15 de diciembre de 2025

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Evangelio del día

Lunes de la 3ª semana de Adviento

En aquellos días, mientras Jesús enseñaba en el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron: ¿Con qué derecho haces todas estas cosas? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?
Jesús les respondió: Yo también les voy a hacer una pregunta, y si me la responden, les diré con qué autoridad hago lo que hago: ¿De dónde venía el bautismo de Juan, del cielo o de la tierra?
Ellos pensaron para sus adentros: Si decimos que del cielo, él nos va a decir: ‘Entonces, ¿por qué no le creyeron?’ Si decimos de los hombres, se nos va a echar encima el pueblo, porque todos tienen a Juan por un profeta». Entonces respondieron: «No lo sabemos.
Jesús les replicó: Pues tampoco yo les digo con qué autoridad hago lo que hago.

Existían procedimientos establecidos para transmitir la autoridad de una generación a la siguiente. En la mayoría de los casos, se examinaba la valía del candidato. Un sacerdote o rabino le imponía las manos, preferiblemente en una ceremonia pública. Esto no solo servía para transmitir la autoridad divina, sino que también protegía a la gente de intrusos y falsos profetas.
El Sanedrín, del cual formaban parte los principales sacerdotes y los ancianos, era la máxima autoridad de Israel. ¿Cómo puede su autoridad exceder la de ellos? ¿De dónde proviene su autoridad? La cuestión de la autoridad es importante en el Evangelio de Mateo.

Hoy, Jesús, con sus dichos y acciones, desafía la autoridad de los jefes religiosos que lo provocan, dejando al descubierto su pecado. Él está enseñando en el templo, con una autoridad que los Sumos Sacerdotes y los Ancianos del pueblo no tenían, pues no hacían lo que decían, y sus simpatizantes se estaban marchando con Jesús.
Para atacarlo, ellos buscan cuestionar su autoridad: si no viene de familia sacerdotal ni salió de ninguna afamada escuela de escribas, ¿por qué hace lo que hace?
Pero Jesús los conoce, y pone un argumento incuestionable: lo que viene de Dios se hace evidente por sí mismo.

En nuestra vida, la autoridad puede ser mal usada, incluso entre la gente cercana a Dios. Jesús empleó su autoridad divina no para dominar, sino para servir. Cualquiera sea la autoridad que tengamos, pidamos al Señor nos permita usarla en el amante servicio de los que me rodean


Es sobre él (Cristo) que la iglesia será edificada; es en él que todo será apoyado, que todo descansará; es a él a quien en primer lugar se entregan las llaves del reino de los cielos para marcar su autoridad suprema. (S.III, 113. Para la fiesta de San Pedro)

En los valles de silencio
donde el alma pierde voz,
tu caminas a mi lado
y no temeré el dolor.
Tú preparas mi camino
entre espinas y traición.
Con aceite me levantas
y me abrazas con perdón.

Tu vara me sostiene,
tu amor no fallará.
En las sombras más oscuras
tu luz me guía en paz.
Aunque todo se derrumbe
no me vas a abandonar.
Buen pastor, tú me conduces,
a morar en tu verdad.

Mi copa está rebosando
en presencia del temor.
Haz cubierto mi vergüenza
con la gracia del Señor.
Me persigue tu bondad
como río sin final.
En tu casa, para siempre,
voy a descansar.

Aunque pase por el fuego,
aunque sienta soledad,
tu promesa es mi refugio,
tu palabra mi cantar.

Tu vara me sostiene,
tu amor no fallará.
Buen pastor, tú me conduces
a morar en tu verdad.