Isaías 29, 17-24Salmo 26, 1. 4. 13-14
Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: Ten piedad de nosotros, Hijo de David.Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: ¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?Ellos le respondieron: Sí, Señor.Jesús les tocó los ojos, diciendo: Que suceda como ustedes han creído.Y se les abrieron sus ojos.Entonces Jesús le dijo: ¡Cuidado! Que nadie lo sepa.Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Señor, hoy necesito que me enseñes a saber “gritar en mi oración”. Y no es que crea que estás sordo, ni que estás tan lejos que no me puedas oír. Necesito poner delante de tus ojos “mi vida desgarrada, mi corazón lacerado, mi alma dolorida”. A veces, la vida pesa demasiado, nos duele el alma; y cuando duele el alma es que duele todo. Quisiera en esos momentos duros de la vida, que vinieras a mí como médico y tocaras mis heridas sangrantes.Siempre me han impresionado los gritos en la oración. Aparecen con frecuencia en los salmos. También Jesús gritó en la Cruz. Es verdad que Dios Padre no necesita ni de gritos, ni siquiera de palabras. “Él sabe lo que necesitamos antes incluso de que lo pidamos”. (Mt. 6,8). Pero el grito es la mejor expresión de un corazón dolorido que, en medio del dolor, busca la cercanía de “una presencia”.Estos dos ciegos tenían necesidad de acercarse y encontrarse con Jesús. El Señor “les tocó los ojos”. Tenían suficiente fe como para que Jesús, como hizo con el Centurión, hiciera el milagro desde la distancia. Pero quiso tocar sus ojos enfermos. Jesús es ese médico maravilloso que quiere acecharse, ver, tocar la enfermedad y curarla. Mateo quiere dejar bien manifiesto que Jesús curaba con la cercanía de su amor.En realidad, podemos estar cojos, ciegos, sordos, mudos… pero nuestra enfermedad más profunda es la “lejanía de Dios”. Esos ciegos no tenían vista, pero tenían fe. Y Jesús los curó “conforme a su fe”. Y les dio una extraña recomendación: ¡Que nadie lo sepa! Pero ellos no hicieron caso y lo divulgaron por toda la región.Probablemente nosotros hubiéramos hecho lo mismo. ¿Cómo podemos ocultar las maravillas que Dios hace en nosotros? ¿Acaso no nos ha mandado el mismo Señor que publiquemos desde las azoteas lo que nos ha dicho en lo oculto? (Mt. 10,27).Con todo, hoy me parece también bonita la frase:” ¡que nadie lo sepa!… Hay muchas cosas maravillosas en nuestra vida que deben permanecer ocultas para que las disfrutemos en soledad, sin testigos, sólo ¡entre Él y nosotros! Es estupendo conservar en nuestro solitario corazón experiencias que han sucedido en nuestra vida “sin saber cómo”. (Mr. 4,27).Quiero darte las gracias por la riqueza de tus palabras. Nos podemos acercar a ti con nuestras palabras y con nuestros gritos; y podemos agradarte unas veces “divulgando” lo que haces con nosotros y otras veces “silenciándolo” y rumiándolo a solas contigo. Tú eres “presencia y ausencia”, “palabra y silencio”, “prosa y poesía”, “viento y brisa”. ¡Qué grande eres, Dios mío!
MÁXIMAJesús nos da la luz
Tratemos de descubrir que ocurre en el fondo de nuestra alma, si Dios nos instruye con su luz, y nuestra primera preocupación debe ser pedírsela; espesas tinieblas nos rodean por todas partes; no llegamos a comprender nuestros propios pensamientos, nuestras más íntimas disposiciones se nos esconden; la causa de nuestra caídas, nuestras mismas caídas a menudo las desconocemos; y de todos los misterios, el más impenetrable para el hombre es el hombre mismo. (Sobre el conocimiento de sí mismos)
Tengo tanto que agradecer,no hay palabras suficientes.Tu amor me rescató,tu gracia me transformó.Me viste caminando sin rumboy tu misericordia me alcanzó.No soy la misma de ayer,nueva criatura soy.Sabes que te amo, mi Señor.Sabes que te adoro con todo mi corazóny que agradezco todo lo que me has dado.¡Gracias, Jesús!Sabes que te amo, mi Señor.Sabes que te adoro con todo mi corazóny que agradezco todo lo que me has dado.¡Gracias, mi Dios!Tengo tanto que agradecer.Tus obras no me dejan de asombrar.Mi adorado Redentorme sigues demostrando tu bondad.
ORACIÓN POR EL CAPÍTULOSeñor Jesús,somos discípulas y discípulos tuyosque como Familia Menesiana del Cono Sur,queremos caminar en actitud sinodal,en un clima de constante discernimiento, para descubrir y responder a la invitaciónque nos haces de colaborar contigo, anunciando tu Evangelio.Señor Jesús,conscientes de nuestra fragilidad,ponemos confiados en tus manos,los cinco panes y dos peces que tenemospara que tú, desde tu sensibilidad,los repartas, transformandocorazones, mentes, manos y pies, saciando el hambre de fraternidad.Señor Jesús,enséñanos tu modo de ser misión,a mirar como comunidades educativascompasivamente la realidad,a tejer lazos de corresponsabilidadque nos hagan más hermanas y hermanosde tus predilectos, los pobres.Amén