Deuteronomio 34, 1-12Salmo 65, 1-3. 5-8. 16-17
Jesús dijo a sus discípulos:Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad.Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.
Este Evangelio está tomado del cuarto discurso de Jesús en el relato de Mateo, conocido como discurso “comunitario” o “eclesial”.
El pasaje de hoy habla de la corrección fraterna, y nos invita a reflexionar sobre la doble dimensión de la existencia cristiana: la comunitaria, que exige la protección de la comunión, es decir de la Iglesia, y la personal, que requiere la atención y el respeto de cada conciencia individual.Para corregir al hermano que se ha equivocado, Jesús sugiere una pedagogía de recuperación. Siempre la pedagogía de Jesús es pedagogía de la recuperación. Él siempre busca recuperar, salvar.Y esta pedagogía de la recuperación está articulada en tres pasajes.Primero dice: «Ve y corrígelo, a solas tú con él» (v. 15), es decir, no pongas su pecado delante de todo. Se trata de ir al hermano con discreción, no para juzgarlo, sino para ayudarlo a darse cuenta de lo que ha hecho.Y no es fácil poner en práctica esta enseñanza de Jesús, por varias razones: Existe el temor de que el hermano o la hermana reaccionen mal; a veces no hay suficiente confianza con él o ella… Y otros motivos.Pero cada vez que hemos hecho esto, hemos sentido que era justo el camino del Señor.Sin embargo, puede suceder que, a pesar de mis buenas intenciones, la primera intervención fracase.No hay que desistir, sino recurrir a la ayuda de algún otro hermano o hermana. Dice Jesús: «Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos» (v. 16). Este es un precepto de la Ley de Moisés (cf. Dt 19,15).Aunque parezca algo contra el acusado, en realidad servía para protegerlo de falsos acusadores.Pero Jesús va más allá: los dos testigos son requeridos no para acusar y juzgar, sino para ayudar. “Pongámonos de acuerdo, tú y yo, vayamos a hablar con éste, con ésta que se está equivocando, que está quedando mal. Pero vayamos a hablarle como hermanos”.De hecho, incluso el amor de dos o tres hermanos puede ser insuficiente, porque él o ella son testarudos.En este caso, añade Jesús, «díselo a la comunidad» (v. 17), es decir, a la Iglesia. En algunas situaciones toda la comunidad está involucrada. Hay cosas que no pueden dejar indiferentes a los otros hermanos: se necesita un amor mayor para recuperar al hermano.Pero, a veces, incluso esto puede no ser suficiente. Y Jesús dice: «Y si ni a la comunidad hace caso, considéralo ya como al gentil y al publicano».Esta expresión, aparentemente tan despectiva, en realidad nos invita a poner a nuestro hermano de nuevo en las manos de Dios: sólo el Padre podrá mostrar un amor más grande que el de todos los hermanos juntos. Es el amor de Jesús, que acogió a publicanos y paganos, escandalizando a las personas rígidas de la época.Por lo tanto, no se trata de una condena sin apelación, sino del reconocimiento de que a veces nuestros intentos humanos pueden fracasar, y que sólo estando ante Dios puede poner a nuestro hermano ante su propia conciencia y la responsabilidad de sus actos.Y si no funciona, silencio y oración por el hermano y la hermana que se equivocan, pero nunca el chismorreo.Que la Virgen María nos ayude a hacer de la corrección fraterna un hábito saludable, para que en nuestras comunidades se puedan establecer siempre nuevas relaciones fraternas, basadas en el perdón mutuo y, sobre todo, en la fuerza invencible de la misericordia de Dios.
Ayudémonos a ser mejores
Sé que te has esforzado por corregir tus faltas y estoy muy contento con los sentimientos que me expresas en tu carta. Ruego a Dios con todo mi corazón, que te conceda nuevas gracias, con la ayuda de las cuales, espero que completes una obra tan felizmente comenzada. Así que ánimo; reza mucho y no te canses de luchar (Carta al H. Anacleto. 16-01-1852)
Somos hermanos – Siervas
Hermano, sé que vienes cansado,desde lejos te veo, en tu caminar.Cuántos sueños y preocupaciones.Son tantas las ilusiones en este nuevo lugar.Hermano, no olvides que estoy a tu lado.Ven y toma mi mano,que yo te quiero ayudar.No tengo riquezas ni grandes fortunas,pero aquí está mi corazón.Lo que yo tengo te doyCuando hay amor no existenpasaportes ni fronteras.cuando hay amortodos somos hermanos.Son muchas más las cosasque nos unen cuando hay amor.Por eso yo te canto esta canción.Hermano, tu vida y tu historia,así como la mía, son una gran bendición.Y aunque hay muchas cosasque nos diferencian,nuestras vidas enriquece y le dan más sabor.Hermano, tú ya no te sientas solo,porque tu llanto y tu risa también los vivo yo.Y juntos debemos hacer de este mundouna casa, un hogar para todos.¡Abramos el corazón!Bienvenida Europa y toda Oceanía,Norteamérica, África y Asia también,Sudamérica, Centroamérica,y pa’l mundo entero, esta canción.Somos hermanos, todos hermanos.Cuando te escucho y te miro, eso es amor.Somos hermanos, todos hermanos.Cuando te doy mi tiempo,también eso es amor.Somos hermanos, todos hermanos.Cuando te regalo una sonrisa,eso es más amor.Somos hermanos, todos hermanos,No existen las fronteras cuando hay amor.No importa si eres de aquí o de allá,contigo el mundo es mucho mejor.