21º domingo del tiempo ordinario

Jornada de la infancia y adolescencia misionera

Isaías 22, 19-23
Salmo 137, 1-3.6.8bc
Romanos 11, 33-36

Evangelio: Mateo 16, 13-20

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?
Ellos le respondieron: Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.
Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Y Jesús le dijo: Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.


Palabra y realidad

En los textos que preceden a este pasaje del Evangelio, podemos ver cómo Jesús va formando a sus discípulos. Les enseña con palabras y con la propia vida, a través de los milagros y de los simples gestos de bondad y de acogida.
Los discípulos tienen muchas posibilidades de conocer más profundamente a su Maestro. Sin embargo, a menudo vemos que son incapaces de comprender la enseñanza de Jesús, de entrar en su lógica, en su modo de pensar, de sentir y de ver las cosas bajo una óptica diferente.

Jesús, con sus discípulos, continúa su camino, hoy a la región de Cesarea de Filipo, y allí les pregunta: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Esta pregunta sugiere que los discípulos están contacto con la gente, que saben lo que la gente piensa, que hablan de él, de su actuar, de sus palabras.
Del mismo modo nosotros, discípulos de Jesús en el presente, conocemos la mentalidad de la gente de hoy, sus necesidades más profundas, las dificultades que encuentran, para poder colaborar en la obra de la salvación. ¿Estamos próximos al sentir de los niños, de los jóvenes, de los educadores ante Jesús? ¿Sabemos que senti-piensan de él?

Las respuestas de la gente indican que intuyen que Jesús es un gran profeta. Luego pregunta a sus discípulos: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Vemos cómo Jesús educa a sus discípulos a través de preguntas existenciales.
La decisión de fe, de adhesión a la persona de Jesús, debe ser tomada con plena consciencia y de un modo totalmente personal. En la medida en que un discípulo personalice su fe, se irá acrisolando la cualidad y calidad de su vida creyente.

Juan María nos invita a ser imágenes del Hijo. Esa es la única gran vocación que nos une a todos. Todos estamos llamados a ser imágenes del Hijo, tanto y en cuanto nos lo permita la humana debilidad.
Cada uno intenta desplegar ese llamado en su historia: desde la familia, desde la vida religiosa, desde su lugar… Ser imágenes de Jesús es una tarea de todos. Para ello tenemos que conocerlo.
La Palabra es la que nos ayuda a entrar en los rasgos de Jesús y a ir compenetrándonos de ellos. Es imposible conocer a Jesús sin un trato familiar con su Palabra. Los Menesianos estamos llamados dar a conocer y amar a Jesús: “Mis escuelas han sido fundadas para dar a conocer y amar a Jesucristo”.

La respuesta de Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo da cuenta de la identidad de Jesús. Pedro reconoce en Jesús al que es, al que ha sido enviado por el Padre. 
Esta consciencia es el fruto, sobre todo, de la relación personal con Jesús; es apertura a la gracia, es revelación del Padre: Dichoso tú… porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. El Padre revela los misterios del Reino a los sencillos de corazón.

La Iglesia será edificada sobre la Roca que es Jesús. Este contará con el aporte de Pedro (atar y desatar) en la edificación de su Iglesia sobre piedra. Contará con Pedro y otros ‘Pedros’, contará con ellos y con sus fragilidades y potencialidades.
Dios no quita nuestra fragilidad, pero gracias a nuestra apertura filial al Padre, nos podemos convertir en piedras, en casa que se edifica sobre la Roca, que es capaz de soportar las tormentas y permanecer con firmeza en la fe. 

Jesús finaliza prohibiendo que revelen su identidad. No quiere que se enteren que es el Mesías y razones no le faltaban.
El domingo próximo nos daremos cuenta que no siempre todos damos el mismo contenido a un concepto, empezando por quién lo confesó como Mesías.
En consecuencia esto nos deja claro que lo importante no es lo que yo diga de Jesús, sino que cuando dijo lo que digo, qué es lo que quiero decir, qué contenido le doy.
Hoy más que nunca necesitamos “evangelizar” nuestra imagen de Dios, de Jesús. Todos lo necesitamos, también los Hermanos, los catequistas, los que hemos realizado un proceso de profundización en la fe y los que no. 

Además palabra y signo deben caminar de la mano para que ninguna se pervierta. Si mi confesión de fe es solo de palabra puedo caer en ideología. Si mi confesión de fe es solo de acciones (signos) puedo quedarme en una actitud filantrópica. Palabra y signo se reclaman mutuamente, para que ni la una ni la otra se perviertan.

Después de lo vivido, padecido, aprendido: ¿quién es Dios para mí? Es una manera de recordarnos de quién nos hemos fiado y a quién estamos siguiendo.

Porque Dios quiere seguir construyendo la Iglesia, una iglesia aprendiz, una iglesia que responda al hoy, que celebre hoy, que anuncie la Buena Noticia del Mesías muerto y Resucitado por todos, y no que vuelva a refugiarse en perimidos esquemas de anuncio y celebración. 


Lectura de los lazos

Jesús y sus discípulos:
Él es el Maestro, lo tiene claro. Hace proceso con ellos. Los educa por medio de la palabra y de la experiencia. La palabra ilumina la experiencia y la experiencia explica la palabra. Hoy comienza por lo que piensan otros para terminar sabiendo qué piensan ellos. Proceso de interiorización le llaman hoy. Felicita a Simón, pero le pide que no se envanezca, pues ese pienso no viene de él, viene de Dios. Les pone límites a los discípulos: prohibido terminantemente. Por favor, pareciera decirles, no confundan a la gente.


Palabras de Juan María de la Mennais

 Ninguno de nosotros entrará en el seno de Dios, si no se ha asemejado antes a la imagen de su Hijo. Es en su Hijo en quien Dios ha puesto toda su complacencia, como Él mismo nos dice. Y para elevar hasta Él mismo a sus pobres criaturas, es preciso que encuentre en ellas los rasgos, y si se puede decir así, el rostro, la imagen viva de Aquel a quien engendró antes de todos los siglos. Por ello el espíritu de pobreza, de mortificación y de obediencia… es también el espíritu que todos debemos tener. (S. VII, 2172)


Jesucristo, Señor de la historia

Jesucristo, Señor de la Historia,
que estuviste, que estás y estarás.
Sos Presencia, Esperanza y Memoria,
sos el Dios de la Vida hecho pan.

Sos el mismo Jesús que estuviste
junto al Lago de Genesaret,
y ante el hambre del pueblo exigiste:
¡Denle ustedes, por Dios, de comer!

Quédate con nosotros, Jesús,
que da miedo tanta oscuridad.
No es posible, morirse de hambre
en la patria bendita del pan…!

Quédate con nosotros, Señor,
que hace falta un nuevo Emaús.
La propuesta será compartir
como vos, y en tu nombre, Jesús.

Primitivo ritual de pastores
que fue luego banquete pascual,
homenaje de nuestros mayores
al Dios vivo de su libertad.

Cena santa, signo y profecía;
memorial de Jesús Servidor.
Nueva Alianza de la Eucaristía
que es misterio de Fe y Comunión.

Sacrificio de la propia vida
que se ofrece y se da a los demás.
Cuerpo y Sangre, comida y bebida,
Que hace y nutre la comunidad.

Sos la Fiesta de cada semana,
que resume y celebra el Amor,
el amor que perdona y hermana
y es sincera reconciliación.

Jesucristo, Señor de la historia,
que pusiste en el Vino y el Pan
tu Presencia real, tu victoria
sobre el tiempo, la muerte y el mal.

Que tu Madre, la Virgen Morena,
siga estando junto a nuestra Cruz,
y nos muestre que vale la pena
entregarse por el Bien Común.

Somos hijos del Dios Padre y Madre,
que es ternura y ayuda eficaz.
Desde la compasión y el coraje,
reinventemos nuestra Caridad.

Somos rostro de un Dios Trinitario
que aparece cuando hay Comunión,
cuando somos todos solidarios,
cuando el pobre es sujeto y señor.

Oración por el Capítulo General