2º Domingo de Adviento

En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca. A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos».
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: Tenemos por padre a Abraham. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible.


PALABRA Y REALIDAD

Solo Mateo y Lucas comienzan sus Evangelios con el nacimiento de Jesús, pero los cuatro Evangelios lo hacen presentando el ministerio de Jesús con un relato sobre Juan el Bautista.
La expresión, ‘en aquel tiempo’, sugiere que ha llegado un tiempo oportuno, un kairos –uno de esos momentos que para siempre cambia el rumbo de nuestra historia y nuestras vidas-.

Juan comienza su ministerio en el desierto. No en la ciudad de Jerusalén ni en el templo. El desierto es el lugar de nacimiento de la nación de Israel y tiene un lugar sagrado en su historia. Allí nació y allí debe volver para encontrarse con su profunda identidad. Óseas dirá que es el lugar donde Dios habla con ternura a su pueblo y le trae esperanza (2,14-15).

Jesús comenzará a predicar con las mismas palabras que Juan: ‘Conviértanse’… (4:17). Conviértanse es una invitación a cambiar de mentalidad (metanoia), a cambiar la manera de pensar y por lo tanto de relacionarse con los otros y con el Otro. Convertirse significa dar la vuelta – tomar una nueva dirección – un cambio de idea y de corazón – un nuevo compromiso. ¿Qué cambios de mentalidad, entiendes que, debes hacer para encontrarte con Jesús en este kairos que te regala el adviento?

Hacía 400 años que no se escuchaba la voz de un profeta en Israel, y la gente estaba ansiosa. Juan es el profeta que invita a preparar el camino (versículo citado en los 4 Evangelios) para recibir al Mesías. Prepararse para el encuentro con el Señor es una tarea de siempre. El adviento es el tiempo para preparar el camino del Señor, para allanar los visos de orgullo y soberbia para mejor disponernos al encuentro con él.

Los judíos esperaban que Elías regresara antes de la venida del Mesías (Mal 4:5), y la vestidura de Juan le identifica como el que cumple esa profecía. Su estilo de vida genera preguntas. No sólo su palabra invita a la conversión, también su vida. En un mundo que corre tras el poseer y consumir, Juan el Bautista es un signo de contradicción, en la línea de la Laudato Si y del Sínodo de la Amazonía.

Antes de Juan, el bautizo servía de rito de iniciación para prosélitos gentiles que deseaban ser parte de la fe judía (los elegidos de Dios). Ahora bien, ¿por qué Juan invita a bautizarse a los judíos si ya son los elegidos de Dios? Ellos y nosotros, todos, necesitamos convertirnos para reconocer el paso del Señor en nuestra historia. ¿Qué cambio –conversión- tienes que hacer para prepararte para el encuentro con él?

Sorprende ver que fariseos y saduceos vengan a bautizarse, cuando se autopercibían como justos. Y no deja de llamar la atención verlos juntos. Representan puntos de vista opuestos y a menudo chocan entre ellos.
Los fariseos son conocidos por su adhesión a la ley y su resistencia a la cultura pagana. Los saduceos son amigos de las riquezas y de los opresores romanos. Los saduceos dominan el sacerdocio, y son la mayoría de los miembros del Sanedrín (legislatura). Los fariseos aceptan la ley oral y la resurrección, los saduceos, no. ¿Qué hacen juntos esta raza de víboras, intentando escapar de la ira de Dios? Que ni tú ni yo busquemos escapar, sino convertirnos para encontrarnos con el Señor.

Juan ofrece un bautizo de conversión. Jesús bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Juan es consciente que su misión es preparar al pueblo para la venida del Mesías, es consciente de su lugar en la historia; no es el Mesías, es el que prepara la llegada del Mesías. Dejémonos preparar por Juan para recibir al Señor en nuestras vidas.

Juan es un profeta recio, duro, tajante. La imagen de Dios con el hacha que es capaz de cortar todo aquello que no produce frutos genera cierto pánico, pero Jesús no lo ve así. Él tiene otra imagen de Dios. Su Dios será capaz de “dejar un año más a la higuera y removerle la tierra y abonarla” y esperar el fruto. Y si este no llegara, no la cortará. ¿A quién nos parecemos más en la vida, a Juan o a Jesús?

Dios y su Pueblo:
Nunca abandona Dios a su pueblo. Este se aleja, renuncia de él, convierten el Templo en cueva de ladrones y los templos humanos no son respetados ni considerados, la voz de los profetas hace años que no se oye; pero así y todo Dios está ahí, no huye del pueblo, envía a Juan para que le prepare el camino a su Hijo. Juan es un fiel instrumento de Dios y motiva al pueblo. El pueblo cuando ve ejemplos válidos responde.


Todos ustedes desean, hijos míos, ser admitidos un día en el reino de Dios y saborear eternamente la felicidad que él prepara para sus elegidos. Vengo a mostrarles hoy el camino que conduce a ese final feliz que desean alcanzar. (S. VI, p. 1990)

“Arrepiéntanse, porque el reino ya está cerca”, 
proclamaba el Bautista en aquel tiempo.
Ya el profeta Isaías había dicho
que su voz clamaría en el desierto.
“Preparen los caminos, enderecen los senderos
que el Señor pronto vendrá”, les decía en el Jordán.
Saltamontes y miel comía, piel de camello vestía,
anunciando la venida del que pronto llegaría.

«Indigno seré de desamarrarle las sandalias
y si yo bautizo con el agua, con espíritu él lo hará.
Él separará con su bieldo el trigo de la paja
y su fuego, que nunca se apaga, la tierra renovará».

Viendo Juan que pedían bautizarse
fariseos, saduceos y farsantes
dijo: “¡Víboras, no tendrán cómo librarse
del castigo que bien merecido aguardan!
Ni por ser hijos de Abraham, la culpa les va absolver
Todo el que fruto no dé, cual árbol seco va arder.
El hacha puesta ya está  y poco tiempo tendrán.
Así que arrepiéntanse porque pronto,
el que esperamos, vendrá”.