Números 24, 2-7. 17Salmo 24, 4-9
Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?Jesús les respondió: Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?Ellos se hacían este razonamiento: Si respondemos: «Del cielo», él nos dirá: «Entonces, ¿por qué no creyeron en él? Y si decimos: «De los hombres», debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta.Por eso respondieron a Jesús: No sabemos.Él, por su parte, les respondió: Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto.
Si leemos el cap. 21 desde el inicio, veremos gestos de autoridad de parte de Jesús; humilde, sencillo, pero con gran autoridad. Comienza con la entrada a Jerusalén, aclamado como hijo de David, enviado por Dios. Luego se dedica a expulsar a todos los que comerciaban en el templo, enojado porque lo han convertido en cueva de ladrones. Tiene tiempo también de curar a ciegos y paralíticos. A la mañana siguiente maldice a una higuera, la cual inmediatamente se seca. Después de estas manifestaciones de autoridad, todos estaban admirados, incluido sus discípulos, a pesar de que ya habían visto muchos milagros antes.Se acercan entonces los sumos sacerdotes y jefes a preguntarle quién le ha dado tamaña autoridad. No tienen registro de que alguno de ellos se la haya dado. Con pocas palabras los hace callar y seguidamente cuenta parábolas que son una crítica cerrada a su modo de actuar.Es la libertad de Jesús lo que admira. Sabe que es muy peligroso enfrentarse a esa gente. Sabe que apenas tengan una oportunidad se lo harán pagar con creces y sin ninguna compasión. Pero sigue adelante. Como siguieron adelante Luther King, Romero, Mújica y tantos otros que pagaron con sus vidas, la libertad de decir verdades.Danos, Señor, la libertad de los hijos de Dios.
“Cuando vean a un hombre conducido a la cárcel o al suplicio, no se den prisa en decir: Ese hombre es un malvado que ha cometido un crimen contra los hombres. Porque puede muy bien ser un hombre bueno, que ha querido servir a los hombres y que se ve por ello castigado por sus opresores. Cuando vean un pueblo cargado de cadenas y entregado al verdugo, no se apresuren en decir: Ese pueblo es un pueblo violento, que pretendía alterar la paz de la tierra. Porque puede muy bien ser un pueblo mártir, que muere por la redención del género humano. Hace dieciocho siglos, en una ciudad de oriente, los pontífices y los reyes de aquel tiempo, clavaron en una cruz, después de haberlo azotado, a un sedicioso, a un blasfemo, como lo llamaban. El día de su muerte hubo gran espanto en el infierno y sumo gozo en el cielo, porque la sangre del justo había salvado al mundo”. (Palabras de un creyente, V)
Hay que seguir andando – Carballo
Nos duele amigos hasta los huesos,y se endurecen nuestras entrañasPor la injusticia, la cobardía,nos va invadiendo la hipocresía.Hay tanta bronca acumulada,tanta traición disimuladaque se nos cierran hasta las manos,y el desencanto nos va aquietando.Hay que seguir andando nomás,hay que seguir andando.Muchos no están, hermano mío,y el corazón siente el vacío.Corren lágrimas por nuestros rostros,ellos están juntos a nosotros.Por el dolor, la voz calladaque nos golpea, que nos aplasta.Resiste el hombre que está enjaulado,resiste el pueblo acribillado.Que no se cieguen nuestras miradasque nuestra historia no está cerrada.Son nuestro llanto, nuestra alegría,semilla abierta de nueva vida.Al hombre nuevo Dios va creando,con nuestro barro lo va engendrando.Jesús camina a nuestro lado,no tengas miedo, suma tu mano.Su espíritu sigue impulsandoa éste pueblo crucificado.El pueblo libre será posible,muchos testigos hoy nos lo dicen.Padre Angelelli, Oscar Romero,Carlos Mujica, mil compañeros,Su sangre canta en nuestras cuerdas,éste es el tiempo del hombre nuevo.