Vocación

Tienes mucha razón en considerar tu vocación como una gracia insigne. El Señor no te podía dar una mayor, pues te ha llamado a continuar la misión que su propio Hijo desempeñó en la tierra; como él, enseñas, y tus trabajos tienen por objeto la salvación de las almas; ella constituirá tu corona si, como no lo dudo, perseveras hasta el fin. (Al H. Anastase, 25 de julio de 1845)

Señor Jesús, te damos gracias
por la sublime vocación
que nos has regalado.
Danos tu Espíritu para que pasemos
por el mundo
haciendo el bien que Tú mismo hiciste.
Que nuestra educación evangelice hoy a todos,
que instruya a los pobres, que dé vista a los ciegos,
que haga caminar a los débiles y cansados.
Concédenos vivir hoy y siempre de tal forma
que eduquemos a los que nos son confiados,
abramos los ojos a los niños y a los jóvenes,
sanemos a los débiles,
resucitemos a los que viven sepultados lejos de ti.
Que tu presencia en nuestra vida fraterna
nos haga capaces de realizar prodigios
en el orden espiritual para gloria tuya. Amén

El río vacruzando tanta inmensidad
buscando el hondo azul del mar
igual que yo la libertad.
Y mi canción que solo intenta hablar de amor
se acerca siempre a los demás
a puro corazón.

Hermano aquí,
la vida nos empuja y siempre pide más
nos pide la esperanza para caminar
buscando el horizonte de la libertad.
Y vos y yo,
que ya hemos aprendido que es mejor soñar
salimos victoriosos de la soledad
cantando con el alma estremecida… siempre
cantando con el alma cada día.

El río va corriendo hacia la inmensidad
así como la vida va
corriendo hacia la libertad.
Y vos y yo buscando como el río al mar
sabemos que para llegar
tenemos que seguir.

Hermano aquí,
la vida nos empuja y siempre pide más
nos pide la esperanza para caminar
buscando el horizonte de la libertad.
Y vos y yo,
que ya hemos aprendido que es mejor soñar
salimos victoriosos de la soledad
cantando con el alma estremecida… siempre
cantando con el alma cada día.

Antífona 1
Me ha alegrado mucho tu carta, pues muestras en ella que estás firme en tu vocación; bendigo al Señor por ello.

Salmo 41
Deseo del Señor

Como busca la cierva 
corrientes de agua, 
así mi alma te busca 
a ti, Dios mío; 

tiene Sed de Dios, 
del Dios vivo: 
¿cuándo entraré a ver 
el rostro de Dios? 

Las lágrimas son mi pan 
noche y día. 
mientras todo el día me repiten: 
«¿Dónde está tu Dios?» 

Recuerdo otros tiempos, 
y desahogo mi alma conmigo: 
cómo marchaba a la cabeza del grupo, 
hacia la casa de Dios, 
entre cantos de júbilo y alabanza, 
en el bullicio de la fiesta. 

¿Por qué te acongojas, alma mía, 
por qué te me turbas? 
Espera en Dios que volverás a alabarlo: 
«Salud de mi rostro, Dios mío». 

Cuando mi alma se acongoja, 
te recuerdo 
desde el Jordán y el Hermón 
y el Monte Menor. 

Una sima grita a otra sima 
con voz de cascadas: 
tus torrentes y tus olas 
me han arrollado. 

De día el Señor 
me hará misericordia, 
de noche cantaré la alabanza 
del Dios de mi vida. 

Diré a Dios: «Roca mía, 
¿por qué me olvidas? 
¿Por qué voy andando, sombrío, 
hostigado por mi enemigo?» 

Se me rompen los huesos 
por las burlas del adversario; 
todo el día me preguntan: 
«¿Dónde está tu Dios?» 

¿Por qué te acongojas, alma mía, 
por qué te me turbas? 
Espera en Dios que volverás a alabarlo: 
«Salud de mi rostro, Dios mío».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Me ha alegrado mucho tu carta, pues muestras en ella que estás firme en tu vocación; bendigo al Señor por ello.


Antífona 2
Las dudas que tienes sobre tu vocación no son más que una ilusión del demonio, contra la cual debes precaverte.

Consagrados a ti – Fones

Confiados en tu misericordia
nos acercamos a ti, Señor,
para ofrecerte de nuevo la vida,
para entregarte nuestra voluntad.

Venimos con María, nuestra Madre,
en la presencia de tus santos, Señor.
Venimos a cantar tu infinita bondad,
el triunfo de tu gracia, nuestra libertad.

Con tu amor y gracia, Señor, caminaremos.
Cielo nuevo, nueva canción, proclamaremos.
Funde a fuego nuestra misión,
lánzanos a la aventura.
Manos que parten pan, consagrado el andar.

Eterno Señor de todas las cosas
seguimos tu bandera.
Conoces de sobra nuestra humanidad.
Fecunda nuestras miserias,
refunda nuestras fronteras.

Hay hambre en el mundo de hoy,
Hambre de pan y justicia, Señor.
Toma nuestros brazos, queremos servir,
contigo, el Reino construir.

Confiados en tu misericordia
nos acercamos a ti, Señor.
Venimos a cantar tu infinita bondad,
el triunfo de tu gracia, nuestra libertad.

Antífona 2
Las dudas que tienes sobre tu vocación no son más que una ilusión del demonio, contra la cual debes precaverte.


¡Sublime vocación!, no sabría repetirlo suficientemente; canten el cántico de acción de gracias si la han recibido, y tengan cuidado de no ser nunca infieles; ¡pero qué santidad exige! ¡Qué fe tan fuerte! ¡Qué esfuerzo de oración! ¡Qué unión con Dios y qué pureza de intención! ¡Qué perfección de obediencia! Qué ardor celoso! Todo eso les será dado, no lo duden, si lo piden humildemente y si tienen un sincero de deseo de conseguirlo. Ánimo pues, no teman nada. Dios estará con ustedes.
Estrechen cada vez más los lazos que les unen a él. Ámenle cada día más y cada día les colmará con nuevos favores, con nuevas gracias, con nuevos beneficios; y cada día su yugo les parecerá más dulce y su peso más ligero; pero será sobre todo cuando toquen el término de una carrera tan bella y tan santa que su alegría en el Señor será grande; irán a él llenos de confianza, como un servidor se presenta sin miedo delante de su amo después de generosos trabajos, después de largos y penosos combates sostenidos por sus intereses y su gloria.
Los niños pequeños que habrán santificado implorarán el perdón y la misericordia para su pobre alma; a su vez ellos se convertirán en sus protectores y en su apoyo. (S VII, p. 2233, apertura retiro, vocación)

Antífona
Tu carta me ha alegrado mucho; pido al Señor de todo corazón que te reafirme cada vez más en tu vocación y en su santo amor.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la familia de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Despertad, preparaos,
rompiendo las tinieblas viene el sol;
despertad, preparaos,
la salvación nos visita
y se encarna en nuestro pueblo.

Es la Salvación que nos libera
de nuestros enemigos y del poder del mal,
nos sostiene con su misericordia
con la que bendijo a nuestros padres,
porque Él recuerda siempre su Alianza
y el juramento que juró a Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia
en su Presencia, toda nuestra vida.
Y tú, Juan, serás llamado ‘profeta del Altísimo’
porque irás delante de Él preparando el camino,
anunciando a su pueblo la Salvación
y el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios
nos visitará el sol que nace de lo alto
para que su luz alumbre a los que viven
en las tinieblas y en sombras de muerte
para guiar, siempre, nuestros pasos,
por el camino de su paz.

Antífona
Tu carta me ha alegrado mucho; pido al Señor de todo corazón que te reafirme cada vez más en tu vocación y en su santo amor.

A cada intención respondemos:

Gracias, Señor, por tu fidelidad
-. Te bendecimos por el regalo de la vocación que nos haces a cada uno.
-. Te damos gracias por estar siempre a nuestro lado.
-. Te alabamos por habernos llamado a reproducir la imagen de tu Hijo entre los niños y jóvenes.
-. Te bendecimos por los educadores menesianos que viven vocacionadamente su misión.
-. Te damos gracias por el don de la Familia Menesiana a la Iglesia.
-. Te alabamos por los niños y jóvenes que nos confías, que no se pierda ni uno solo.

Padre Bueno, te bendecimos por la sublime vocación a la que nos has convocado, la del mismo Jesucristo, que ha pasado haciendo el bien, instruyendo a los pobres, dando vista a los ciegos, haciendo andar a los cojos, curando a los enfermos y a todos anunciando la Buena Noticia. Por el mismo Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.