15 de marzo de 2025

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Evangelio del día

San Artémides Zatti – Santa Luisa de Marillac


Deuteronomio 26, 16-19
Salmo 118, 1-8

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

Lo más fuerte y lo más serio, que afirma Jesús en este texto, es que con esta enseñanza sobre el amor que vence al odio – central en el cristianismo-, se establece la unión inseparable del “ser” de Dios con el “actuar” del mismo Dios. De lo cual se sigue una segunda consecuencia: la unión igualmente inseparable del “ser” del cristiano con el “actuar” del cristiano. Es decir, a Dios, como al que es verdaderamente hijo de Dios, se los conoce en lo que realmente son, no por medio de una demostración teórica de verdades o argumentos racionales, sino por su modo de proceder, por su forma de actuar, por su comportamiento. Tanto en Dios como en el hombre, el “hacer” es lo que nos explica el “ser”.

Pero Jesús concreta más. No se trata de “hacer “cualquier cosa. Se trata de “hacer” concretamente, precisamente, lo que es y se percibe como amor, como bondad, justamente como la entrañable y hasta la excesiva ternura que supera todas las diferencias y divisiones, todos los odios y resentimientos todo cuanto pueda tener alguna manifestación de maldad o daño para alguien. Esto es lo que quiere decir Jesús cuando manda: “Sean perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”.

Con frecuencia nos preguntamos “¿cómo será Dios?” El Evangelio responde: “Dios es la bondad sin limitación alguna”. Por tanto, A Dios se lo encuentra en la bondad que está por encima de todos los odios, venganzas, y resentimientos. Se suele decir que Dios está en todas las partes. Es un decir, porque así es como los mortales “nos representamos” a Dios. Pero en realidad y concretamente, ¿dónde está Dios?, ¿dónde se encuentra Dios? Es cierto que se lo encuentra en la oración, pero con tal que la oración esté motivada por la bondad y nos haga más buenas personas. Porque el hecho central está en que DIOS ES SIEMPRE BONDAD Y SÓLO EN LA BONDAD ESTÁ DIOS.


Es necesario practicar el bien, ¿pero qué bien? Todos los bienes juntos, es decir todas las virtudes cristianas, porque para ser verdaderamente santo es necesario tomar al santo de los santos como modelo y llegar a ser semejantes a él. Semejanza que comienza en la tierra, donde será simplemente imaginaria, y cuando Dios dice que quiere nuestra santificación, es como si dijera que quiere encontrar en nosotros las perfecciones de su hijo, que seamos en cierto modo, en la medida que lo permite la debilidad humana, revestidos de Jesucristo, como dice el apóstol, que sigamos a Jesucristo en todos sus caminos, que juzguemos todas las cosas como él las ha juzgado, que amemos lo que él ha amado, que despreciemos lo que él ha odiado, en una palabra, que todos nuestros pensamientos sean conformes a los suyos y que seamos su imagen viva. (Sermón sobre la perfección, 1839)

Si hablara palabras de parte de Dios
y no tengo amor,
de nada me vale, de nada me vale.

Si sé lo profundo de cada misterio
y no tengo amor,
de nada me vale, De nada me vale.

De nada me vale, de nada me vale.
Sin amor la vida es arar el aire.
De nada me vale, de nada me vale.
Sin amor las manos no ayudan a nadie.

Si tengo la fe que mueve montañas
y no tengo amor,
de nada me vale, de nada me vale.

Si doy lo que tengo incluso mi vida
y no tengo amor,
de nada me vale, de nada me vale.