14 de enero de 2025

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Evangelio del día

San Félix de Nola – San Valentín

Hebreos 2, 5-12
Salmo 8, 2. 5-9

Entraron en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios.
Pero Jesús lo increpó, diciendo: Cállate y sal de este hombre.
El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: ¿Qué es esto? Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen.
Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

El papa Francisco, hablando de los buenos y malos espíritus nos dice:
“La voz de Dios nunca se impone, sino que se propone, mientras que el enemigo es estridente, insistente e inclusive monótono. La voz de Dios puede corregirnos, pero con suavidad, siempre animando, consolando, dándonos esperanza.
El mal espíritu, en cambio, despierta ilusiones deslumbrantes y sentimientos tentadores, pero pasajeros. Explota nuestros temores y sospechas, y nos seduce con la riqueza y el prestigio. Si no le hacemos caso, nos desprecia y nos acusa: no valés nada. La voz del enemigo nos distrae del presente y quiere que nos centremos en los miedos del futuro o en la tristeza del pasado.
La voz de Dios habla al presente, nos anima, nos hace avanzar en lo concreto. Lo que viene de Dios nos pregunta: ‘¿qué es bueno para mí, para nosotros?’ La voz de Dios te abre un horizonte, mientras que el enemigo te pone contra la pared. El buen espíritu te da esperanza, mientras que el mal espíritu siembra sospecha, ansiedad y culpabilización. El buen espíritu apela a mi deseo de hacer el bien, de ayudar y servir, me da la fuerza para avanzar por el camino recto.
El mal espíritu me encierra en mí mismo y me hace rígido e intolerante. Es el espíritu del miedo y de la queja. Me hace sentir triste, temeroso y quejumbroso. En vez de liberarme, me esclaviza. En vez de abrirme al presente y al futuro, me encierra en el temor y en la resignación.
Aprender a distinguir entre estas dos ‘voces’ nos permite elegir el camino correcto hacia adelante, que no es siempre el más evidente; y a evitar tomar decisiones mientras estamos atrapados en los dolores del pasado o en los temores del futuro que nos paralizan”.

Es tarea de toda la vida ir purificando nuestro interior, dejando de lado insinuaciones, a veces ¡tan buenas, tan loables!, pero que hieren, dividen, rompen la comunidad.  El mal existe y actúa. Y también engaña y se aprovecha de la inocencia de la gente.
Sigamos lo consejos de Juan María que les pedía a los hermanos estar “atentos a todo lo que podría pararnos o extraviarnos en el camino”.


Cuando Jesucristo envió a sus apóstoles a proclamar el Evangelio, el diablo suscitó perseguidores y verdugos. Cuando envía obreros para construir su imperio y establecer el reino de las virtudes, el demonio por su parte usa todos los medios para hacer inútiles sus esfuerzos. Sus ministros (están en gran número en nuestro siglo) ponen todos los obstáculos posibles a la ejecución del buen trabajo: algunos luchan de una manera y otros de otra.” (Anuncio de una misión)

El día al día le pasa su mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Tu misericordia, Señor,
Llena la tierra.
Úsame para llevarla a cada rincón.

Llevaré tu misericordia a la universidad
y entraré en el corazón
de cada amigo.
Y con la fuerza del espíritu diré:

La misericordia
ha entrado en esta casa.
La misericordia
ha entrado en esta casa.
Levántate y anda.

Llevaré
tu misericordia a la universidad.
Entraré en el corazón
de cada amigo.
Y con la fuerza de tu espíritu diré:

La misericordia
ha entrado en esta casa.
La misericordia
ha entrado en esta casa.
Levántate y anda.

Hazme bendición para cualquiera.
No me importa sangrar,
sólo quiero que
dé tu amor sin límites;
que tu ser nos sane.
Úsame para traer
hoy tu ternura.

Que mis ojos
vean todo belleza,
descubriendo
El rostro de cada uno.

Que mis oídos
escuchen los gritos mudos del prójimo.
Que mi boca, manos y pies
transmitan tu ternura.

Y que mi corazón
sienta en carne viva,
sienta en carne viva,
sienta en carne viva…