Primera lectura: Sofonías 3, 14-18ªSalmo; Isaías 12, 2-3. 4b-6Segunda lectura: Filipenses 4, 4-7
Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.Éste comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.La gente le preguntaba: ¿Qué debemos hacer entonces?Él les respondía: El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto.Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: Maestro, ¿qué debemos hacer?Él les respondió: No exijan más de lo estipulado.A su vez, unos soldados le preguntaron: Y nosotros, ¿qué debemos hacer?Juan les respondió: No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo.Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, al que yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible.Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
La palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto». Así de simple y así de claro.¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestras heladeras/freezer repletas de comida?También para los publicanos, hombres de negocio al servicio del imperio romano, tiene una respuesta clara ante la pregunta: ¿qué debemos hacer? «No exijan más de lo estipulado». No sean injustos, no abusen de su poder.Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana en un mundo tan corrupto? ¿No hemos de empezar por casa a ser justos y a no exigir a nadie más allá de sus posibilidades y a poner el poder al servicio del bien común y no hacer de él una herramienta para servirnos?Y también los soldados se animaron a preguntar: ¿Y nosotros qué debemos hacer? Nuevamente la respuesta sorprende por la claridad, precisión y actualidad: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo».¿Qué podemos decir ante una Iglesia que en más de una oportunidad ha extorsionado, ha hecho uso y abuso de poder y hoy, en el mejor de los casos, lamenta y llora su pecado? Que estamos en buen camino, que estamos para servir no para servirnos, que estamos para cuidar y no abusar, que estamos para ayudar a caminar y no para entorpecer el desarrollo humano de los niños y jóvenes, que estamos para testimoniar el seguimiento de Jesús y no para hacernos eco de comentarios descalificadores…El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad. Al contrario, es esta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando el seguimiento de Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.También los menesianos nos acercamos a preguntar: ¿y nosotros qué debemos hacer? Y seguramente la respuesta de Juan no se hará esperar. ‘Al educar no busquen su gloria, no se envanezcan; háganlo todo por Dios Solo, ‘¿acaso esto nos les basta?’También me puedo acercar personalmente a Juan y decirle: ¿qué debo hacer? Y no hacer la de Pilato, preguntar e irse, sino escucharlo atentamente… ¿qué siento que me dice, por dónde va su pedido?
Dios y su pueblo: La palabra de Dios sigue llegando al pueblo a través de sus servidores, en este caso es por medio de Juan. Un Dios que invita a la conversión, al cambio de mentalidad que se debe expresar en actitudes concretas para con los demás. El Dios de Jesús es un Dios encarnado, no es teórico es concreto, tan concreto que la conversión que espera es que humanicemos más nuestras relaciones con los próximos. No se trata de rendir culto, sino de vivir con los ojos y las manos abiertas al otro.Juan y el pueblo: No anda con vueltas, su mensaje es claro y concreto. No busca quedar bien con nadie. Sabe cuál es su lugar. No quiere ocupar el lugar del Hijo; ese viene detrás. No se la cree. Invita a creer que un mundo más humano es posible, si cada uno aporta un cambio de actitud. No predica en el templo, sino en el desierto a orillas del Jordán. Su mensaje es de justicia, coherencia y compasión para con el necesitado. ¿Cuál es mi estilo de anuncio?
Y en cuanto a la caridad para con el prójimo, ¿no son los niños nuestro prójimo, mucho más que las otras personas? ¿No es sobre todo para con ellos que estamos obligados a cumplir en toda su perfección el precepto de amor del socorro mutuo? (S VII p. 2367)
Al otro lado del río,de este gran río Jordán,hay un profeta que anuncia:¡Ya viene la salvación!Se llama Juan el Bautista,el precursor de Jesús.Viste de piel de camello,come raíces y miel,su testimonio es tan fuerteque todos van hacia él.Él los bautiza con aguahasta que viene Jesús.Es el lugar donde un díaJuan bautizaba a Jesús,mientras que el cielo se abríay se escuchaba una voz,que confirmaba que Cristoera el Hijo de Dios.Y ahora que estoy de este ladode este gran río Jordán,oigo la voz del Bautistaque me repite otra vez:¡Hay que allanar los caminosporque ya viene Jesús!