San Artémides Zatti – San Estanislao Kostka

Los fariseos le preguntaron a Jesús: ¿Cuándo llegará el Reino de Dios?
Él les respondió: El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: ‘Está aquí’ o ‘está allí’. Porque el Reino de Dios está entre ustedes.
Jesús dijo después a sus discípulos: Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.
Les dirán: ‘Está aquí’ o ‘está allí’, pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.
Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.

Cuando escuchamos las noticias en la tele, fácilmente podemos sentirnos sobrepasados. Las guerras, las injusticias, la violencia y el dolor parecen ocupar todo el espacio. Nada parece ser pacífico o alegre, y la actividad de Dios parece haberse escondido o desaparecido. Sin embargo, esa impresión nace muchas veces de nuestra mirada limitada y de que el mal se hace propaganda, hace ruido, y nos hace creer que sólo él está presente. Pero lo cierto que día a día millones de gestos de amor, de justicia, de preocupación por el otro llenan el mundo. Dios no ha dejado de actuar; su presencia y su Reino siguen vivos, silenciosos pero poderosos, obrando en medio de la historia.

El Reino de Dios no se impone con ruido ni con fuerza, sino que se manifiesta en los gestos más simples y cotidianos. Cada vez que alguien actúa por amor, perdona, comparte, consuela o defiende la verdad, el Reino de Dios se hace presente. Cuando hay justicia, aunque sea pequeña o silenciosa, ahí está el Reino de Dios; cuando brota la belleza, la bondad o la ternura, ahí también está el Reino de Dios.

Por eso vale la pena preguntarme: ¿cómo veo el mundo que me rodea? ¿soy capaz de ver el paso silencioso de Dios por mi vida, cotidianamente? Al mirar mi día, puedo descubrir pequeños signos del Reino: una palabra amable, un mensaje de aliento, una sonrisa, un gesto de servicio, un acto de reconciliación. Son semillas del amor divino que, aunque parezcan insignificantes, transforman el mundo desde dentro.

Agradezco por esas pequeñas manifestaciones de Dios en mi vida y en la de los demás. Le pido a Jesús que me dé ojos nuevos, capaces de ver su acción en lo cotidiano, y que me libre de la ceguera del pesimismo o la desesperanza.


Si se piden pruebas de la presencia de Jesucristo en medio de nosotros y su acción divina durante estos días felices, podríamos decir lo que él mismo dijo a los discípulos de Juan el Bautista, que le preguntaron si él era realmente el Mesías: los ciegos ven, los sordos oyen, los rengos caminan, los muertos resucitan! (Retiro de niños)

Aquí vamos Jesús, caminando con Vos,
dando un paso, queriéndote elegir.
Y es la tierra que late cuando cae la luz.
Es tu mirada radiante que descubre huellas
de libertad en nosotros.

Tus palabras dibujan la esperanza
y nos dicen que aquél que está en camino
se mantiene vivo.
Porque tu corazón habló,
el nuestro cantará.
Porque tu corazón habló,
el nuestro cantará.

Quédate con nosotros,
no te vayas del mundo, Jesús.
Quédate con nosotros,
danos tu paz.
Porque te reconocemos al partir el pan,
porque nos envías al partir el pan.

Quédate con nosotros,
no te vayas del mundo, Jesús.
Quédate con nosotros,
danos de tu paz.

Y es la tierra que late cuando cae la luz.
Es tu mirada radiante que descubre huellas
de libertad en nosotros.


ARTÉMIDES ZATTI nació en Italia. Cuando tenía 17 años, emigró junto a su familia a la Argentina, estableciéndose en Bahía Blanca. Poco después conoció a los Salesianos de Don Bosco, con quienes comenzó su camino vocacional.
Ingresó al seminario salesiano de Bernal, pero una enfermedad —tuberculosis— lo obligó a dejar los estudios. Tras su curación, Artémides prometió dedicar su vida a cuidar a los enfermos.
Se trasladó a Viedma (Río Negro), donde trabajó como enfermero y administrador del hospital San José. Sin ser médico, su entrega, ternura y competencia le ganaron el cariño de todos. Era conocido por su alegría, su profunda fe y su atención gratuita a los más pobres.
Zatti profesó como salesiano coadjutor, es decir, religioso laico consagrado al servicio, y vivió más de 40 años en Viedma entregado a los enfermos y necesitados, recorriendo la ciudad en bicicleta con su botiquín al hombro.
Murió el 15 de marzo de 1951, dejando fama de santidad. Fue beatificado en 2002 por San Juan Pablo II y canonizado el 9 de octubre de 2022 por el Papa Francisco.
San Artémides Zatti nos enseña a vivir la fe con alegría, servicio y compasión, reconociendo en cada enfermo el rostro de Cristo.

ESTANISLAO KOSTKA fue un joven polaco nacido cerca de Varsovia en 1550, en una familia noble y profundamente cristiana. Desde pequeño mostró un gran amor por la oración, la pureza y el estudio. A los 14 años fue enviado a Viena para estudiar con los padres jesuitas, donde se destacó por su piedad y su vida de fe. Quiso consagrarse totalmente a Dios, pero sus padres se opusieron a que ingresara en la Compañía de Jesús. Con gran valentía, huyó de Viena a pie —más de 600 km— hasta Alemania, donde fue recibido por san Pedro Canisio, superior de los jesuitas. Éste lo envió luego a Roma, donde fue admitido como novicio por san Francisco de Borja en 1567.
En el noviciado vivió con una alegría y fervor extraordinarios, buscando siempre hacer la voluntad de Dios en lo pequeño y lo grande. Murió santamente el 15 de agosto de 1568, a los 17 años, en la fiesta de la Asunción de la Virgen, a quien tenía especial devoción. Fue canonizado por el papa Benedicto XIII en 1726
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