23 de junio de 2025

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Evangelio del día

San José Cafasso

Génesis 12, 1-9
Salmo 32, 12-13.18-20. 22

Jesús dijo a sus discípulos: No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.
¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Deja que te saque la paja de tu ojo, si hay una viga en el tuyo?Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Jesús nos recomienda vivir en el “no- juicio”, pues antes o después se vuelve contra quien lo emite. En el juicio, con frecuencia, no se hace sino rechazar en el otro lo que previamente no aceptamos de nosotros mismos.

El juicio es atractivo, porque juzgando evitamos pensar sobre nosotros mismos y nos coloca en una posición de superioridad, alimentando nuestro ego. Como toda droga, el juicio parece alimentar momentáneamente nuestro vacío, para dejarnos todavía más vacíos y frustrados. Así se vuelve el juicio contra uno mismo.

¿A qué nos invita la propuesta de Jesús de “no-juicio”?
En primer lugar, a ponerse en la piel de otro. La empatía, que nos lleva a preguntarnos con respeto por todos los condicionamientos que le llevó a hacer lo que hizo.
En segundo lugar, ser consciente de nuestros propios límites y nuestras sombras, desde las que somos queridos incondicionalmente por el Padre.
En tercer lugar, desde nuestra verdadera identidad de hijos amados, reconocernos que todos somos habitados por ese amor incondicional.

Es así, desde la propuesta de Jesús de “no-juicio”, como podemos crecer en la confianza y la aceptación que necesitamos para ser más auténticos, y vivir con profundidad y sentido cada día.


MÁXIMA
No juzguen y no serán juzgados.


Quiero, por el contrario, que estén llenos de indulgencia y de caridad para con sus hermanos, y que los disculpen en vez de acusarlos. Esto no impide los buenos consejos que pueden darse entre ellos. Pero ¿cuántos espíritus falsos y envidiosos juzgan mal las acciones de los demás? Ven una paja en el ojo de su hermano y no ven la viga que hay en el suyo. Alimente su corazón, si puedo hablar así, de sencillez, de dulzura, de humildad, de caridad y de alegría, y todo irá bien. (Carta a Mazelier, 31 de agosto de 1825)

Nosotros miramos las apariencias,
pero Dios ve el corazón.

¿Y tú qué sabes, qué sabes de mi silencio?
Dime ¿qué sabes, qué sabes de mis secretos?
¿Qué descubres en mi mirada?
¿Qué intuyes en mis palabras?
Dime ¿qué sabes? ¿Y tú qué sabes?
¿Qué conoces de mi alegría?
Dime ¿qué sabes?
¿Qué sabes de mi melancolía?
¿Qué conoces de mi poesía?
¿Qué intuyes de mi melodía?
Tú no sabes nada, no sabes nada
No sabes nada.
Entonces ¿por qué me juzgas,
si no sabes nada, no sabes nada?

¿Y yo qué sé? ¿Qué sé yo de tu silencio?
Yo no sé nada, no sé nada de tus secretos
No sé nada de tu poesía.
Qué se yo de tu melancolía.
Yo tampoco sé nada,
yo no sé nada.
Yo tampoco sé nada.
Entonces ¿por qué te juzgo,
si yo no sé nada?

No sabemos nada
Entonces ¿por qué nos juzgamos,
si no sabemos nada,
no sabemos nada?


SAN JOSÉ CAFASSO (1811-1860) fue un sacerdote piamontés, mentor y confesor de San Juan Bosco. Tenía el don de consejo y, siendo rector del seminario de Turín, preparó a cientos de sacerdotes para el ministerio. También dedicó tiempo a los presos y a los condenados a muerte. Solía llevar a los seminaristas a los barrios más pobres y a la cárcel para sensibilizarlos. El pagó los estudios de Juan Bosco y cuando éste comenzó a reunir a jóvenes de las calles y muchos lo rechazaban por esto, fue el gran apoyo para el joven sacerdote. Algo encorvado, pequeño de estatura, siempre sonriente y amable, irradiaba una alegría contagiosa, que evangelizaba tanto como sus palabras.