La Palabra

Sin duda, querido amigo, para conocer bien a Jesucristo es necesario sondear bien las Escrituras, es Él mismo quien nos ha dado este consejo. Es necesario leer y releer, con alma ardiente de fe y amor, el divino evangelio del discípulo amado. Cada palabra debe ser meditada, gustada, saboreada con delicia…» (A Bruté)


Himno

Tu Palabra – Marcela Gandara

Tu Palabra
es como aceite sobre mis heridas,
es el agua en el desierto
y el calor en el invierno.

Tu Palabra
es la voz que me habla en la mañana,
es mi consejo cada día
y en las pruebas quien me guía.

Podría estar perdido
como un náufrago en el mar,
y aun perderlo todo, hasta el aliento.
Podría estar hambriento
como un niño sin hogar,
pero yo sé que tu Palabra
siempre a mí me sostendrá.

Tu palabra
es como dulce miel para mis labios,
es la perfecta melodía
que me deleita cada día.

Tu Palabra
es mi refugio en medio de las pruebas;
en la tristeza es mi alegría,
en soledad mi compañía.

Tu Palabra, Señor.
Tu Palabra
siempre a mí me sostendrá.


Salmodia

Antífona 1
Abramos los oídos del corazón para que la Palabra penetre en nosotros y nos alimentemos de ella.

Salmo 118 C
Meditación sobre la palabra de Dios revelada en la ley

El Señor es mi herencia:
yo he decidido cumplir tus palabras.
Los lazos de los malvados me rodean,
pero yo no me olvido de tu ley,

Tú fuiste bueno con tu servidor,
de acuerdo con tu palabra, Señor.
Enséñame la discreción y la sabiduría,
porque confío en tus mandamientos.

Me hizo bien sufrir la humillación,
porque así aprendí tus preceptos.
Para mí vale más la ley de tus labios
que todo el oro y la plata.

Tus manos me hicieron y me formaron;
instrúyeme, para que aprenda tus mandamientos.
Tus fieles verán con alegría
que puse mi esperanza en tu palabra.

Yo sé que tus juicios son justos, Señor,
y que me has humillado con razón.
Que tu misericordia me consuele,
de acuerdo con la promesa que me hiciste.

Que llegue hasta mí tu compasión,
y viviré porque tu ley es toda mi alegría.
Que mi corazón cumpla íntegramente tus preceptos,
para que yo no quede confundido.

Mi alma se consume por tu salvación;
yo espero en tu palabra.
Mis ojos se consumen por tu palabra,
¿cuándo me consolarás?

Aunque estoy como un odre resecado por el humo,
no me olvido de tus preceptos.
¿Cuántos serán los días de mi vida?
¿Cuándo juzgarás a mis perseguidores?

Por poco me hacen desaparecer de la tierra;
pero no abandono tus preceptos.
Vivifícame por tu misericordia,
y cumpliré tus prescripciones.

Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Abramos los oídos del corazón para que la Palabra penetre en nosotros y nos alimentemos de ella.


Antífona 2
No deberíamos temer menos no aprovechar de su Palabra que profanar su mismo Cuerpo.

Salmo 118 D
Meditación sobre la palabra de Dios revelada en la ley

Tu palabra, Señor,
permanece para siempre,
está firme en el cielo.
Tu verdad permanece por todas las generaciones;
tú afirmaste la tierra y ella subsiste.

Todo subsiste hasta hoy conforme a tus decretos,
porque todas las cosas te están sometidas.
Si tu ley no fuera mi alegría,
ya hubiera sucumbido en mi aflicción.

Nunca me olvidaré de tus preceptos:
por medio de ellos, me has dado la vida.
Sálvame, porque yo te pertenezco
y busco tus preceptos.

Los malvados están al acecho para perderme,
pero yo estoy atento a tus prescripciones.
He comprobado que toda perfección es limitada:
¡qué amplios, en cambio, son tus mandamientos!

¡Qué dulce es tu palabra para mi boca,
es más dulce que la miel!
Tus preceptos me hacen comprender:
por eso aborrezco el camino de la mentira.

Tu palabra es una lámpara para mis pasos,
y una luz en mi camino.
Hice un juramento –y lo sostengo–
de cumplir tus justas decisiones.

Mis ojos se consumen por tu salvación
y por tu promesa de justicia.
Trátame conforme a tu bondad,
y enséñame tus preceptos.

Tus prescripciones son admirables:
por eso las observo.
La explicación de tu palabra ilumina
y da inteligencia al ignorante.

Abro mi boca y aspiro hondamente,
porque anhelo tus mandamientos.
Afirma mis pasos conforme a tu palabra,
para que no me domine la maldad.

Que mis labios expresen tu alabanza,
porque me has enseñado tus preceptos.
Que mi lengua se haga eco de tu promesa,
porque todos tus mandamientos son justos.

Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2
No deberíamos temer menos no aprovechar de su Palabra que profanar su mismo Cuerpo.

Palabras de Juan María

Dios ha dicho: «Los conduciré a la soledad y les hablaré al corazón», pero ¿cómo hablar a corazones cerrados, que temen escuchar su voz y ser iluminados por su luz?
A hombres que en lugar de pedirle humildemente su gracia se han armado contra ella, que en vez de buscar conocer su voluntad para cumplirla han tomado el partido de no escucharse más que a sí mismos y que en fin, como los israelitas prevaricadores, piden a Dios, no que les descubra el camino por donde deben caminar para agradarle, sino que no les hable para no morir.
Escuchen con un espíritu libre de toda preocupación las advertencias caritativas que les serán dadas y sobre todo esa palabra interior y vivificante que no hace ruido en el fondo de nuestros corazones pero que se volverá, el último día, contra aquél que no la haya escuchado.
Digan a Dios: Señor estoy a tus pies como un niño pequeño que espera tus órdenes, no quiero ni deseo nada más que lo que me pidas para tu mayor gloria. Habla Señor y obedeceré sin dudar, sin lamentarme, con alegría y con amor» (S VII p. 2210)


Cántico de María

Antífona
Estén más atentos que nunca a la divina Palabra que les será anunciada desde el púlpito y también a esa palabra interior que golpea los oídos del alma y penetra hasta el fondo más íntimo.

Mi alma canta el amor de Dios
y mi espíritu al Salvador,
porque El miró mi humildad,
todo el mundo me aclamará.

/Y la Virgen santa
le cantó al Señor,
dándole las gracias
por su gran amor./ (bis)

Al humilde Dios levantará,
al soberbio lo derribará,
al hambriento le dará su pan
y a los ricos los despedirá.

Desde siempre Dios nos eligió
para ser testigos de su amor;
su misericordia y su bondad
con nosotros siempre estarán.


Antífona
Estén más atentos que nunca a la divina Palabra que les será anunciada desde el púlpito y también a esa palabra interior que golpea los oídos del alma y penetra hasta el fondo más íntimo.


Preces

A cada intención respondemos:

Tu Palabra Señor, es palabra de vida

-. Abre Señor cada día los oídos de nuestro corazón para acoger dignamente tu Palabra.

-. Que no seamos sordos a las palabras tuyas que provengan de nuestros hermanos.

-. Danos la gracia de alimentarnos con avidez tu Palabra y de tu Cuerpo.

-. Que la palabra siempre circule en nuestras comunidades y que nunca actuemos como propietarios de ella.

-. Que nuestro testimonio sea íntegro, de palabra y de obras.

-. Que busquemos siempre ahondar en tu Palabra, no por erudición, sino por deseo de escudriñar tus caminos y seguirlos.


Padre nuestro


Oración final

Señor Jesús, que has declarado que el que escucha y guarda tu palabra es más feliz que la santísima Virgen, que te ha llevado en su seno, entonces, con qué vivo reconocimiento debemos escuchar las lecciones que nos das en el Evangelio. Tú, que vives y reinas en unidad con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.