Skip to content
Evangelio
Calendario
Liturgia
Laudes
Vísperas
Oración vocacional
Novena
Institucional
Quiénes somos
Lema Anual
Comunicaciones
Cartas del Superior General
Cartas del Visitador
Circulares
Revistas
Familia Menesiana
Itinerarios
Metanoia
Pertenencia
Laico Asociado Menesiano
Ser Hermano
Recursos
Textos de Juan María
Textos de Gabriel
Audios
Canciones
Imágenes
Rosario Menesiano
Espiritualidad Menesiana
Didácticos
Contacto
Formulario
Zoom Encuentros
Buscar
Evangelio
Calendario
Liturgia
Laudes
Vísperas
Oración vocacional
Novena
Institucional
Quiénes somos
Lema Anual
Comunicaciones
Cartas del Superior General
Cartas del Visitador
Circulares
Revistas
Familia Menesiana
Itinerarios
Metanoia
Pertenencia
Laico Asociado Menesiano
Ser Hermano
Recursos
Textos de Juan María
Textos de Gabriel
Audios
Canciones
Imágenes
Rosario Menesiano
Espiritualidad Menesiana
Didácticos
Contacto
Formulario
Zoom Encuentros
Buscar
2 de enero de 2025
Consejos de Juan María sobre la vida espiritual
Mantenerse siempre en una entera dependencia del espíritu de Dios y no entristecerlo nunca: Estar atentos para conocer lo que pide de nosotros; consultarlo a menudo y cuando no estemos seguros del camino que debemos tomar, rogarle con nuevo ardor que ilumine nuestro corazón.
Renunciar a la propia voluntad, aun cuando la sigamos, es decir, no hacer nada por gusto, nada para nosotros, todo por Dios. ¡Dios sólo! ¡Dios sólo!
Cuando el alma está reseca y cuando la tristeza la oprime, ir al Huerto de los Olivos, ponerse de rodillas al lado de Jesucristo: tomar el cáliz que nos ofrece y decir: Padre mío que no se haga mi voluntad sino la tuya.
No extrañarse ni turbarse por nuestras faltas. La turbación debilita el alma. Vive de confianza y de amor, y la alegría es para ella un tesoro inagotable de santidad.
Tener mucho cuidado en no perder esta libertad de espíritu, esta amable y dulce libertad de los hijos de Dios sin la que no se puede hacer ningún bien. Para conservarla es necesario unirse estrechamente a Dios, caminar en su presencia con un corazón en el que reina la paz.
Ser fieles en las cosas más pequeñas, pero sin angustia y sin escrúpulo: no temer ser molestados en nuestras ocupaciones, en nuestros estudios, en las mismas oraciones; dejarlas y volverlas a tomar con espíritu sereno y siempre contentos; en el momento en que estamos en el orden de la providencia ¿qué más queremos?
No precipitarse nunca en los asuntos que tengamos: no querer que vayan tan deprisa como nuestros pensamientos; combatir los obstáculos a sangre fría, sin desanimarse ni irritarse. Si acertamos, bendecir al Señor; si no acertamos, bendecirlo también y de todo corazón: Dios lo quiere; esa palabra lo dice todo.
A menudo pensar en Dios al conversar con los hombres; recogerse para orar en lo secreto, pero sin violencia, sin penosos esfuerzos, con una gran sencillez de amor.
Escuchar a Dios en la meditación; abrir los oídos del corazón para recibir su palabra santa: alimentarse con ese maná de suavidad, sin perder nada de él; gustarle, saborearle con delicia.
Exponer nuestras miserias y nuestras necesidades a nuestro Padre que está en los cielos, sin esfuerzos violentos para elevarnos a altas consideraciones: Cuando Él nos llama y nos atrae, seguir el atractivo de su gracia, acudir a Él con la sencillez de un niño pequeñito que se deja llevar de la mano.
Permanecer contentos en la noche oscura de la fe: no tratar de prever todo ni prevenir todo.
No comenzar nada por vanidad, y no detenerse nunca porque la vanidad venga a quitarnos el mérito del poco bien que queremos hacer: Dios está siempre cerca de los que trabajan por su gloria, combate con nosotros cuando nosotros combatimos por El.
Asombrarse por la grandeza de nuestra vocación.
“Sin embargo, sé que todo depende de la voluntad de Dios sobre nosotros; no debemos descuidar nada para conocerla y ninguna consideración humana puede impedirnos seguirla…. Quedaría, pues, desolado si contristara al espíritu de Dios” (Memorial)