24º Domingo durante el año – Exaltación de la Santa Cruz

1ª lectura: Números 21, 4b-9
Salmo 77, 1-2.34-38
2ª lectura: Filipenses 2, 6-11

Jesús dijo: Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él
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Hoy la Iglesia celebra la exaltación de la Santa Cruz, cruz donde un día Jesús entregó su vida por amor a cada uno de nosotros. Él mismo nos había dicho que no “hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15, 13) y agregó que “nosotros somos sus amigos” (Jn 15, 14). La cruz es la prueba del amor incondicional de Dios para con cada uno de nosotros.

Y… ¿por qué un 14 de septiembre? Cuenta la historia que Santa Elena (madre del Emperador Constantino, quien había tomado como religión oficial del estado al cristianismo) y su hijo habían hecho construir dos basílicas (la del Santo sepulcro y la del Martyrium) las cuales fueron consagradas el día 13 de septiembre del año 335 y al día siguiente, el 14 de septiembre, la Vera Cruz fue expuesta públicamente para la veneración de los fieles. Este acto de «exaltar» o «levantar» la Cruz para la adoración marcó el inicio de la celebración de esta festividad.

La primera lectura nos narra la protesta del pueblo contra Dios y contra Moisés y sus consecuencias. El pueblo recurre a Moisés confesando su pecado. Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado». Así ocurrió. Jesús interpretará ese hecho como un pre-anuncio del final de su vida, al punto que dirá “de la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”.
Cuando el Hijo del hombre sea elevado comprenderemos lo que significa nacer de arriba. Sólo entonces llegaremos a tener vida eterna. Para eso vino Jesús y por eso murió. Aceptar el misterio de la cruz es nacer de arriba, comprender el amor del Padre y comprender el sentido de la vida de Jesús.

La postura ante el misterio de la cruz revela nuestra actitud más profunda. Aceptar el misterio de la cruz es caminar hacia la luz y obrar el bien. No aceptar el misterio de la cruz es permanecer en las tinieblas y no querer caminar hacia la luz. La cruz revela la profundidad de nuestro corazón, si nuestras obras son buenas o son malas. La cruz es la que discierne nuestras actitudes y nuestra vida. Hacer verdadera nuestra vida es exponerla al misterio de la cruz, es ir a la luz, es ver si nuestras obras están hechas en Dios.

La cruz es el «árbol de la salvación» que devuelve la vida que se perdió por el pecado original. En la cruz, Dios mismo asume el sufrimiento y la muerte para reconciliar al mundo consigo mismo. Es el medio a través del cual la humanidad es redimida y salvada. La cruz es la manifestación suprema del amor infinito de Dios por la humanidad, nos decía el evangelio. En la cruz, se da la reconciliación de Dios con la humanidad, y también la reconciliación entre las personas, derribando las barreras de separación (Ef 2:14). Jesús, a través de su sangre, trae paz y unidad.

La cruz muestra la «locura de Dios» (1 Cor 1:18-25) y siempre va acompañada de la promesa de la resurrección. No es solo un símbolo de la muerte de Jesús, sino también de su victoria sobre la muerte y la esperanza de vida eterna para quienes creen en Él.
Para el mundo, la crucifixión era una señal de debilidad y fracaso, pero para los cristianos, es la revelación del poder y la sabiduría de Dios que actúan de una manera paradójica, manifestándose en la aparente debilidad.

Para los cristianos, la cruz es el símbolo central y más importante de su fe. No es simplemente un recuerdo de un evento histórico, sino una realidad viva que encierra el corazón del mensaje cristiano, es el signo de la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte.

El Papa Francisco explica que la Cruz no es un símbolo de castigo o derrota, sino el culmen del amor de Dios. En la Cruz, la debilidad de Jesús se convierte en la omnipotencia de la misericordia divina, y es desde allí donde se derrama el perdón y la salvación para toda la humanidad. Él invita a «mirar el crucifijo en silencio» para comprender la magnitud de este amor. Detengámonos un momento a contemplar la cruz.

El Papa Francisco nos recuerda que «la cruz no es un adorno, ni un distintivo de partido, sino el signo sagrado del amor de Dios, el signo de la muerte de Jesús por nosotros» (Misa en Santa Marta, 14-9-2013); que «en la Cruz, el amor de Jesús es total y se ofrece a todos. Nadie queda excluido de su misericordia» (Ángelus, 14-9-2014) y que «la Cruz nos da la certeza de que el amor de Dios por nosotros es inmutable.» (JMJ Cracovia, 2016)

Jesús y el Padre:
Jesús le cuenta a Nicodemo que está llamado a ser elevado en la Cruz como Moisés elevó la serpiente para que los mordidos se salven al mirarla. Jesús tiene conciencia de que el Padre lo envió al mundo para que dé la vida por él, y así salvar al mundo. Jesús sabe que su Padre no quiere que nadie se pierda, sino que todos sean salvados en el Hijo. Jesús se sabe llamado a entregar su vida por amor, porque el amor entregado es amor que resucitará.


Ministros del Señor, no triunfarán del mundo con las armas del mundo. Dejen los sermones muy estudiados, las frases sonoras; que la Palabra de Dios, despojada de esos frívolos ornamentos que la degradan, salga de sus bocas con toda su majestad, con toda su sencillez, y, si es necesario, con toda su dureza. ¿Jesús nos ha concedido su Evangelio para halagar nuestros oídos?
La Cruz, la Cruz, he aquí su elocuencia, ella es lo bastante hermosa, porque ha persuadido a sabios e ignorantes, a griegos y bárbaros; es bastante fuerte, puesto que ha sometido a la tierra. ¡Oh Cruz, Cruz divina! Que encuentres solamente, como antaño, doce apóstoles, para plantarte en el universo, y el universo caerá a tus pies (Reflexiones, 140)

En la cruz tú te entregaste por mí.
En la cruz abriste tu corazón, oh Jesús,
y ahora vivo gracias a Ti.

En la cruz quisiera permanecer junto a ti,
entrar en tu corazón y ser fiel,
en los momentos de oscuridad.

Quiero estar contigo, aunque todo sea gris.
Quiero estar contigo firme y no desistir;
tomar la cruz y caminar contigo, Señor.

En la cruz es tan difícil poder comprender,
pero tu amor me sostiene en pie,
y aunque te falle tu siempre eres fiel.

Igual que tú,
hoy me dispongo a abrazar mi propia cruz.
Esta que bien tu conoces, Señor,
y que me une a tu pasión.