1ª Tesalonicenses 2, 1-8Salmo 138, 1-6
Herodes había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía.Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: Pídeme lo que quieras y te lo daré. Y le aseguró bajo juramento: Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.Ella fue a preguntar a su madre: ¿Qué debo pedirle? La cabeza de Juan el Bautista, respondió esta.La joven volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Hay muchos Herodes y Herodías en nuestro mundo, gente capaz de matar sin vueltas, gracias al poder que tienen. Detrás de tantos banquetes y vidas fastuosas, ¡cuánta sangre de inocentes! Risas y carcajadas tapan los gritos de dolor. Nadie escuchó a Juan cuando lo asesinaban. El mal se hace ver y se pavonea, mientras que el bien sufre y calla.Nosotros seguramente somos de respetar la vida de los demás y tratamos de escuchar los gritos de los necesitados. Pero cuántas veces nos callamos frente a las injusticias y no porque seamos malos, sino porque nos da vergüenza y tememos el ‘qué dirán’.“Hay mucha gente buena en el mundo, mucha gente buena en la Iglesia, pero hay poca gente que se anima a abrazar la verdad en todas sus dimensiones hasta el final, su verdad, la verdad de Jesús, la verdad de esta vida. Es muy fácil ser como Herodes, como Herodías y su hija, como los que estaban en ese cumpleaños o como ese guardia que cumplió una orden. Es fácil no jugarse por nada y callar toda la deshonestidad, mentira, corrupción, acomodo, falsedad, injusticia y engaño que hay por ahí, alrededor tuyo. Es fácil. Nadie te dice nada, es “políticamente correcto”. (P. Rodrigo Aguilar, Algo del Evangelio)El papa Francisco nos dice:“San Juan Bautista nunca traicionó su vocación, consciente que su deber era sólo proclamar la cercanía del Mesías; consciente de ser sólo la voz, porque la Palabra era Otro, termina su vida como el Señor, con el martirio. El hombre más grande nacido de mujer (como dice Jesús) se hace pequeño, pequeño, pequeño, golpeado primero por la prueba de la oscuridad del alma – cuando duda que Jesús sea aquél a quien ha preparado el camino – y luego cuando llega para él el momento final, ordenado por un rey fascinado y desconcertado al mismo tiempo por Juan. Juan es un ejemplo de coherencia entre lo que proclamaba y su accionar concreto”. (9 de febrero de 2015)
Juan María, mensajero de esperanza
Dios, la Verdad misma, es quien nos enseña lo que debemos decir por su causa; es a él a quien debemos consultar para saber si debemos guardar o romper el silencio. Pidámosle todos los días que ponga en nuestra boca, cuanto lo exija su gloria, palabras vivas que penetren hasta el fondo del alma” (Memorial 3-4)
Yo los envío, son parte de esta historia