Santa María Goretti – Santa Nazaria Ignacia March Mesa

Amós 9, 11-15
Salmo 84, 9. 11-14


Evangelio: Mateo 9, 14-17

Se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron:
¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?
Jesús les respondió:
¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado y entonces ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No! El vino nuevo se pone en odres nuevos y así ambos se conservan.

En la casa de Mateo están los publicanos, los discípulos de Jesús, los fariseos y ahora llegan los discípulos de Juan. Son mundos muy diferentes que se encuentran y que difícilmente se entiendan. Estamos en el fin de la vieja alianza y el comienzo de la nueva. Juan es como la bisagra que abre a lo nuevo; él está culminando ese viejo pacto, preparando el nuevo.

Eso se ve muy claro en los dos relatos del anuncio de Juan y de Jesús: En el primero, cuando se anuncia a Juan, el encuentro se da en el lugar más santo del sagrado templo de Jerusalén, la ciudad santa. Y se dirige a un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías y su mujer era descendiente de Aarón. En el anuncio de la encarnación de Jesús, la que recibe el mensaje es una chica pobre de un pueblo perdido de Israel, de novia con un artesano; gente sencilla y anónima.

El matrimonio, viejo ya, no tenía descendencia. Isabel era estéril y Zacarías queda mudo. Todo un simbolismo para expresar que ya lo antiguo no va más, ya no puede producir frutos y enmudece frente al misterio nuevo que se revela. Los discípulos de Juan siguen enganchados en los antiguos conceptos, les cuesta entender la nueva revelación, pero buscan entender. Los nuevo no puede caber en los antiguos odres, roídos por el tiempo y, sobre todo, mal entendidos por maestros que los llenaron de ritos y normas, que más que liberar esclavizaban.

Dios quiere hacer un nuevo pacto de liberación, amplio como el mundo, para todos sin distinción. Algo nuevo está surgiendo, se está preparando una fiesta de bodas y no hay lugar para la tristeza. De los grupos que aparecen aquí, dos siguen prendidos en lo antiguo. Uno, el de los fariseos, sigue aferrado a ello y no dejará entrar el vino nuevo a sus vida. El otro, el grupo de Juan, se abre a la novedad, pregunta, cuestiona, desea saber.

Después de 2000 años en nuestra Iglesia se repiten los personajes. Están los que quieren guardar todo inmutable por los siglos de los siglos, sin cambiar un ápice unas tradiciones que se vuelven obstáculo en lugar de trampolín. Y están los que avanzan y los que se sienten tirados entre lo nuevo y lo viejo, sin saber a veces para dónde ir.

Sigamos buscando esos odres nuevos donde poner el vino nuevo de Jesús. Una nueva Iglesia se perfila. No ya la del templo majestuoso pero estéril, sino la de la sencilla Nazaret, humilde y anónima, pero llena del Espíritu.


¡Qué Dios bendiga su sacrificio y sus trabajos! Vaya a extender lejos el reino de Jesucristo, trabaje con un celo nuevo en profundizar los cimientos de una nueva Iglesia.  (A Bruté)

Ya no quiero ser igual,
dame un nuevo corazón.
Sobre estos huesos secos
sopla y haz todo de nuevo.

Con tu sangre me sanas,
con tus llagas me curas,
con tu amor me restauras.
Sopla en mí la frescura de tu gracia.

Sorpréndeme, haz cosas nuevas.
Renueva mi vida en tu presencia.

Ven, ven, ven Espíritu, ven,
 ven, ven espíritu ven.
Haz cosas nuevas.

SANTA MARÍA GORETTI (1890-1902) fue una joven laica italiana mártir. La precariedad económica de la familia hizo que tuvieran que emigrar varias veces, hasta asentarse en Ferriere di Conca. La muerte de su padre cuando ella tenía 9 años, obligó a la madre a salir a trabajar, quedando María encargada de sus hermanitos. Un joven vecino, Alejandro, enojado por el rechazo a sus propuestas amorosas, fuera de sí, la atacó salvajemente. Antes de morir, María perdonó a su asesino, el cual, después de muchos años de cárcel, pidió el perdón de la familia y pasó el resto de su vida como jardinero en un convento de capuchinos.
SANTA NAZARIA IGNACIA MARCH MESA (1889-1943) fue una religiosa española, que pasó la mayor de su vida apostólica en Bolivia. Ingresó a la vida religiosa en México, donde se había trasladado con sus padres. En 1925 fundó la congregación de las Misioneras de la Cruzada Pontificia, con una espiritualidad marcadamente ignaciana. Rápidamente la congregación se extendió a otros países, entre ellos Argentina, Uruguay y España. Fundo en 1933 en Oruro el primer sindicato obrero femenino de Bolivia. En 1936, estando en España, fue apresada por los revolucionarios, siendo liberada gracias a la mediación de los consulados de Argentina y Uruguay. Falleció en Buenos Aires y su cuerpo trasladado a Oruro.