Apocalipsis 21, 1-7Salmo 26, 1-4. 7-9. 13-141ª Corintios 15, 20-23
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado.Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes.Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día. Y las mujeres recordaron sus palabras.
«Hoy es un día de recuerdo del pasado, un día para recordar a quienes caminaron antes que nosotros, a aquellos que también nos han acompañado, nos han dado la vida. Recordar, hacer memoria. La memoria es lo que hace que un pueblo sea fuerte, porque se siente enraizado en un camino, enraizado en una historia, enraizado en un pueblo. La memoria nos hace entender que no estamos solos, somos un pueblo: un pueblo que tiene historia, que tiene pasado, que tiene vida. Recordar a tantos que han compartido un camino con nosotros… A nosotros, muchas veces, nos cuesta regresar con el pensamiento a lo que sucedió en mi vida, en mi familia, en mi pueblo… Pero hoy es un día de memoria, la memoria que nos lleva a las raíces: a mis raíces, a las raíces de mi pueblo.Y hoy también es un día de esperanza: la segunda lectura nos ha mostrado lo que nos espera. Un cielo nuevo, una tierra nueva y la ciudad santa de Jerusalén, nueva. Hermosa es la imagen que usa para hacernos entender lo que nos espera: «Y la vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia, ataviada para su esposo» (cf. Apocalipsis 21, 2). Nos espera la belleza… Memoria y esperanza, esperanza de encontrarnos, esperanza de llegar donde está el Amor que nos creó, donde está el Amor que nos espera: el amor del Padre.Y entre la memoria y la esperanza está la tercera dimensión, la del camino que debemos recorrer y que recorremos. ¿Y cómo recorrer camino sin equivocarse? ¿Cuáles son las luces que me ayudarán a no equivocarme de camino? ¿Cuál es el «navegador» que Dios mismo nos ha dado, para no equivocarnos? Son las bienaventuranzas que Jesús nos enseñó en el evangelio (que leímos ayer). Estas bienaventuranzas (mansedumbre, pobreza de espíritu, justicia, misericordia, pureza de corazón) son las luces que nos acompañan para no equivocarnos de camino: este es nuestro presente.Pidamos hoy al Señor que nos brinde la gracia de no perder nunca la memoria, de no esconder nunca la memoria, y que nos dé la gracia de la esperanza, porque la esperanza es un don suyo: saber esperar, mirar al horizonte, no permanecer cerrado frente a un muro. Mirar siempre al horizonte y la esperanza. Y que nos de la gracia de entender cuáles son las luces que nos acompañarán en el camino para no equivocarnos, y así llegar a donde nos están esperando con tanto amor». (Papa Francisco, 2018)
Todos resucitaremos
¿Quiénes son los santos que creemos que se elevaron al más alto grado de gloria, después de la Santísima Virgen, en la que nunca hubo mancha? Después de María, ¿no honra la Iglesia a los profetas y apóstoles? ¿No le rinde un honor especial a David, a San Pedro, a San Agustín y a Magdalena? ¿Todos esos personajes tan célebres fueron siempre santos o cometieron sólo algunas leves faltas? ¿Fue una leve falta la de David haber deshonrado a la esposa de uno de sus oficiales más fieles, haberlo hecho matar y haber escandalizado a todo su reino? ¿Fue una leve falta la de San Pedro haber negado a su divino Maestro tres veces y haber agregado a este primer pecado juramentos abominables? ¿Fue un pequeño error de la Magdalena haber escandalizado a toda una provincia? ¿Fue una leve falta la de San Agustín haberse abandonado en su juventud a todos los desórdenes de la impureza y haber seguido la escuela de los herejes de su tiempo? Si el cielo en ese momento estuviera abierto para nosotros, si pudiéramos escuchar los himnos cantado allí a la gloria del Señor, sin duda veríamos un gran número de almas, alrededor del cordero, dedicadas a alabar al protector y el premiador de su inocencia. Pero, ¿a cuántos otros, y en mayor número, oiríamos cantar himnos a la gloria del Padre misericordioso, que les perdonó sus crímenes? (Sermón 30, sobre la Misericordia)
Ninguno de nosotros vive para sí,ni ninguno muere para sí.Si vivimos, vivimos para el señor,si morimos, morimos para él,Si morimos, morimos para él.Aleluya, todo es posible para nosotrosResucito, Cristo nuestro señorÉl vive hoy, en nuestro amory nuestra esperanza.Renace la vida y el corazón,renace la vida y el corazón.Nos apremia el amor del redentor,porque por nosotros el murió,para que todos los que vivan,vivan para él, en la pascua de su amor,vivan para él, en la pascua de su amor.