1º Samuel 1, 20-22. 24-28Salmo 79, 2-3. 15-16. 18-191ª Juan 3, 1-2. 21-24
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.Todos los que los oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.Al ver, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados.Jesús les respondió: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?Ellos no entendieron lo que les decía.Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres.
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia, fiesta instituida por el Vaticano II, que habla de la familia como Iglesia doméstica y nos invita a darle a la familia el lugar que tiene en nuestra historia y en nuestras historias. No tenemos familia. Somos familia. Y en esta línea los menesianos somos llamados a vivir ‘en modo familia’.Estamos en el Tiempo Litúrgico de Navidad, en el que se leen evangelios de la infancia de Jesús. Sabemos que estos pasajes son relatos teológicos y cristológicos, no históricos (al menos como nosotros entendemos hoy la historia). El de hoy es el último de esos pasajes en Lucas y sirve de enlace con su vida apostólica.Por este relato sabemos que José y María eran unos judíos muy piadosos, que bajaban cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua, a rezar en el Templo y agradecer las bendiciones de Dios. El niño Jesús había cumplido 12 años y era un adulto para los judíos. Para la gran peregrinación, que podía durar varios días, solían juntarse los del mismo pueblo y pueblos cercanos e iban en caravana.Al emprender el viaje de regreso pronto se dan cuenta de que falta Jesús y regresan a Jerusalén. Esa angustia se transformó en asombro cuando, por fin, lo encontraron en el Templo escuchando y preguntando a los doctores de la Ley. El evangelista no pretende narrarnos los detalles históricos del hecho, sino revelarnos anticipadamente, a la luz de la fe pascual, la identidad profunda de Jesús, el Hijo de Dios; y comunicarnos la actitud de Jesús, dedicado por completo a los asuntos de su Padre.Pocas veces nos encontramos en el evangelio tan explicitados los sentimientos de los padres de Jesús: “tu padre y yo te buscábamos angustiados”. A la angustia se suma la desorientación: “¿por qué nos has tratado así?”.Jesús se extraña de que le buscaran. Él tenía que estar en la casa de su Padre. Esta escena es, desde luego, difícil de interpretar, aunque podemos aprender mucho de ella. Aprender a no querer saberlo y comprenderlo todo; aprender a no querer agotar el misterio de Dios e intentar racionalizarlo sin más; aprender a acoger con delicadeza de corazón el despliegue de los demás aunque esto nos desconcierte; aprender a acompañarnos en los procesos y no abandonar nunca; aprender a sostener al otro en los momentos de angustia, como lo hizo José con María; aprender que los hijos no nos pertenecen; aprender… María tampoco comprendió lo que acababa de pasar, y no será la última vez, pero se fio de Dios y guardó, en su corazón, todo lo que acababa de vivir, para poder seguir rumiándolo.Lucas nos dice que, después de esta escena, Jesús volvió a Nazaret, que vivió en obediencia a sus padres y siguió creciendo en su familia en distintas dimensiones: espiritual, física, intelectual, etc. Crecemos en familia, no sólo crecen los hijos, también crecen los papás y cuando un miembro de la familia crece, todos crecemos.Agradezcamos a Dios el regalo que nos ha hecho de la familia, es la tierra en la que crecemos, con sus virtudes y defectos. Ama esa tierra y todo será distinto.
Jesús y su familia: nació y vivió como hijo, como hijo acompañó a sus papás al Templo, creció en la fe religiosa de ellos, mamó de su familia el valor del trabajo y de la cotidianeidad, aprendió a observar la naturaleza y a leer la presencia de Dios en ella, vivió el valor del otro y en especial del necesitado, supo hacerse próximo y aprendió a rezar en familia, memorizó salmos y textos de la Torá, escuchó interpretaciones de estos en la sinagoga, en el Templo y seguramente en su casa, también rumió lo que a él le decían, descubrió incoherencias en la Ley y en las actitudes de los maestros. Amó su tierra, amó su familia, amó su historia.
Lamento que el momento de volver a vernos se atrase un poco, cuando vuelva, iré a pasar algunos días con ustedes, quisiera ya estar ahí, porque ¿dónde se está mejor que en el seno de la familia? Mis pequeñas sobrinas, mis pequeños sobrinos habrán crecido mucho y serán muy buenos. (Carta a Ángel Blaise, 11-VIII-1814)
Somos familia menesiana que quiere seguir a Jesús.Con alegría anunciar su Palabraa los sedientos de un agua nueva.Por eso estamos aquí, la la la la.Conmigo puedes contar, la la la la.Y dejaré mi equipaje a un lado para tener bien abiertas las manosy el corazón lleno de paz.Somos ciudadanos de un mundoque fue creado como casa de todos,como el hogar de una gran familiadonde todos vivimos en paz.