La vocación

Al menos durante este retiro, reflexionen seriamente en esto, mis queridos hijos y no vean su vocación solo en relación con sus intereses, sino consideren también los lazos esenciales que su estado les hace establecer con una multitud de niños cuya suerte eterna, está, en cierto modo, en sus manos; miren si quieren que ellos vivan o si quieren que mueran; y piensen que al pronunciar su sentencia pronuncian la de ustedes. (S. VII p 2227, apertura retiro, vocación)


Espero que uno de estos días llegará el joven que me has anunciado: no obstante, no lo envíes sino después de haber examinado bien, de acuerdo con el H. Luis José, si su vocación es sólida y fundada únicamente en motivos de fe. Aquéllos que no estén animados por el espíritu de fe, lo que harán será extraviarse y cansarse pronto de su estado, en cuanto experimenten algunas de las contrariedades que son inseparables del mismo: un verdadero Hermano debe llevar la cruz en su corazón más bien que sobre el pecho. (Al H. Alfredo María, 24 de abril de 1846)


Ustedes no son hermanos para ustedes.
Un religioso que se retira en un claustro para vivir allí en la soledad, puede permanecer allí sin salir y sin que resulte un bien o un mal más que para él mismo, pero la salvación de un hermano como la de un sacerdote está ligada a la de otros.
Cuando el último día estemos allí, de pie delante del tribunal supremo ¿dónde estarán nuestras excusas si vemos caer en el infierno una sola alma que habríamos debido preservar de ello con nuestros cuidados caritativos y con los esfuerzos de nuestro celo?
¿Qué responderemos cuando estas almas desgraciadas nos digan: Dios te había encargado de instruirme y me has dejado en la ignorancia; te había encargado de socorrer mi miseria y te has hecho sordo a mis gritos; viles motivos de interés, de placer, de orgullo o de ambición te han separado de mí cuando yo pedía tu socorro y tu piedad; ‘debías alimentarme y no lo has hecho, me has matado’ (Cfr. San Ambrosio); mi condenación es obra tuya? (S VII p 2227, apertura retiro, vocación)


Sigue muy firme en tu vocación y no escuches los consejos de los que tratan de desviarte de ella: no basta con haber comenzado bien, hay que perseverar hasta el fin para obtener la corona. Ruega a la Santísima Virgen, pídele mucho desde el fondo del alma, que muestre hoy más que nunca que es tu buena madre, preservándote de toda inconstancia. (Al H. Eleazar, 25 de julio de 1848)


Tienes mucha razón en considerar tu vocación como una gracia insigne. El Señor no te podía dar una mayor, pues te ha llamado a continuar la misión que su propio Hijo desempeñó en la tierra; como él, enseñas, y tus trabajos tienen por objeto la salvación de las almas; ella constituirá tu corona si, como no lo dudo, perseveras hasta el fin. (Al H. Anastasio, 25 de julio de 1845)


No te desanimes por los obstáculos; los hay por todas las partes y es necesario verlos y vencerlos. ¡Ay! ¿Quién ha sido probado más que yo? Estoy en la posición más triste frente a mi obispo; quiere a toda costa quitarme el título, enviarme a otro sitio, y me ha amenazado con la suspensión, ¡Dios sea alabado! La caridad crucificada es la más pura, decía el señor Olier; pide a Dios que me mantenga fiel a mi vocación. (A Bruté)


Espero de un día para otro ver llegar al joven que me has anunciado, porque no tiene que tener dificultades, para conseguir a su favor el viaje gratis. Sin embargo, no le envíes, antes de haber examinado bien, de acuerdo con el H. Louis-Joseph, si su vocación es sólida, y está únicamente fundamentada, en motivos de fe. Los que no están movidos por motivos de fe, se extravían, y rápidamente se apartan de su estado, cuando experimentan algunas contrariedades que son inseparables de su estado. Un verdadero religioso, debe llevar el crucifijo más en su corazón que sobre su pecho.  (Al H. Ambrosio)


En los tiempos actuales, no hay vocación más hermosa, más santa, ni más útil a la Iglesia que la de ustedes, porque no son sacerdotes los que faltan, sino piadosos profesores para la juventud.  (A los Hermanos, S VIII, 2221)


Que el Señor se digne hacer de ustedes hombres según su corazón, entregados a su Iglesia, desprendidos de ustedes mismos, pobres de espíritu, humildes, celosos, dispuestos a emprender cualquier cosa, y a sufrir todo por publicar su palabra, extender su reino y alumbrar en el mundo ese fuego divino que Jesucristo ha venido a traer, ese fuego purificador y vivificador, ese amor inmenso, inenarrable, que es la vida celestial. Están llamados a algo grande; tengan, sin cesar, ante sus ojos esta alta vocación, para trabajar y hacerse dignos de ella.  (Retiro de los Hermanos, S VII, 2297)


No encaren su vocación sólo en relación con vuestros intereses, sino consideren los lazos esenciales que su estado hace contraer con una multitud de niños, cuya suerte eterna está, de alguna manera, en sus manos; miren si quieren que vivan o quieren que mueran, y piensen bien, que al pronunciar su sentencia pronuncian la propia.  (Retiro a los Hermanos, S VII, 2229 – 30)


Como ven, no hay otra más alta ni más santa vocación que la nuestra, y puesto que no tiene mayor extensión; más elevada, más grande y también más exige de nosotros perfecciones y virtudes. (A los novicios de S. Méen)


No son vanas amenazas. Son realidades las que cuento, hechos que suceden todos los días ante nuestros ojos. Espectáculo lamentable. Ningún cristiano puede ser testigo sin que su alma se rompa. Ningún amante del orden no puede pensar en ello sin temblar ante el futuro de la sociedad. Cuántas veces he estado profundamente y dolorosamente conmovido. Es por esto que he querido aportar, contando con mis pobres medios, algún remedio a un mal tan grande fundando hace ya 27 años una Congregación de Hermanos, es decir, de piadosos maestros, que desprendidos de todo otro cuidado y de toda ambición personal se consagran por estado y por voto a la salvación de los niños. Qué sublimes son sus funciones, qué bella su vocación. ¿No es la continuación de la misión de Jesucristo? Cuando el Verbo se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros ¿no ha instruido con su propia boca a todos aquellos que le seguían? ¿No ha reunido en torno a Él a los niños para enseñarles y bendecirles? Y nosotros que somos sus discípulos ¿podríamos no imitar sus ejemplos y dejar de contribuir en la medida de nuestras posibilidades a preservar a las generaciones que vienen del doble contagio de las malas doctrinas y de las malas costumbres? ¿Cuándo este deber de la caridad fue más necesario? ¿Quién no lo sabe? Hoy más que nunca la impiedad se agita y redobla sus esfuerzos para penetrar en las familias, para extender sus obras hasta en la choza del pobre, repartiendo allí sus libros. Ella no espera que las pasiones ayuden a corromper al hombre, se sienta al lado de su cuna para contarle sus fábulas y alimentarle con sus mentiras. ¿Quién puede decir que exagero? Ojalá Dios quiera que mis miedos no fuesen más que ilusiones. Pero están demasiado bien fundados. ¿Sus oídos no escuchan diariamente como los míos los gritos desgarradores de tantas pobres madres que lloran la muerte de sus hijos a la virtud, con más amargura que otras madres lloran al hijo que conducen a la tumba? (Fundación de una escuela, 1846)


Hijos míos, niños que me son tan queridos, vengan, vengan a nosotros y les enseñaremos a temer a Dios, a amarlo y a servirlo, a respetar a sus padres y a obedecerles, a evitar el mal y a hacer el bien, a merecer la estima de los hombres por su sabiduría y las recompensas prometidas a la virtud en la eterna vida que seguirá a esta corta vida. Queridos niños, vengan rápidamente y con confianza, los llamo a todos en nombre del Señor Jesús que mientras estuvo en la tierra los llamaba también con tanta ternura y bondad. Pequeños niños, no teman nada, el Hermano que va a prodigarles sus cuidados es un segundo padre que la Providencia les da, no descuidará nada para adornar su espíritu de conocimientos que, a continuación, podrán serles útiles, pero buscará sobre todo por medio de una feliz mezcla de dulzura y firmeza corregirlos de sus defectos y hacer de ustedes santos, y es así como se santificará él mismo y que vivirá la vocación que ha recibido de lo alto. Pasará por la tierra haciendo el bien, ignorado de los hombres, no esperando de ellos ni elogios ni recompensas, pero consolado y sostenido por la dulce esperanza de que los niños que él ha instruido y santificado entrarán un día con él en el seno de Abraham, y que estarán para siempre reunidos en los tabernáculos eternos. Fiat. Fiat. Amén. (Idem)


Sublime vocación, es la del mismo Jesucristo. Él no ha dejado el seno de su Padre más que para hacer lo que ustedes a su ejemplo van a hacer. La Escritura nos dice que ha pasado haciendo el bien, instruyendo a los pobres, dando vista a los ciegos, haciendo andar a los cojos, curando a los enfermos; ustedes también instruyen con la verdadera doctrina a los que la ignoran, y que privados de sus lecciones la hubiesen ignorado siempre. Ustedes también hacen prodigios en el orden espiritual; esos niños a quienes abren los ojos a las divinas claridades, a quienes enseñan a conocer a Dios y el camino que conduce al cielo; esos niños enfermos a quienes devuelven la salud del alma; esos niños ya enterrados en el vicio como en un sepulcro infecto, y que ustedes hacen salir ¿quiénes son sino los ciegos que ven, los cojos que gracias a sus cuidados comenzarán a andar derecho con paso firme, los muertos resucitados? (Apertura del retiro. Sobre la vocación)


Hay que estar decididos a perseverar en la vocación, renunciar completamente al mundo y a sus honores, a sus placeres y a su riquezas; porque sin esto, se sería indigno de ser miembro de una congregación, que tiene como divisa estas dos palabras tan expresivas: ¡Dios Sólo! (Circular para el retiro de 1824)


Tu misión debe ser muy hermosa puesto que el demonio hace tanto para estropearla; pero ten confianza, Dios mantendrá su obra y esto no servirá más que para reafirmarla, visto que eres fiel a tu vocación y que no te sales nunca de los caminos de la obediencia. Si un ángel del cielo buscara perderte llámalo anatema como a un espíritu mentiroso, y no escuches sus palabras engañosas. (A III 194 – 195)


Felices los que, dóciles a las inspiraciones del Señor, perseveran hasta el final, y que llenos de valor, dicen como s. Pablo: Olvidando lo que queda detrás de mí, me lanzo hacia delante, y me esfuerzo por llegar a la meta, para recibir la recompensa de mi vocación celeste. (RFIC. 61 – 64)


¡Qué hermoso y qué santo es su ministerio! Es el mismo de Jesucristo que mientras estuvo en la tierra, quería que los niños se acercaran a él, y él mismo les enseñaba los grandes misterios que había venido a descubrir a los hombres y que uno no puede ignorar. Una vez más, ¡cuán sublimes son las funciones qué realizan y la vocación qué han recibido! Pasarán por la Tierra como el mismo Salvador del mundo, haciendo el bien, ignorados por los hombres, no esperando de ellos ninguna recompensa, sino consolados y sostenidos por la dulce esperanza de que los niños que ellos instruyeron y santificaron. (A los niños de San Maló)


Aplícate, sobre todo, en inspirar a tus alumnos una verdadera y tierna piedad; no te consideres como un profesor profano sino como un misionero encargado de establecer el reino de Dios en las almas. Esta es, en efecto, tu vocación, y será haciendo santos como tú mismo te santificarás. (Al H. Alfredo, 07-07-1844)


No les digo más, hijos míos; el Señor debe decirles el resto; siempre se sentirán bien en todas partes donde estén colocados si son fieles a su vocación. (A los congregacionistas de S. Brieuc)