menudo, como antes a los discípulos de Emaús, llenando sus corazones con una alegría inefable y un ardor divino? Cada vez que asisten a los ejercicios piadosos de la Congregación, ¿no son reanimados internamente, iluminados, fortalecidos por una nueva gracia? (S. I-III, 256. Sobre las ventajas de pertenecer a una congregación)

Aquí vamos Jesús,
caminando con Vos,
dando un paso,
queriéndote elegir.
Y es la tierra que late
cuando cae la luz.

Es tu mirada radiante
que descubre huellas
de libertad, en nosotros.

Tus palabras dibujan la esperanza
y nos dicen que aquel
que está en camino
se mantiene vivo.

Porque tu corazón habló,
el nuestro cantará.
Porque tu corazón habló,
el nuestro cantará…

Quédate con nosotros,
no te vayas del mundo, Jesús.
Quédate con nosotros,
danos de tu paz.

Porque te reconocemos
al partir el pan.
Porque nos envías
al partir el pan.

Quédate con nosotros,
no te vayas del mundo, Jesús.
Quédate con nosotros,
danos tu paz…

Martes de la octava de Pascua

Señor, estoy a tus pies
como un niño pequeño
que espera tus órdenes.
No quiero, no deseo nada,
sino hacer lo que pidas de mí
para tu mayor gloria.
Habla pues, Señor,
y obedeceré sin dudar,
sin lamentarme, con alegría y con amor.

  • Por el eterno descanso del papa Francisco.
  • Por la salud del H. Alberto Pardo, de la comunidad de Santo Domingo de la Calzada, que sufrió un accidente.
  • Para que los miembros de la Familia Menesiana, Hermanos y Laicos, sean signos de comunión en la Iglesia.
  • Por la familia menesiana del colegio San Pablo de Luján de y la de Valladolid.
  • Por los menesianos, las obras y nuevas vocaciones de la Delegación del Congo.

Como miembros de una Congregación establecida por sus Fundadores para «dar a los hijos del pueblo maestros sólidamente piadosos», los Hermanos saben que una de las mejores maneras de combatir la pobreza es cumplir bien esta misión específica. Por eso se preocupan especialmente de los niños y jóvenes privados de instrucción y educación.

Lejos de quejarnos de que se nos prohíbe cualquier tipo de conversación durante unos momentos del día, debemos considerarnos felices de dejar el ruido y las prisas del mundo para encontrarnos a solas con Dios.

1952: Laurent (Garat) Nació en Biarritz en 1896. Se formó en España, donde estuvo en varios colegios. En 1926 volvió a Francia. Murió en Vannes.
1998: Charles Le Guern (Charles-Émile)
2008: Lucien Le Gall (Alian-Michel)

Martes de la octava de Pascua


Hechos 2, 36-41  
Salmo responsorial 32, 4-5.18-20.22

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras?
María respondió: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.
Jesús le dijo: ¡María!
Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: ¡Raboní!, es decir ‘¡Maestro!’
Jesús le dijo: No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes.
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

No lo tuvieron fácil los discípulos en la hora de la muerte del Señor y menos aun cuando comienzan las mujeres del grupo a alarmarlos con supuestas visiones del Resucitado. Nunca llegaron a entender los avisos de Jesús que los aleccionaba y preparaba para tan dura prueba. Les daba miedo preguntarle.

Juan dedica gran parte del relato a narrar cómo Magdalena no reconoce a Jesús inmediatamente. María tampoco estaba preparada para una vuelta de Jesús resucitado. Ella buscaba afanosamente su cadáver para custodiarlo y llorarlo con la intensidad de su amor durante toda su vida. “Dime dónde los has puesto y yo iré a buscarlo”, dice al que ella imagina como el hortelano del jardín y autor del supuesto robo. Se hubiera conformado con eso, recuperar su cuerpo.

Juan presenta a Jesús instruyendo a María Magdalena sobre el significado de la resurrección. Cuando María lo reconoce, al sentirse llamada por Él por su nombre, piensa que ya ha regresado y ahora se quedará con ella y con los demás que lo habían seguido, reanudando la anterior relación. Jesús había dicho: “Volveré a verlos y sus corazones se alegrarán con una alegría que nadie podrá quitarles”. Ella trata de aferrarse a la fuente de su alegría. Sin embargo, Jesús transforma todas sus expectativas. Transforma su alegría en una fe firme y anunciadora; será el apóstol de la alegría pascual. El relato termina con la ida de ésta junto a los discípulos para anunciarles: “He visto al Señor”.

‘La hora’, anunciada en la Última Cena, en que Jesús habría de pasar de este mundo al Padre, ya se ha cumplido. Todo lo que queda es volver para compartir su gloria con sus discípulos. Ahora llega el momento de cumplir la segunda mitad de la promesa: “Me voy para volver”.


MÁXIMA
¡Jesús está vivo!


Purifíquense más y más; santifiquen todas tus obras para que cuando llegue su última hora, puedan poner su alma con confianza y alegría en las manos de Jesús, quien los juzgará en su misericordia y será su resurrección y su vida. (S. III, 280)

Nos decidimos a salir
en plena madrugada,
haciendo frente al viento
en contra al frío y al miedo
en la oscuridad.
A paso firme juntas y juntos
nos damos ánimo para llegar,
nuestras pupilas se han dilatado,
los corazones se aceleraron.
Y vemos como la esperanza
despunta ya.

Con ternura y coraje,
con las mujeres del Alba,
buscamos a nuestro Señor,
a Jesús que salva.

Tenemos fresca en nuestra memoria
tu Palabra viva.
Tu cruz nos desvela y nos desafía,
tu amor nos hace permanecer.
Hasta el lugar de la herida vamos,
nos mueve el dolor de nuestros hermanos.
En nuestros pies va
la profecía de mil testigos,
que son semilla.
Y vemos como la esperanza despunta ya.

Con ternura y coraje,
con las mujeres del Alba,
buscamos a nuestro Señor,
a Jesús que salva.

Somos la Iglesia que humilde
se estrena, escuchando las voces,
de los que siempre
quedaron al borde,
de los gemidos de la creación.
En este encuentro nos sales, Señor;
tan hermosa sorpresa.
Nuestras pupilas se han dilatado,
los corazones se aceleraron.
Y vemos como la esperanza despunta ya.

Con ternura y coraje,
con las mujeres del Alba,
buscamos a nuestro Señor,
a Jesús que salva.