18 de abril de 2025

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Evangelio del día

San David Uribe Velazco

Ezequiel 37, 21-28
Jeremías 31, 10-13 (Salmo)

Al ver lo que Jesús hizo, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: ¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación.
Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?
No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús.
Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.
Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: ¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?
Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.

Este relato, que es el final del capítulo en el que el evangelio de Juan describe la resurrección de Lázaro, presenta una enseñanza, que, en el fondo, es una lección de suma actualidad para todos lo tiempos, pero sin duda especialmente para el momento presente. Porque, si en todos los tiempos, la violencia y el crimen estuvieron presentes, en el momento actual no lo están menos. De sobra sabemos hasta que punto las noticias que nos llegan, a todas horas y por todas partes, nos llegan a abrumar hasta el extremo de que los informativos nos resultan insoportables.

El relato del evangelio es de una importancia histórica singular (R. Aguirre). Porque aquí es donde da cuenta de lo que motivó a las autoridades del Sanedrín para decretar la muerte de Jesús: “aquel día decidieron darle muerte” (Jn11,53). ¿Qué había hecho Jesús para motivar semejante decisión? Había denunciado en público el culto religioso del templo diciendo que aquello ya no era la “casa del Padre”, sino que se había hecho de ella “una casa de negocios” (Jn 2,16). Es decir, aquellos “funcionarios” de la religión habían hecho del culto a Dios, un negocio. O sea, su Dios era el dinero, el lujo, la buena vida.
Y lo segundo que hizo Jesús fue demostrar, mediante sus hechos prodigiosos (cuya cima fue la resurrección de Lázaro), que Dios estaba con él y le daba la razón. Lo cual tuvo una consecuencia: la gente creía a Jesús, todo el mundo se iba con él o se ponía de su parte. Y esto fue lo que los Sumos Sacerdotes y demás autoridades religiosas no soportaron. Vieron que el negocio se les iba de las manos.

La consecuencia fue la violencia, el recurso a la fuerza, la condena y la muerte. Es genial la libertad de los profetas. Pero, ¡qué peligrosa es esa libertad para el profeta! Hoy lo estamos viendo. Por todo el mundo ha habido (y hay) incontables mujeres y hombres que, por defender los derechos humanos y la liberación de los oprimidos, han pagado con indecibles sufrimientos y hasta con sus vidas la libertad por la que lucharon. Esas mujeres y esos hombres son un reclamo incesante para quienes tranquilizamos nuestras conciencias con argumentos que nada resuelven.


¡Ojalá comiences a vivir una vida eterna! Dios mío, te he escogido como mi herencia, y esta herencia no me será nunca arrebatada; sólo Tú significas algo para mí, y para siempre sólo Tú, Dios mío, serás todo para mí: la vida no es nada, la reputación no es nada, la ciencia no es nada, la salud no es nada, la fortuna no es nada, ¡Dios sólo! ¡Dios sólo! (Memorial 90)

Por tu iglesia
que te espera a oscuras,
por tu pueblo que te reza,
aguardando la aurora,
Te rogamos, te rogamos.

Por las naciones paganas
que tienen sed de ti
sin saberlo,
ten piedad, ten piedad.

Por los pueblos oprimidos,
por el totalitarismo
y la opresión de la mentira.

Por aquellos perseguidos
por tu nombre,
que se ocultan para orar
y aquellos extraídos de su hogar.

Por sus perseguidores,
cegados por el odio.
Perdónales, Padre,
no saben lo que hacen.

Por los que no nos aman,
por los que no sabemos amar,
por los que sufren y agonizan
y hoy duermen en el hospital.

Por los que hoy es su última noche,
cuyos ojos no verán el nuevo día.
Ten piedad, ten piedad.

Por todos los que sufren la tentación
del suicidio,
Por los dispuestos
a dejar ganar al mal.

Por aquellos cuyas noches
son interminables
y a los que en la angustia
les ha quitado la paz.

Kyrie eleison, Kyrie eleison…

Por aquellos que trabajan en la prostitución
y se ven obligados
a vender su amor.
Por los que caen en la trampa
del vicio y las drogas.

Por los que hoy duermen en prisión.
Por los que hoy esperan su ejecución.
Por aquellos a los que torturan.

Por criminales, por los ladrones,
por los que erran en soledad,
por los que sufren
la indiferencia de los demás.

Kyrie eleison, Kyrie eleison …

Por la ciudad,
por todos sus habitantes
que en sus sueños
sólo existas Tú.
Por nuestros difuntos
que aún no han visto tu rostro.
Por los alejados entre la multitud.

Por los niños que descansan
en el seno de su madre.
Por las mujeres
que van a dar a luz.

Para que reine
tu paz en cada hogar.
Por los que quieren
saciar tu sed de amar.

Kyrie eleison, Kyrie eleison …

Ten piedad, ten piedad…