Colosenses 1, 1-8 S.Salmo 51, 10-11
Al salir de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón.La suegra de Simón tenía mucha fiebre y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y ésta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto.La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos.Pero él les dijo: También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado.Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Jesús no actúa como un triunfador social, ni como un milagrero popular, sino como un hombre radicalmente fiel a una misión que no le pertenece a él, sino al Padre que lo ha enviado.Jesús atiende, sana, expulsa demonios, toca lo que otros no se atreven a tocar. Pero no busca aplausos, ni permite que el éxito lo distraiga de lo esencial. Cuando más podrían haberlo aclamado, se retira. Cuando más podría haber brillado, se oculta.Esta forma de actuar nos interpela: ¿qué espacio ocupa en mi vida el deseo de ser aprobado, aplaudido, retenido?Ser de Jesús es estar en salida, como él. Ser de Jesús es ser libre para no dejarse retener por el éxito momentáneo ni por las expectativas de otros. La fidelidad a la misión —no el confort, ni la seguridad, ni el reconocimiento— es lo que da sentido a su paso por los pueblos y corazones.«Para eso me han enviado», dice Jesús. Ahí está la raíz de su libertad, de su coherencia, de su grandeza. No se define por cómo lo reciben, sino por a quién responde. No se instala donde lo quieren, sino donde lo necesitan. Su fidelidad no depende de la acogida, sino del Amor que lo envía.¿Y nosotros? En nuestra vocación, en nuestro servicio, en nuestra vida… ¿resonamos con esa fidelidad? ¿Nos dejamos definir por la misión o por la aceptación?Ser menesiano hoy es buscar esa misma libertad interior para no vivir de los frutos visibles, sino de la certeza profunda de sabernos enviados.Como Juan María de la Mennais, como Gabriel Deshayes, como tantos educadores del Evangelio, que nuestra alegría no esté en los aplausos, sino en sabernos fieles al envío. Aunque nadie lo vea, aunque a veces nos toque retirarnos en silencio. Para eso nos han enviado.
MÁXIMASomos enviados por el Padre
Ámalos en Nuestro Señor y no ahorres nada para inspirarles su amor (a los niños negros). ¡Oh! ¡Cuán queridos te deben ser! ¡Qué felicidad para ti haber sido llamado a ser su padre y su apóstol! Esfuérzate en hacerte digno cada vez más de tan bella y santa misión. Sé el modelo de los excelentes hermanos que parten para ir a unirse a ti: ellos tienen un gran deseo de compartir tus trabajos y tus méritos. (al H. Émeric, 24-11-44)
Caminando por las sendas de este mundo,si descubres un niño sin poder crecer,abre tu escuela menesianay así podrás tener fuerzas y alaspara poder volar.Atrévete, vamos a construir. ¡Ven!un cielo para que suene su vozy cante libre.Mírate, abre tu corazón ya,para buscar…Si entendemos la esperanza menesianay ponemos a nuestro sueño su color.Un arcoíris limpio y grande alumbrarála senda para todos juntos andar.Atrévete, vamos a construir. ¡Ven!un cielo para que suene su vozy cante libre.Mírate, abre tu corazón ya,para buscar…Busca la estrella que guiaránuestro camino al andar
Para Juan María, la escuela es un lugar de curación de los niños y de los jóvenes. En su tiempo, él creó las escuelas para los niños pobres que no tenían acceso a una instrucción que les permitiera escapar de la alienación a la que estaban destinados; también un lugar de curación para los niños víctimas de la delincuencia o ya delincuentes; abandonados a su suerte, sin adultos que les orientaran. Sus escuelas fueron pensadas como lugares en los que se posibilita la reconstrucción física, intelectual, afectiva, moral y espiritual de las nuevas generaciones.Los centros menesianos son lugares en los que se alivia el sufrimiento humano. En estas escuelas, las nuevas generaciones establecen relaciones personales con adultos que, de una manera diferente a la vida familiar, se preocupan por ellos, ayudándoles en su búsqueda de sentido abriéndoles nuevos horizontes de vida. Estas relaciones son sanadoras, liberadoras y potencian la existencia de todos los que las viven.
Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siguiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: «¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios? Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: «Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate, ¿toma tu camilla y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo de hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».Sanar = LIBERAR DE. Reconocer las relaciones que sanan. Vínculos que nos liberan…El paralítico no puede moverse por sí mismo. Es vulnerable, limitado, dependiente. Es la Comunidad la que oye su grito y responde buscando caminos nuevos para acercarlo a Jesús y sanarlo.
“Cuiden a los más débiles: son los más necesitados de su dedicación.”“Seamos para los demás como médicos atentos: conozcamos sus heridas y cuidémosla con ternura.” “Una palabra amable, una mirada compasiva, son a veces el mejor remedio.”
Querido Dios, gracias por estar presente en los hospitales y en los momentos de necesidad. Ayuda a que los médicos, enfermeras y todos los que cuidan a los enfermos puedan ofrecer una mirada compasiva y una palabra amable a quienes lo necesitan.Queremos ser instrumentos de tu amor y compasión en el mundo. Ayuda a que podamos crear vínculos que nos liberen de la soledad y el miedo, y que nos unan en la fe y el amor.En los momentos de dolor y sufrimiento, recuérdanos que tú estás con nosotros y que nos sostienes con tu amor. Ayuda a que podamos sentir tu presencia y tu cuidado en cada momento.Gracias por ser nuestro Dios de amor y compasión, que nos cuida y nos sana en cuerpo y alma.Amén.»