Santa María Magdalena

Cántico 3, 1-4 o 2ª Corintios 5, 14-17
Salmo 62, 2-6. 8-9

Juan 20, 1-2. 11-18

El primer día de la semana María Magdalena fue de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y vio la piedra quitada del sepulcro.
Corrió donde estaba Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dijo:
Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto.

Estaba María junto al sepulcro fuera llorando.
Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y vio dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
Ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les respondió: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.
Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo iré a buscarlo.
Jesús le dijo: María.
Ella se volvió y le dijo en hebreo: Rabbuní – que quiere decir: Maestro-.
Jesús le dijo: No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.
Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.

COMENTARIO

El amor auténtico pide eternidad. Amar a otra persona es decirle «tú no morirás nunca» – como decía Gabriel Marcel. De ahí el temor a perder el ser amado.
María Magdalena no podía creer en la muerte del Maestro.
Invadida por una profunda pena se acerca al sepulcro.
Ante la pregunta de los dos ángeles, no es capaz de admirarse.
Sí, la muerte es dramática. Nos toca fuertemente. Sin Jesús Resucitado, carecería de sentido.
«Mujer: ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?»
Cuántas veces, Cristo se nos pone delante y nos repite las mismas preguntas.
María no entendió. No era capaz de reconocerlo.
Así son nuestros momentos de lucha, de oscuridad y de dificultad.
«¡María!» Es entonces cuando, al oír su nombre, se le abren los ojos y descubre al maestro: «Rabboni».
Nos hemos acostumbrado a pensar que la resurrección es sólo una cosa que nos espera al otro lado de la muerte.
Y nadie piensa que la resurrección es también, entrar «más» en la vida.
Que la resurrección es algo que Dios da a todo el que la pide, siempre que, después de pedirla, sigan luchando por resucitar cada día.
La Iglesia ofrece a los hombres el Evangelio, documento profético, que responde a las exigencias y aspiraciones del corazón humano y que es siempre “Buena Nueva”.
La Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús vino a revelar el rostro de Dios y alcanzar, mediante la cruz y la resurrección, que la salvación es para todos los hombres.
En las situaciones límites se aprende a estimar las realidades sencillas que hacen posible la vida.
Todo adquiere entonces sumo valor y adquiere sentimientos de gratitud.
«He visto al Señor» – exclamó María.
Esta debe ser nuestra actitud. Gratitud por haber visto al Señor, porque nos ha manifestado su amor y, como a María, nos ha llamado por nuestro nombre para anunciar la alegría de su Resurrección a todos los hombres.
Vayamos y contemos a nuestros hermanos, como María Magdalena, lo que hemos visto y oído.
Esto es lo que significa ser cristianos, ser enviados, ser apóstoles de verdad. (catholic.net)


PALABRAS DE JUAN MARÍA DE LA MENNAIS

La caridad nos une a Él por los lazos del amor, nos hace colocarlo por encima de todo, preferirlo a todo, nos lleva a amar a nuestro prójimo en vista de Dios, como su imagen, y porque Él lo ama. Cuando la caridad llena un alma, ella le descubre tantas bellezas maravillosas, lo une a Él tan fuertemente, tan estrechamente, que se atreve a desafiar, como el apóstol San Pablo, a todas las criaturas que lo separen de Él. (Sermón sobre el 1º mandamiento)


CANCIÓN
Él vive – Javier Brú

A visitar al Señor
la Magdalena el domingo 
al sepulcro marchó de madrugada.
Pero alguien más removió
la piedra que lo cerraba
y echando a correr
llegó a casa de Pedro y contó:
Del sepulcro han llevado al Señor
no sabemos dónde pueda estar.
Y corrieron a ver lo ocurrido Pedro y uno más.

Buscaban al resucitado  
al que vivo está, al que vivo está
Dios Padre lo ha glorificado 
¡Cristo vivo está, aleluya! Él vive.

Quien con más prisa corrió,
llegó y, sin entrar al sepulcro,
los lienzos miró,
tirados al suelo.
Mas cuando Pedro llegó
entró y vio los lienzos del suelo
y aparte doblado el sudario
que cubrió al Señor.
Cuando el otro discípulo entró
comprendió la escritura
y creyó que Jesús ya no está
entre los muertos, pues resucitó.