Lunes de la XXV semana del Tiempo ordinario

Jesús dijo a la gente: No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.
Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
Presten atención y oigan bien, porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener.

Encendemos una vela cuando la oscuridad no nos deja ver el camino.
Encendemos una vela para no tropezar.
Encendemos una vela cuando la fiesta se hace presente.
Encendemos una vela cuando rezamos.
Nadie enciende una vela para ocultarla. Como Jesús dice, encendemos una vela y la colocamos en un lugar donde todos la puedan ver. En el lugar donde más ilumine, donde mejor se vea su brillo, donde permita que todos celebren.
Así todo puede descubrirse y nada queda en lo secreto, porque no hay nada secreto que no pueda revelarse; porque encender una vela es poder ver, ver la verdad. Encender una vela es paz, es alegría, es esperanza, es compartir.

Jesús quiere que nuestra vida no sea estéril, sino que dejemos huella, que nos desgastemos por su reino, que demos todo lo que esté a nuestro alcance, que seamos verdaderos apóstoles de la luz.

Jesús encendió una vela en vos, en mí, en nosotros. Nos dio su luz, revelándonos al Padre y su amor infinito y ahora quiere que esta verdad que recibimos no se la ocultemos a nadie; porque hay muchos que viven en tinieblas y están buscando el camino correcto. No podemos quedarnos callados, nuestras palabras son la luz que debe llegar e iluminar a los demás. Él no se reveló para que lo ocultemos; sino para que lo anunciemos al mundo.

Mira tu interior, descubre tu luz, ahí está. ¡Es hora de que brille más! Hay algo que ya debe ser revelado. Hay algo que no puedes callar. Jesús, su Vida, es luz para todos, no se la puedo negar a los demás, todos deben verla.
Entonces, ¡encendamos una luz porque Jesús Resucitó!
No ocultes al Jesús que vive en vos.


Ninguna cosa es pequeña en el servicio a Dios, y vuestra perfección no consiste en grandes cosas, que raramente aparecerán, sino en las pequeñas que suceden todos los días.  (RFIC 84-86)

Cuando todo parezca acabar de verdad
y la vida no tenga un sentido real.
El cansancio te agobie y no puedas más.
Ven, levántate y verás.

Cuando nadie te escuche lo que quieras decir
y la lucha se vuelva más difícil al fin.
La esperanza no pierdas porque hay algo más.
Sólo tienes que escuchar.

Cuando hay una luz viva en tu corazón
sólo deja que brille, es la luz de Jesús.
Una luz que ilumina lo que oscuro está.
¡Sólo déjala brillar!

Cristo viene hacia ti a encender esa luz,
a encender la justicia, la verdad, la bondad.
Deja que Cristo venga;
brillará sobre ti y al mundo irradiará.

Cuando hay una luz viva en tu corazón
solo deja que brille, es la luz de Jesús.
Una luz que ilumina lo que oscuro está,
¡Solo déjala brillar!