El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
El autor de cuarto evangelio no es el apóstol Juan, el hijo de Zebedeo. Durante mucho tiempo se ha pensado que el autor fue “el discípulo amado” (Jn 21,24). Pero esto debe ser matizado. El IV evangelio no es obra de un autor ocular. Fue escrito por un cristiano de la segunda o tercera generación. Un cristiano que redactó su escrito en nombre del “discípulo amado”. Y que se esforzó por exponer en la forma de un evangelio la interpretación de la fe cristiana tal y como había sido esbozada por el “discípulo amado”. Esto debió ocurrir así porque hay argumentos seguros que nos dan a entender que este evangelio fue redactado al final de los años 90, cuando ya no era probable que siguiera en esta vida un hombre que había convivido con Jesús (cf. J Zumstein, H. Thyen). Pero todo esto indica que el IV evangelio es un escrito muy pesado, elaborado con madurez y profundidad, que nos descubre realidades muy profundas, que los tres primeros evangelios no pudieron advertir.Una de esas realidades consiste en lo que representan los “signos” (semeion) en el evangelio de Juan. Desde el relato de las bodas de Caná hasta la conclusión final de este evangelio, a los hechos prodigiosos de Jesús se les denomina “semeia” (signos, señales). ¿Qué interés tiene esto? ¿Qué se nos dice con esta palabra? Se nos dice que lo específico y necesario para descubrir a Jesús, en la vida, es el “pensamiento simbólico”. Que es justamente la forma característica del pensamiento que diferencia al “ser humano” de todos los demás seres vivientes que habitan la tierra. Lo cual nos viene a decir algo que impresiona mucho: Si tenemos en cuenta que una cosa es “el ser humano” y otra cosa es “ser humano”, El evangelio de Juan nos viene a decir que creemos en Jesús en la medida que somos cada día más humanos. Nuestra creciente “humanidad” (bondad, honradez, honestidad, sinceridad…) nos descubre a Jesús, y al Dios en, en el gozo de la vida, en la salud de las personas, en la felicidad compartida, en la curación de quien sufre… En esto radica la genialidad divina del IV evangelio. Y su profunda humanidad.Ahora bien, supuesto lo anterior, lo más importante, que nos enseña este evangelio de Juan, es que Dios se nos da a conocer en el hombre que fue Jesús (Jn1,18;14,8-10). Lo que hizo este hombre fueron “hechos simbólicos” (semeia) (Jn 20,30), que nos revelen lo Dios es y lo que Dios quiere. Pero es capital que el Dios que nos reveló Jesús, no es el Dios del Templo, de la ley de los sacrificios sagrados. Es el Dios que se enfrenta a la codicia y el orgullo de los dirigentes religiosos, lo que llevó a Jesús al final trágico de su muerte violenta, de forma que todo el relato está orientado para terminar en la cruz (T. Knöpppler, U. Schnelle, J. Zummstein). La resurrección es la esperanza abierta que nos queda para una vida sin límites (Jn 20-21). Sabiamente, la Iglesia nos propone, después del Nacimiento de Jesús y del martirio de San Esteban, la profundidad del IV evangelio.
Pídele para mí, como yo lo pido para ti, mi tierno amigo, que seamos del pequeño número a quienes él mismo (Jesús) se digna instruir, y con los que goza revelándoles sus secretos”. (A Bruté, A I, 50-51)
Han pasado ya tres días desde que se fue.Todavía no entiendocómo le ha pasado esto a Él,al que más amaba,al que por amor vivía.Se me encoge el corazónal ver tan rota a María.Cojo unas colonias y voy a visitarle.Llamo a mis amigas para acompañarmey de camino no podemos evitarlágrimas que caen al recordar.Llegamos al sepulcro.La piedra han movido.No entendemos nada.El sepulcro está vacío.¿Qué es lo que ha pasado?¿Acaso lo han robado?Y cuando miro dentroun Ser de Luz sentadoque susurra a mi lado:No entiendo, mujer, por qué lloras.¿Por qué buscáis entre los muertos?Él no está aquí, ha resucitado.Recordad cuando os dijo que debía ser entregado,por vuestros pecados ser crucificado,pero que al tercer día volvería.Paz en mis entrañas, amor inexplicable.Solo quiero gritarlo:«¡Dios existe, Dios es grande!»Lágrimas, ahora de felicidad.Nos ha regalao la eternidad.