Primera lectura: Deuteronomio 30, 9-14Salmo 68, 14.17.30-31.36-37Segunda lectura: Colosenses 1, 15-20
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?Jesús le preguntó a su vez: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?Él le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo.Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida.Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: ¿Y quién es mi prójimo?Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver.¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?El que tuvo compasión de él, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: Ve, y procede tú de la misma manera.
El relato es un diálogo de un doctor de la ley con Jesús. Podemos dividirlo en tres partes, ocupando el lugar central la parábola de Jesús sobre el buen samaritano.El primer diálogo comienza con una pregunta del doctor de la ley. Lucas nos informa de la actitud del doctor no busca la verdad, sino que quiere ponerlo a prueba. En realidad, no le interesa la respuesta de Jesús.Maynet Roland, sostiene que: “El doctor de la ley se levanta para tentar a Jesús. El especialista de la ley quiere poner a prueba el conocimiento y la ortodoxia de Aquél que enseña sin ser doctor de la Ley. Pero Jesús responde a su pregunta con otra pregunta y he aquí que aquél que quería jugar a ser maestro está obligado a responder como un alumno. Es él, el que debe superar ahora el examen delante de aquél que ha querido poner a prueba. Y es Jesús el que juzga de su competencia: has respondido bien”.La pregunta: Maestro ¿qué debo hacer para tener la vida eterna? Reconoce una cierta autoridad de Jesús llamándole Maestro. Quiere saber si para Jesús el camino para alcanzar la vida eterna es la ley, como senti-piensa él y todo buen judío.Jesús no suele hablar de vida eterna. De vida eterna hablan el doctor de la ley y el joven rico. Jesús suele hablar del Reino y de la entrada en el Reino.Jesús le devuelve la pregunta: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la lees? La ley puede leerse desde el Código de santidad y las leyes de pureza, o desde el Shema (escucha) Israel, oración que cada día reza todo judío.El legista responde a Jesús recitando el Shema. Jesús le dice: ‘Sabes cómo entrar en la vida eterna’. Vete, haz eso y vivirás. Jesús le reenvía a sí mismo. La verdad no está fuera de mí.Pero, el doctor de la ley para ‘justificar su intervención’, dice el texto, pregunta por quién es el prójimo. Y allí Jesús narra esta maravillosa historia con final feliz.El relato esconde la identidad del hombre herido. No se sabe si es judío o pagano. Sencillamente es un hombre. Tampoco los salteadores son identificados.“El problema no es saber quién ha sido herido o quienes lo han asaltado… Es un hombre medio muerto y tiene necesidad de otro hombre que lo salve. El problema es saber quién lo salvará. Y aquí la identidad de aquellos que pueden hacerlo es precisa. No hay paganos entre los tres candidatos salvadores, sino tres sujetos de la ley”, sostiene M. Roland. La parábola identifica al sacerdote y al levita con los salteadores. Lo dejan morir. No hacen nada para ayudarle a vivir. El samaritano hace todo lo posible para que el hombre viva e implica al hospedero en la misma tarea.La parábola es una parábola “autobiográfica”. A Jesús en Jn 8,48 lo llaman samaritano. El Samaritano es Dios que ha bajado del cielo para hacerse cargo de nosotros. No da rodeos para acercarse. El samaritano revela el amor del Padre y como a Dios se le conmueven las entrañas, verdadero atributo de Dios.¿Quién se comportó como prójimo?: ‘El que tuvo misericordia’. Ese es Dios. Dios es el que nos hace ‘prójimos’ de nuestros hermanos. El que hace misericordia.Para Juan María de la Mennais, el objeto del amor no es una idea: la humanidad; sino las personas concretas, el prójimo. El amor no vive de teorías, sino de acciones. ¿Quién es mi prójimo? El amor es universal, a todos, pero se expresa en el amor al singular, al cercano.Todos los indigentes tienen derecho a ser servidos por nosotros, pero el que se presenta con rostro concreto, tiene más derecho todavía.Es el Señor quien nos da prójimos, poniéndonoslos en el camino o uniéndonos a ellos por lazos.El prójimo de un Menesiano, son los niños. Es la parte de herencia que le ha tocado en este reparto de tesoros. Es el Señor quien le ha unido con lazo estrecho a ellos, por vocación. Es en ellos que debe expresar todo su amor. Es a ellos a los que debe curar, vendar, montar en su cabalgadura, llevar a la posada. El niño es prójimo del Menesiano por vocación. El niño es el prójimo del Menesiano en el tiempo y en la eternidad; el lazo que le une a él es eterno, no se rompe nunca.Jesús después de contar la parábola dice al doctor, como en la primera parte del relato: vete y haz lo mismo. Hacete prójimo de los demás. Ahora el doctor sabe lo que debe hacer para entrar en la vida eterna y sabe también quién es su prójimo. Jesús le ha dado respuesta a sus dos preguntas. (Hno Miguel Merino).
Jesús y el doctor de la Ley: Pretende ponerlo a prueba y termina siendo a-probado por Jesús. La intención del doctor es mantener la discusión en el plano de las ideas y Jesús lo aterriza en dos oportunidades: obra así y alcanzarás la vida (v28 y 37). El problema del doctor no está en las ideas, sino en que las ideas no se transforman en acciones: Andá y hacé lo mismo. Ojo con mantenernos en el plano de las ideas. Los prójimos son concretos y reclaman atención. Ojo con que la Ley te esconda/tape/oculte al prójimo y así pretendas justificarte.
Y en cuanto a la caridad hacia el prójimo, los niños y niñas ¿no son nuestros prójimos más aún que las otras personas? ¿No es sobre todo hacia ellos que estamos obligados a cumplir con toda perfección el precepto del amor, de los socorros mutuos… que Jesucristo impone a todos los cristianos? (S.VII p 2367).
Pasaba un hombre a Jericóque de Jerusalén partió,mas de camino algo ocurrió.Algún bandido lo asaltó,robó sus cosas y golpeó,muy mal herido lo dejó.Suerte o casualidad,a un sacerdote vio llegar,que lo rodeó y dejó solo tirado.Suerte o casualidad,lo vio un levita y sin parartambién marchó dejándolo de lado.Pero, pasando por allí un samaritano,lo vio y le tendió la manoy sus heridas las ungió.Llevó a hospedarloy se encargó de sus cuidadosy dejando en buenas manosal siguiente día partió.Y dijo cuida de él, yo pagaré,lo que gastes de más lo repondré.¿Quién te parece, de los tres,que se hizo prójimo de aquélque bajó de Jerusalén?El sacerdote no lo fuey aquel levita huyó también,pero te cuesta comprender.El buen samaritanocompasivo fue a ayudar.Sólo él se comportó como un hermano.La religión nos manda y el amor pone al final;tan solo hacer el bien nos hace hermanos.Pues de los trestan sólo aquel samaritanolo vio y le tendió la manoy sus heridas las ungió.Llevó a hospedarloy se encargó de sus cuidadosy dejando en buenas manosal siguiente día partió.Quien misericordioso llega a serencuentra a Dios y hace su amor crecer.Señor, quiero ser como el samaritano.Yo quiero ser un buen samaritano.