1ª Corintios 9, 16-19. 22-27Salmo 83, 3-6. 12
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.Les hizo también esta comparación: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo’, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano!
El Evangelio hoy nos invita a no juzgar. Y nos da varias razones: No debemos juzgar a los demás, primero porque el juicio pertenece a Dios, sólo Dios conoce el corazón del hombre. Nosotros siempre nos equivocamos, nos falta misericordia y comprensión ante los demás.La segunda razón que la medida que usemos con los demás la usaran con nosotros. Esta tendría que ser suficiente para ayudarnos a controlar nuestros pensamientos, y nuestra boca. Es mejor elegir la medida de misericordia que la legalista, ya que si nos cae el peso de la ley todos andamos faltos.Y en tercer lugar porque todos somos imperfectos, tanto y más que los otros. Aprendamos a ser intransigentes con el pecado -¡comenzando por el nuestro!- e indulgentes con las personas.Conocer nuestra debilidad, nos ayudará a ser un poco más comprensivos para con nosotros y con los que nos rodean, con aquellos que nos toca compartir nuestro tiempo y nuestra persona. Conocer nuestras propias limitaciones, admitirlas y aceptarlas nos capacita para darnos cuenta que los otros también tienen que soportar nuestras carencias. Solo el amor sana muchas heridas. Nuestros pecados, nuestras equivocaciones, nuestros errores nos tienen que servir para crecer en comprensión, amabilidad y humildad para con los demás. Necesitamos aprovechar los fallos y aprender de los errores.
MÁXIMA«No juzguen y no serán juzgados»
¡Ah!, en adelante sé más cuidadoso, querido hijo: el orgullo ha tendido mil lazos a tu alrededor, y para hacerte caer más fácilmente los ha cubierto de flores; los llamo así a los mil pretextos que te ofuscan y te hacen creer que no buscas más que el bien, incluso en aquellas mismas ocasiones en las que en realidad lo que haces está mal. Te suplico que, si no quieres extraviarte, desconfíes más de tu propio juicio: humíllate y humíllate cada vez más; nunca serás demasiado humilde.” (Al H. Ambrosio, 4 de junio de 1844)
Nosotros miramos las apariencias,pero Dios ve el corazón.¿Y tú qué sabes, qué sabes de mi silencio?Dime ¿qué sabes, qué sabes de mis secretos?¿Qué descubres en mi mirada?¿Qué intuyes en mis palabras?Dime ¿qué sabes? ¿Y tú qué sabes?¿Qué conoces de mi alegría?Dime ¿qué sabes?¿Qué sabes de mi melancolía?¿Qué conoces de mi poesía?¿Qué intuyes de mi melodía?Tú no sabes nada, no sabes nadaNo sabes nada.Entonces ¿por qué me juzgas,si no sabes nada, no sabes nada?¿Y yo qué sé? ¿Qué sé yo de tu silencio?Yo no sé nada, no sé nada de tus secretosNo sé nada de tu poesía.Qué se yo de tu melancolía.Yo tampoco sé nada,yo no sé nada.Yo tampoco sé nada.Entonces ¿por qué te juzgo,si yo no sé nada?No sabemos nadaEntonces ¿por qué nos juzgamos,si no sabemos nada,no sabemos nada?