Sagrado Corazón de Jesús


Ezequiel 34, 11-16
Salmo 22, 1-6
Romanos 5, 5b-11

Jesús les dijo esta parábola: Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: «Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido».
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

El pastor deja las noventa y nueve y va en busca de la oveja perdida. La busca con amor, con paciencia, con ternura. La busca porque sabe que esa oveja es suya, que esa oveja es importante para él. Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros con alegría y la lleva a casa.
Es un Dios a quien no le gusta perder. Y por ello, para no perder, sale de sí, va y busca. Es un Dios que busca a todos aquellos que están lejos de Él. Su trabajo es buscar: ir a buscar para volver a invitar. En esencia, Dios no tolera perder a uno de los suyos. Esta será también la oración de Jesús el Jueves santo: ‘Padre, que no se pierda ninguno de los que me has dado’.
Es un Dios que camina para buscarte y tiene una cierta debilidad de amor hacia aquellos que se han alejado más, que se han perdido. Va y los busca. Y, ¿cómo busca? Busca hasta el final. Como este pastor que va por la oscuridad buscando hasta que encuentra a la oveja perdida; o como la mujer que cuando pierde la moneda enciende la lámpara, barre la casa y busca delicadamente.
Pero el ‘trabajo’ de Dios no es sólo buscar y encontrar. Porque cuando nos encuentra, cuando encuentra a la oveja, no la deja a un lado ni pregunta: ¿Por qué te has perdido? ¿Por qué te has caído? Más bien la vuelve a llevar al sitio justo. Podemos decir forzando la palabra que Dios reacomoda, acomoda otra vez a la persona que ha buscado y encontrado; de forma que, cuando el pastor la vuelve a llevar en medio de las demás, la oveja perdida no tenga que escuchar ‘tú estás perdida’, sino: ‘tú eres una de nosotras’. (Cf Papa Francisco 07-11-2013)


MÁXIMA
Dios nos busca siempre


Buen Jesús, divino Pastor, que cuidas con una solicitud tan tierna este rebaño que te has escogido, dígnate mirar con piedad a estas jóvenes y débiles ovejas que has puesto bajo mi cuidado y que vienen conmigo a implorar tu ayuda. Vuelve hacia ellas tus dulces ojos. Conduce a estas pobres ovejas sedientas a las aguas que saltan hasta la vida eterna. Que ellas vayan ahí a apagar su sed. Que ellas beban de tu amor. (S. VII. 101)

Quiero hablar de un amor infinito
que se vuelve niño, frágil.
Amor de hombre humillado.
Quiero hablar de un amor apasionado.

Con dolor carga nuestros pecados,
siendo Rey se vuelve esclavo.
Fuego de amor poderoso,
Salvador, humilde, fiel, silencioso.

Amor que abre sus brazos de acogida.
Quiero hablar del camino hacia la vida.
Corazón paciente, amor ardiente.
Quiero hablar de aquél
que vence a la muerte.

Quiero hablar de un amor generoso
que hace y trae amor a todos,
buscándonos todo el tiempo,
esperando la respuesta al encuentro.

Quiero hablar de un amor diferente,
misterioso, inclaudicable;
amor que vence en la cruz,
Quiero hablar del corazón de Jesús.

Aquí está mi corazón,
ardiendo está en amor por ti.
Puedes vivir en mí
y yo viviré en ti.

No te pongo condición.
Misericordia encontrarás.
Por ti yo ya pagué
cuando en la cruz vencí.

Yo te amo, te anhelo.
Acércate a mí, te quiero bendecir.
Yo te amo, te prometo
que mi Corazón será el Cielo para ti.

¿Qué es lo que esperas?
No dudes más.
Mi alegría te quiero dar.
Puedes confiar en mí,
Sagrado Corazón.

Mi corazón ardiendo está.
Desborda perdón, consuelo y paz.
Confía en mi amor y lo verás.
Ya nada será igual.