Domingo 20º durante el año

Isaías 56, 1.6-7
Salmo 66, 2-3.5-6.8
Romanos 11, 13-15.29-32


Evangelio: Mateo 15, 21-28

Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.
Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: ¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio.
Pero él no le respondió nada.
Sus discípulos se acercaron y le pidieron: Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos.

Jesús respondió: Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: ¡Señor, socórreme!
Jesús le dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros.
Ella respondió: ¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!
Entonces Jesús le dijo: Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!
Y en ese momento su hija quedó curada.


Palabra y realidad

El tema de la apertura a los gentiles fue de suma importancia para las primeras comunidades cristianas. Muchos pretendían mantener la pertenencia al judaísmo como la marca y señal de la nueva comunidad, conservando la fidelidad a la Ley y al Templo. Esta postura originó no pocas discusiones entre los discípulos y no se vio nada claro, hasta pasado mucho tiempo después de la muerte de Jesús. Cuando se escribió este evangelio aún quedaba mucho camino por recorrer. Por eso son tan importantes las alusiones al tema.

El domingo pasado Jesús decía a Pedro: ¡Qué poca fe! Hoy dice a una pagana: ¡Qué grande es tu fe! Es una diferencia muy notable que debe hacernos pensar. Mateo quiere dejar muy claro que lo verdaderamente importante es la fe-confianza, y no la pertenencia a un pueblo o comunidad. El relato es muy parecido al de la curación del criado del centurión.

Mateo relata este episodio inmediatamente después de una violenta discusión de Jesús con los fariseos y letrados, acerca de los alimentos puros e impuros. Seguramente la retirada a territorio pagano está motivada por esa discusión. Y este relato responde a la situación de controversia que se vivía en la comunidad de Mateo con relación a la aceptación de los paganos en la comunidad. Si Jesús lo hubiera dejado tan claro, como a veces creemos, no se hubieran planteado durante tanto tiempo numerosas tensiones.

Cuando, en los años ochenta, Mateo escribe su evangelio, la Iglesia tiene planteada una grave cuestión: ¿Qué han de hacer los seguidores de Jesús? ¿Encerrarse en el marco del pueblo judío o abrirse? Jesús había actuado dentro de las fronteras de Israel. Sin embargo, rastreando en su vida, los discípulos recordaron dos cosas muy iluminadoras. Primero, Jesús era capaz de descubrir entre los paganos una fe más grande que entre sus propios seguidores. Segundo, Jesús no había reservado su compasión sólo para los judíos. El Dios de la compasión es de todos.

La escena es conmovedora. Una mujer sale al encuentro de Jesús. No pertenece al pueblo elegido. Es pagana. Proviene del maldito pueblo de los cananeos que tanto había luchado contra Israel. Es una mujer sola y sin nombre. No tiene esposo ni hermanos que la defiendan. Tal vez, es madre soltera, viuda, o ha sido abandonada por los suyos. Mateo sólo destaca su fe. Es la primera mujer que habla en su evangelio. Toda su vida se resume en un grito que expresa lo profundo de su desgracia. Viene detrás de los discípulos gritando. No se detiene ante el silencio de Jesús ni ante el malestar de sus discípulos. La desgracia de su hija, poseída por un demonio muy malo, se ha convertido en su propio dolor: Señor ten compasión de mí. Socórreme. El amor la lleva a sentir con su hija como si fueran una sola cosa.
La mujer llamó a Jesús Señor tres veces. La fe de la mujer es clara y muy profunda. La mujer cree en Jesús como Señor y en su capacidad y poder de curar. Es una fe que no sólo se manifiesta en palabras sino en la acción: se postró ante él.

Jesús aprende y la cananea también aprende. Se produce el milagro del cambio en ambos. Me encanta este relato, porque manifiesta un Jesús muy humano (demasiado humano para gusto de algunos), aprendiz desde lo experiencial que Dios es el Dios de todos. Jesús, a pesar de su actitud inicial (silencio / responde a los apóstoles: He sido enviado sólo para…), sabe cambiar (le habla: no está bien…) y descubrir (¡qué grande es tu fe!) a la auténtica creyente: Que se cumpla lo que deseas.

Jesús se dejó enseñar por una mujer y mujer cananea. ¿Me dejo enseñar por mujeres cananeas? ¿Los demás tienen algo para aportarme? ¿Camino la vida como quién ya lo tiene todo re-claro? Gracias a que en Jesús la religión no era una programación, sino una vivencia, fue capaz de responder vivencialmente ante situacio­nes nuevas. Su experiencia de Dios y las circunstancias concretas le hicieron ver que sólo se puede estar con Dios si se intenta aliviar el sufrimiento de las personas. Lo primero es aliviar el sufrimiento. De nada sirven otras explicaciones. Su petición coincide con la voluntad de Dios.
¿Qué hacemos hoy los menesianos ante los gritos de tantas mujeres solas, marginadas, maltratadas, olvidadas, violentadas? ¿Las dejamos de lado justificando nuestro abandono? Jesús no lo hizo.


Lectura de los lazos

Jesús y los gentiles:
creció en la cultura judía, vivió y pensó como tal pero abierto a los sufrimientos de las personas. Jesús hizo proceso de apertura al mundo no-judío. ‘La Galilea de las naciones’ fue el terreno propicio. Empatizó con las necesidades de la gente y por ello con el anhelo profundo de Dios. Esto fue vital en su vida. Desde aquí se relaciona con la gente. Dios no es el dios del Templo, sino Dios de la personas y en el encuentro con ellas, aprende.


Palabras de Juan María

Implora su gracia, espera en Él, y ni tus oraciones ni tus esperanzas se verán defrauda­das. (Al H. Ambrosio, 13 de mayo de 1824)


Canción

La mujer cananea – Javier Brú

Camino a la comarca de Tiro y Sidón
grita una cananea: “¡Señor, compasión!
A mi hija la atormenta un demonio terrible”.
Pero ni una palabra responde el Señor.

Mas los discípulos van a rogar,
“Maestro, tú la tienes que ayudar,
No ha parado de gritar
y sigue atrás nuestro”
Y convencido Jesús contestó:
“A Israel solo el Padre me envió,
a salvar a sus ovejas descarriadas”.

Y Jesús no supo ver
en esa humilde mujer,
que otros fuera de Israel
necesitaban también de él.
Que otros fuera de Israel
fueran testigos también de él.

Se acercó la mujer a Jesús y postrada
le rogaba a sus pies: ¡Señor, ayúdame!
Si es el pan de los hijos -Jesús contestaba-
arrojarlo a los perros no estaría bien.

Mas la mujer pronto le replicó:
Bajo la mesa del amo, Señor,
los perritos también comen las migajas.
Mujer, es grande tu fe, contestó.
Como deseas se haga, mandó,
y su hija en el momento se sanaba.

Y Jesús pudo entender,
por la fe de esa mujer,
que otros fuera de Israel
necesitaban también de Él.
Que otros fuera de Israel
fueran testigos también de él.