Dos ciegos siguieron a Jesús gritando: Ten piedad de nosotros, Hijo de David.Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: ¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?Ellos le respondieron: Sí, Señor.Jesús les tocó los ojos, diciendo: Que suceda como ustedes han creído.Y se les abrieron sus ojos.Entonces Jesús los conminó: ¡Cuidado! Que nadie lo sepa.Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Este evangelio nos muestra que la fe verdadera nace de un corazón que reconoce su necesidad. Los dos ciegos no se avergüenzan de clamar: “Ten piedad de nosotros, Hijo de David”. Su grito es humilde, insistente, confiado. Y Jesús, antes de obrar el milagro, les hace una pregunta clave: “¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?”No busca información, sino despertar en ellos la certeza interior de que Él es capaz.A veces nosotros pedimos a Dios, pero no dejamos que su pregunta penetre el corazón. ¿Creo realmente que Jesús puede iluminar mis oscuridades, sanar mis heridas, transformar mis miedos?La respuesta de los ciegos —“Sí, Señor”— es breve, sencilla y total. Y Jesús obra conforme a esa fe: “Que suceda como ustedes han creído.”La gracia de Dios no se impone; necesita un espacio que solo la confianza puede abrir.Luego, Jesús les pide silencio. No porque quiera ocultarse, sino para que comprendan que el milagro no es un espectáculo, sino una intimidad recibida. Pero ellos, movidos por la alegría, no pueden callar lo que han vivido. Cuando experimentamos la acción de Dios en nuestra vida, el corazón naturalmente se desborda y desea anunciarlo.
Él no nos falla nunca; siempre está cerca de nosotros, para iluminarnos, consolarnos, fortalecernos. Si, pues, nos sentimos ciegos, afligidos y débiles, es para que recurramos a él con fe viva y con tierna confianza. Hija mía que, Dios sólo, sea todo para ti. (A la señorita A. Chenu, R 434)
De tierra y saliva son los milagros,de luz y alegría se visten tus manos,si dejo que toques mis ojos cegados,si dejo que abras desvanes cerrados,si dejo que abras desvanes cerrados.Con barro y caricias se curan los daños,que el barro restaura nuestro propio barro,mientras las caricias van iluminandocaminos oscuros que vamos andando.Soy yo, aquel que era ciego,soy yo, pero ahora ya veo.Me tendiste la mano porque estaba enfermoy sentí que tu amor me sanaba de nuevo,sentí que tu amor me sanaba de nuevo.Soy yo, aquel que era ciego,soy yo, pero ahora ya creo.Que todos lo vean y puedan creerlo.No existen cegueras si el amor vence al miedo,no existen cegueras si el amor vence al miedo.De miedos y anhelos se llenan mis ruegos,de pasos pequeños que no llegan lejos,porque soy yo mismo quien siente que es ciego,aunque el corazón sepa mirar por completo.Enciende mi vida, enséñame a comprenderque es más ciego el que mira, pero no quiere ver,que sólo el corazón puede guiarme a travésde temores que ciegan y no dejan «ser».