Santa Cecilia

Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?
Jesús les respondió: En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él.

Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: Maestro, has hablado bien.
Y ya no se atrevían a preguntarle nada.

Nuestro Dios, es un Dios de vivos, no de muertos.
Una de las cuestiones teológicas fundamentales, que distinguían a los saduceos de los fariseos, era que no creían en la resurrección para la vida futura, mientras que los fariseos si creían en eso. Conviene recordar que en casi todo el Antiguo Testamento no se menciona la fe en la vida eterna. Sólo al final, en Dn12,2; 2º Mac 7,9 y Jub 23,31. La fe de los fariseos, en cierto modo, era una innovación teológica.

Los saduceos, para defender su postura, echan mano de la ley del levirato, muy extendida en el Oriente antiguo. Y plantea a Jesús un caso extravagante, pero no caen en la cuenta de la vida, posterior a la resurrección de los muertos, no necesita perpetuarse mediante leyes biológicas que son fuente de fecundidad y de vida en este mundo. Aunque, hablando con más precisión, de la vida después de la muerte solo podemos hablar por negaciones: sabemos lo que no es. Pero nunca sabremos en este mundo lo que es la vida que, por la fe, esperamos para después de la muerte.

Además, es importante dejar claro que “la ley de Levirato” (de “levir”=cuñado), según establece Deut 25, 5-10, tenía la finalidad de asegurar el nombre y la herencia de la familia (J. Dheilly). Es evidente que eso no tiene, ni puede tener, sentido cuando hablamos de la “otra vida”.


Así pues, después de haber pasado por el fuego de las tribulaciones, a la cabeza del pequeño rebaño, santificado por sus méritos y por sus cuidados, lo acompañarán a su gloria, para allí reinar con él; lo seguirán hasta el seno del Padre, para allí alabarlo, adorarlo, y bendecirlo para siempre en unión con sus espíritus de amor, que también son sus ministros, que velan alrededor del trono, se abrazan, se alimentan, beben de su fuego, y cantan a los pies del Cordero un eterno ¡hosanna!” (Retiro de los sacerdotes de S. Brieuc)

No se han ido del todo,
si aun podemos su risa evocar,
su carácter y su bondad.
No se han ido del todo.

No se han ido del todo
si algo bueno han dejado al pasar.
Aunque hoy ya no estén más aquí,
no se han ido del todo.

No se han ido del todo
si recordar es volver a vivir.
Aún con lágrimas puedes decir:
No se han ido del todo.

No es el fin de la historia,
son dos lados de la eternidad.
Ellos ahora se encuentran allá.
Tú y yo debemos continuar.

Ahora se encuentran libres,
ahora ya son felices.
Lo que aquí tanta falta les hizo,
donde están, hoy les sobra.

Ya no hay sufrimiento
y no existen más lágrimas,
no hay vacío ni hay soledad.
Son libres como el viento.

Dios los ha recibido.
A sus brazos llegaron.
Hoy están descansando
en la casa del Padre.

Han sido recibidos.
Nada que temer,
pues están en el cielo.
No se han ido del todo.

No se han ido del todo
si nos han dejado una luz.
Si su esfuerzo da frutos aún,
no se han ido del todo.

No se han ido del todo
si al pensarlo nos hacen vivir.
Si una meta nos hacen seguir,
no se han ido del todo.

Y aunque duela hasta el alma
mejor dales tu último adiós.
Si hace falta también tu perdón.
Deja ya que descansen.

Ya no pierdas más tiempo,
enfréntate a la vida.
Todo hombre se puede morir.
Tú estás vivo y te toca vivir.

Y no tengas miedo
que Dios te hace más fuerte.
Quien ha sabido vivir
no le teme a la muerte.

Yo soy la resurrección.
No se han ido del todos.