San Genaro

Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios.
Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

Este texto interpela a nuestra realidad actual. Jesús funda una comunidad en la que participan hombres y mujeres, ricos y pobres, cada uno desde su experiencia y posibilidades. La presencia de mujeres de distintos ámbitos sociales —como María Magdalena, marcada por el sufrimiento, y Juana, esposa de un funcionario de la corte— muestra una Iglesia diversa y complementaria, donde nadie queda afuera si está dispuesto a seguir a Cristo.

Hoy nuestra sociedad sigue teniendo heridas: desigualdades, exclusiones, prejuicios contra mujeres, pobres, migrantes o enfermos. El Evangelio nos invita a construir comunidades donde la inclusión, la igualdad y el servicio mutuo sean la base. La Buena Noticia no se anuncia solo con palabras, sino también creando lazos de solidaridad, compartiendo bienes y trabajando juntos por un mundo más justo.

En definitiva, este pasaje nos enseña que el seguimiento de Jesús es camino compartido: nadie se salva solo, y todos tenemos algo que aportar en la construcción del Reino de Dios.


Soy muy sensible al recuerdo de tus amigas, a las que tengo siempre presente, cada vez que tengo la dicha de celebrar la Eucaristía. Que ellas no me olviden delante de nuestro común maestro. Y tú, hija mía, te pido que tengas piedad de mi gran miseria, de mis necesidades siempre crecientes y ayúdame con tus oraciones. Cuenta con mi agradecimiento y con los sentimientos que te he expresado (A la Hna Amable Chenu. 1813)

Invitarte a mi casa a jugar
y prestarte colores para dibujar.
Quedarnos un retiro a charlar.
Preguntarte ¿qué pasa?, si te veo mal,
escuchando lo que me querés decir
y diciéndote lo que tenés que oír.
Esperando lo que el tiempo da,
festejando cada paso que das.

Artesanos de fraternidad,
que parece que miran lo que aún no está.
Artesanos de fraternidad,
que se juegan las manos
tan sólo soñando el final.

No dejarte tirado jamás;
que siempre en el grupo tengás un lugar.
Confiarte lo que me hace llorar
y guardar los secretos que quieras guardar.
Ayudarte a ver lo que te sale mal,
comentándole a todos lo bien que vas.
Buscando lo que no encontrás.


San GENARO o JENARO (232-305) fue obispo de Benevento en el siglo III y mártir de la Iglesia. Durante la persecución del emperador Diocleciano, fue arrestado junto a otros cristianos y condenado a morir en el año 305. La tradición cuenta que fue decapitado en Pozzuoli, cerca de Nápoles. Es especialmente venerado por el milagro de la licuefacción de su sangre, que se conserva en Nápoles y que, en ciertas fechas del año, pasa de estado sólido a líquido, signo de protección para la ciudad. Es patrono de Nápoles y uno de los santos más queridos del sur de Italia.