2º Domingo de Adviento

Isaías 40, 1-5.9-11
Salmo 84, 9-14
2 Pedro 3, 8-14

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.
Como está escrito en el libro del profeta Isaías: ‘Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos’.
Así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.
Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: Detrás de mi vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.
Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.

La primera palabra del evangelio de Marcos es «arje», que en griego, no sólo designa el comienzo de un texto sino algo mucho más profundo. El evangelio de Juan comienza también con esta palabra y la traducimos: «en el principio» = origen. «Arje» significa origen y fundamento; es decir, aquello que ha sido la causa de que otra cosa surja.
Luego sigue «de la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios». El Evangelio de Marcos comienza diciendo que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios y termina afirmando, en boca de un centurión romano que verdaderamente este hombre era Hijo de Dios (15,39).
Todo lo que atañe a Jesús es una buena noticia. Pagola nos dice:

“Con Jesús «comienza» algo nuevo. Es lo primero que quiere dejar claro Marcos. Todo lo anterior pertenece al pasado. Jesús es el comienzo de algo nuevo e inconfundible. Con él llega la Buena Noticia de Dios. Esto es lo que están experimentando los primeros cristianos. Quien se encuentra vitalmente con Jesús y penetra un poco en su misterio, sabe que empieza una vida nueva, algo que nunca había experimentado anteriormente.

Jesús es «Buena Noticia». Algo nuevo y bueno. La palabra «Evangelio» que emplea Marcos es muy frecuente entre los primeros seguidores de Jesús y expresa lo que sienten al encontrarse con él. Una sensación de liberación, alegría, seguridad y desaparición de miedos. En Jesús se encuentran con ‘la salvación de Dios’.

Cuando alguien descubre en Jesús al Dios amigo del ser humano, el Padre de todos los pueblos, el defensor de los últimos, la esperanza de los perdidos, sabe que no encontrará una noticia mejor. Cuando conoce el proyecto de Jesús de trabajar por un mundo más humano, digno y dichoso, sabe que no podrá dedicarse a nada más grande.

Esta Buena Noticia es Jesús mismo, el protagonista del relato que va a escribir Marcos. Por eso, su intención primera no es ofrecernos doctrina sobre Jesús ni aportarnos información biográfica sobre él, sino seducirnos para que nos abramos a la Buena Noticia que sólo podremos encontrar en él.

Marcos le atribuye a Jesús dos títulos: uno típicamente judío, el otro más universal. Sin embargo reserva a los lectores alguna sorpresa. Jesús es el «Mesías» al que los judíos esperaban como liberador de su pueblo. Pero un Mesías muy diferente del líder guerrero que muchos anhelaban para destruir a los romanos. Jesús es «Hijo de Dios», pero no dotado del poder y la gloria que algunos hubieran imaginado. Un Hijo de Dios profundamente humano, tan humano que sólo Dios puede ser así”. 

Juan y Dios: Juan tiene conciencia clara de enviado, se sabe enviado a preparar el camino al Señor, no vino a hacer-su-camino sino a prepararle el camino al que viene detrás de él y que es más grande que él. Como enviado que se sabe invita al cambio de mentalidad para acoger al Señor. Juan vive en coherencia, vive lo que predica y predica lo que vive.

Juan y el pueblo: Juan se descubre enviado por Dios a su pueblo, a sus hermanos, vive para anunciarles que Dios está cerca, que-está-viniendo, que está entre nosotros. Intenta ayudar al pueblo a caer en la cuenta que lo que está aconteciendo es importante, que él bautiza con agua, pero que serán bautizados con el Espíritu, por parte del Mesías.


Si Jesucristo, hijos míos, ha declarado que el que escucha y guarda su Palabra es más feliz que la santísima Virgen, que le había llevado en su seno, con qué vivo reconocimiento debemos escuchar las lecciones que nos da el evangelio. Debemos recibirlas como si nos hablase el mismo Señor. Abramos, pues, los oídos del corazón para que esta palabra de verdad penetre en nosotros y que nuestra alma se alimente de ella. No deberíamos dejar pasar un sólo día sin leer algunos pasajes de este divino libro; es el testamento de nuestro Padre, el depósito de sus promesas, la colección de sus discursos, la historia de su vida; nunca sabremos meditarla con demasiada atención y es lamentable que la mayor parte de los cristianos ignoren lo que contiene… Y ¿quién temería menos el no aprovechar las palabras de Jesucristo que profanar su cuerpo cuando tiene la dicha de recibirle en el sacramento de la Eucaristía? La palabra de Dios tiene en sí misma una virtud sobrenatural y sus efectos son maravillosos. (S. III p. 927-928)

Toda la tierra espera al salvador
y el surco abierto a la obra del Señor
es el mundo que lucha por la libertad,
reclama justicia y busca la verdad.

Dice el profeta al pueblo de Israel:
de madre virgen ya viene el Emmanuel.
Será Dios-con-nosotros, hermano será,
con él la esperanza al mundo volverá.

Cerros y valles habrá que preparar,
nuevos caminos tendremos que trazar.
El Señor está cerca, hay que irlo a encontrar
y todas las puertas abrir de par en par.

En un pesebre Jesús apareció,
pero en el mundo es donde nace hoy:
vive en nuestros hermanos, con ellos está,
y vuelve de nuevo a darnos libertad.