Isaías 55, 6-9Salmo 144, 2-3.8-9.17-18Filipenses 1, 20b-26
Jesús dijo a sus discípulos:El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: «Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo». Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: «¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?» Ellos les respondieron: «Nadie nos ha contratado». Entonces les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña».Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: «Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros».Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: «Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada».El propietario respondió a uno de ellos: «Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?»Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.
Jesús volvió a insistir una y otra vez en el amor compasivo de Dios. En cierta ocasión contó una parábola sorprendente y provocativa sobre el dueño de una viña que quería trabajo y pan para todos.La llamamos tradicionalmente la parábola de ‘los obreros de la viña’, pero el verdadero protagonista es el propietario de la viña. La podríamos titular: ‘El amo generoso’, ‘El dueño que quería trabajo para todos’.La parábola se conserva únicamente en Mateo, pero nadie duda de que es auténtica. El modo de exagerar las idas y venidas del dueño a la plaza a contratar mano de obra y el sorprendente final son rasgos inconfundibles de Jesús. La conclusión, es posible que sea un agregado desafortunado.Los grandes propietarios, como este ‘señor de la viña’, pertenecían a la clase poderosa y dominante. Por lo general no vivían en las aldeas, sino en alguna ciudad, y regentaban sus tierras por medio de algún administrador. Sólo durante la vendimia o en la recogida de la cosecha se acercaban a su propiedad para seguir de cerca los trabajos. Los jornaleros, por su parte, pertenecían a las capas más bajas de la sociedad, vivían al día y sin seguridad alguna.El propietario de la viña va él mismo a la plaza del pueblo a primeras horas de la mañana. Se acerca a un grupo de jornaleros, acuerda con ellos el salario de un denario y los manda a trabajar en su viña. Era lo suficiente, al menos durante un día, para responder a las necesidades de una familia campesina.El propietario vuelve a la plaza hacia las nueve de la mañana, a las doce del mediodía y a las tres de la tarde; a los que encuentra no les habla ya de un denario; a estos les promete como salario ‘lo que sea justo’. ¿Cómo no le van a exigir nada? Se marchan a trabajar, pendientes de lo que el señor les quiera pagar.Vuelve todavía a las cinco de la tarde. Sólo falta una hora para terminar la jornada. Encuentra a un grupo que nadie había contratado y lo envía a trabajar a su viña. A estos ni les habla de salario.Los grandes propietarios no trataban directamente con los jornaleros. Tampoco era normal ir tantas veces a la plaza. La contratación se hacía a primera hora. ¿Qué clase de dueño es este? ¿Por qué actúa así? Nadie sale a contratar obreros a última hora. ¿Está tan urgido por la vendimia? El relato nada dice acerca de la cosecha. Sugiere más bien que no quiere ver a nadie sin trabajo. Así les dice a los del último grupo: ‘¿Por qué están aquí parados todo el día?’Llegó la hora de retribuir a los obreros. Había que hacerlo en el mismo día, antes de caer el sol, pues de lo contrario no tendrían nada que llevarse a la boca. Así lo mandaba la ley de Dios: ‘No explotarás al jornalero pobre e indigente… Le darás cada día su jornal, antes de ponerse el sol, pues es pobre, y de ese salario depende su vida’ (Dt 24,14-15).El dueño ordena al administrador que el pago se haga empezando por los que acaban de llegar. Entre los jornaleros se despierta una gran expectación, pues, aunque apenas han trabajado una hora, perciben un denario cada uno. ¿Cuánto se les dará a los demás? La decepción es enorme al ver que todos reciben un denario, incluso los que han estado trabajando durante toda la jornada. ¿No es injusto? ¿Por qué a todos un denario si el trabajo ha sido tan desigual?Sin duda, los oyentes de Jesús simpatizan secretamente con las protestas de los jornaleros que más han trabajado. También a nosotros nos pasa lo mismo. El propietario podría haber evitado todo conflicto diciéndole al mayordomo que pague según orden de llegada y no a la inversa… evidentemente allí se esconde una clave de interpretación. La respuesta del dueño al que hace de portavoz es firme: ‘Amigo, no soy injusto contigo’ ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con lo mío? ¿Por qué ves con malos ojos que yo sea bueno?’El señor de la viña se mueve en otra esfera. Es su bondad la que rompe esa justicia, y la bondad no hace daño a nadie. Su gesto no es arbitrario. Es solo bondad y amor generoso hacia todos. A todos les da lo que necesitan para vivir: trabajo y pan. No se preocupa de medir los méritos de unos y otros, sino de que todos puedan cenar esa noche con sus familias. En su comportamiento, la justicia y la misericordia se entrelazan.La parábola es tan revolucionaria que, seguramente, después de veinte siglos, no nos atrevemos todavía a tomarla en serio. Parece contradecir todo, además de cuestiona la imagen de Dios. ¿Será verdad que Dios no está tan pendiente de los méritos de las personas, sino que está mirando más bien cómo responder a sus necesidades?Qué suerte con un Dios así: todos podemos confiar en él, aunque nuestros méritos sean muy pobres. Pero ¿no es peligroso abrirse a ese mundo increíble de la misericordia de Dios, que parece escapar a todo cálculo? ¿No es más seguro y tranquilizador, sobre todo para los que somos fieles a la ley, no salirse de la religión del templo donde deberes, méritos y pecados están bien definidos? (Ideas de Pagola, Jesús aproximación histórica)
El dueño y los jornaleros: la parábola deja claro que la meritocracia no cuenta para Dios. Dios no nos paga según nuestros méritos. Dios da a cada uno lo que necesita. Mi relación con Dios puede ser interesada, la de él conmigo no. Su amor no tiene medida, el mío sí; nosotros nos manejamos en una justicia distributiva, él en una justicia misericordiosa. Asumamos su estilo, nos hará vivir con mayor libertad.
Hemos contribuido a la conversión de algunas almas quizás, supongamos que hemos hecho milagros, abierto los oídos a los sordos, enderezado a los cojos; ¿entraremos en el Reino de Dios? Esas obras en apariencia tan bellas y brillantes, de las que los hombres se maravillan, ¿qué son en realidad?, ¿no hemos perdido todo el mérito?, ¿no las hemos manchado al atribuirnos la gloria?, ¿es por Dios, por Dios Sólo que hemos obrado? ¡Ah! al menos comencemos a no ver más y a no buscar más que a Él, a fin de no llegar con las manos vacías y despojadas de todo mérito y virtud a su juicio. (A. 31)
Dios de amor – Danilo Montero
Dios de amor, justo y redentorPerfecto en misericordia,gracia y perdón.Me viste a mí, siendo un pecador.Con ojos de amor y compasiónllegaste a mí.Tu amor me cautivó.Ahora puedo viviren la paz que hoy recibíal encontrarme en Ti.Tu amor me cautivó.Ahora puedo vivirsólo por tu libertady gracia sobre mí.Dios de amor,Dios de amor,de perdón, Salvador.Dios de amor,Dios de amor (de perdón)de perdón (Salvador)Salvador (Oh, Dios de amor)Dios de amor.