San Lázaro

Génesis 49, 1-2. 8-10
Salmo 71, 1-4. 7-8. 17

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.
Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Aram; Aram, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.
Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.
Salomón fue padre de Roboam; Roboam, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Joram; Joram, padre de Ozías.
Ozías fue padre de Joatam; Joatam, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel;  Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacim; Eliacim, padre de Azor.
Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquim; Aquim, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

El Evangelio de este día nos presenta el árbol genealógico de Jesús. En el aparecen infinidad de personas y de nombres que en su debido tiempo han escrito con sus vidas y su historia y que con la presencia de Dios en su vida la han transformado en historia de Salvación.

Gracias a esas personas Dios ha hecho posible que su proyecto de salvación siga siempre adelante, sin interrupciones, a pesar de los desaciertos y equivocaciones que esas mismas personas pudieron haber cometido. Aquí valen las palabras de San Pablo, cuando expresa en las cartas a los Romanos: «Donde abundó el pecado sobreabundo la gracia de Dios». De esta manera y a través de las personas Dios ha podido concretar, ha podido cumplir su bendición más perfecta para toda la humanidad.

A través de su Hijo Jesucristo, que como lo demuestra en el Evangelio no es alguien aislado de toda la historia pasada, Dios también nos ha soñado, de toda la eternidad como su Hijo Jesús y para que este sueño se haga realidad también fue necesario contar con muchas personas para que podamos nacer a la vida. Cuántos nombres están escritos en nuestros corazones, cuantos han contribuido para que hoy seamos lo que somos, hoy también y por gracia de Dios podemos ser llamados hijos, padre, hermano, nietos, abuelos, amigos. Cuanto amor fue necesario derramar, cuantas personas fueron necesarias para que nuestra vida surja hacia la luz.

Te invito a que traigas a tu mente y a tu corazón todos los nombres de esas personas, que te han ayudado y te han acompañado y que aun, seguramente, hoy siguen acompañándote, para poder ser parte de esta historia maravillosa y que seguramente también te han invitado y enseñado el camino de la fe, a encontrarte con Jesús. Este tiempo de Adviento, es momento de dar gracias por todos ellos.


Nos gusta fijar la mirada en los retratos de nuestros antepasados. Los conservamos con esmero como una herencia preciosa, porque los recuerdos más dulces están adheridos a los cuadros que nos recuerdan a las personas que hemos querido. (Sermón sobre el 1º mandamiento)

Nuestra historia es posible traducirla
en la huella sangrante de tus pasos,
en tu rostro, Señor, en tus heridas,  
en un tronco, en las espinas, en tres clavos.

Porque en cada palabra que dijiste
y entre cada gesto que entregaste
y entre cada silencio que guardabas
ibas, Señor, cantándonos la vida.

Y es por ello posible lo imposible,
es posible esperar lo inesperado,
es posible creer en lo increíble,
es posible morir resucitando.

Y te esperan así los postergados
y te esperan los pobres y sencillos
y te esperan también los olvidados
y te esperan a lo largo de los siglos.

Porque vienen tus manos luminosas,
porque vienes Jesús resucitado.
Porque vienes triunfando de las sombras
porque todo en Ti se ha iluminado.

Y es por ello posible lo imposible,
es posible esperar lo inesperado,
es posible creer en lo increíble,
es posible morir resucitando.

Porque viene contigo la justicia,
la libertad de todos los cautivos
y en Ti tienen la paz los perseguidos
y tu luz y tu amor los humillados.
Y es por ello posible lo imposible,
es posible morir resucitando.