La Palabra

Alimentémonos como ellos, con santa avidez, de este trigo de los elegidos (la Palabra de Dios); pidamos a Dios, con humildes y continuas oraciones, que nos dé la inteligencia del corazón, sin la cual no podemos comprender sus divinas lecciones ni penetrar en sus misterios; pídeselo para mí como yo lo pido para ti, querido amigo, que seamos del número de esos pequeños que Él se digna instruir por sí mismo y a quienes le place revelar sus secretos» (Carta a Bruté, del 2 de marzo de 1809)

Ofrecimiento

Señor, estoy a tus pies,
como un niño pequeño
que espera tus órdenes;
no quiero, no deseo nada,
sino hacer lo que pidas de mí
para tu mayor gloria.
Habla, pues, Señor
y obedeceré sin dudar,
sin lamentarme,
con alegría y con amor.
(JMLM)


Himno

Cataeko

Cataeko, Cataeko,
Cataeko, Cataeko,
Su Palabra resuena en mí

La Palabra del Padre es amor que se entrega
y al salir de su boca hace al hombre vibrar.
Va de ola en ola a través de los mares,
sube por las montañas y a las praderas va.

Un día al otro día le transmite el mensaje;
una noche a otra noche se lo vuelve a contar.
Del apóstol al hombre que vivía en su era.
De los que ya nacieron, a los que nacerán.

Palabra itinerante, va de padres a hijos
y del hijo que crece, hasta su ancianidad.
Tu misión catequista, es pregonar el eco
para que todo hombre pueda a Cristo encontrar.


Salmodia

Antífona 1
Escuchar a Dios en la meditación, abrir los oídos del corazón para recibir su santa Palabra, alimentarse de este maná de suavidad, no perder nada, gustarla, saborearla con delicia.

Salmo 118 A
Meditación sobre la palabra de Dios revelada en la ley

Felices los que van por un camino intachable,
los que siguen la ley del Señor.
Felices los que cumplen sus prescripciones
y lo buscan de todo corazón;
los que van por sus caminos,
sin hacer ningún mal.

Tú promulgaste tus mandamientos
para que se cumplieran íntegramente.
¡Ojalá yo me mantenga firme
en la observancia de tus preceptos!
Así no sentiré vergüenza,
al considerar tus mandamientos.

Te alabaré con un corazón recto,
cuando aprenda tus justas decisiones.
Quiero cumplir fielmente tus preceptos:
no me abandones del todo.

¿Cómo un joven llevará una vida honesta?
Cumpliendo tus palabras.
Yo te busco de todo corazón:
no permitas que me aparte de tus mandamientos.

Conservo tu palabra en mi corazón,
para no pecar contra ti.
Tú eres bendito, Señor:
enséñame tus preceptos.

Yo proclamo con mis labios
todos los juicios de tu boca.
Me alegro de cumplir tus prescripciones,
más que de todas las riquezas.

Meditaré tus leyes
y tendré en cuenta tus caminos.
Mi alegría está en tus preceptos:
no me olvidaré de tu palabra.

Sé bueno con tu servidor,
para que yo viva
y pueda cumplir tu palabra.
Abre mis ojos,
para que contemple las maravillas de tu ley.

Soy un peregrino en la tierra,
no me ocultes tus mandamientos.
Mi alma se consume,
deseando siempre tus decisiones.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Escuchar a Dios en la meditación, abrir los oídos del corazón para recibir su santa Palabra, alimentarse de este maná de suavidad, no perder nada, gustarla, saborearla con delicia.

Antífona 2
Es su divina Palabra la que van a escuchar, Palabra de verdad y de vida, que ilumina y renueva las almas.

Salmo 118 B
Meditación sobre la palabra de Dios revelada en la ley

Instrúyeme en el camino de tus leyes,
y yo meditaré tus maravillas.
Mi alma llora de tristeza:
consuélame con tu palabra.

Apártame del camino de la mentira,
y dame la gracia de conocer tu ley.
Elegí el camino de la verdad,
puse tus decretos delante de mí.

Abracé tus prescripciones:
no me defraudes, Señor.
Correré por el camino de tus mandamientos,
porque tú me infundes ánimo.

Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos,
y yo los cumpliré a la perfección.
Instrúyeme, para que observe tu ley
y la cumpla de todo corazón.

Condúceme por la senda de tus mandamientos,
porque en ella tengo puesta mi alegría.
Inclina mi corazón hacia tus prescripciones
y no hacia la codicia.

Aparta mi vista de las cosas vanas;
vivifícame con tu palabra.
Cumple conmigo tu promesa,
la que hiciste a tus fieles.

Aparta de mí el oprobio que temo,
porque tus juicios son genuinos.
Yo deseo tus mandamientos:
vivifícame por tu justicia.

Que llegue hasta mí tu misericordia, Señor,
y tu salvación conforme a tu promesa.
Así responderé a los que me insultan,
porque confío en tu palabra.

No quites de mi boca la palabra verdadera,
porque puse mi esperanza en tus juicios.
Yo cumpliré fielmente tu ley:
lo haré siempre, eternamente.

Y caminaré por un camino espacioso,
porque busco tus preceptos.
Hablaré de tus prescripciones
delante de los reyes,
y no quedaré confundido.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2
Es su divina Palabra la que van a escuchar, Palabra de verdad y de vida, que ilumina y renueva las almas.


Palabras de Juan María


Abramos, pues, los oídos del corazón para que esta palabra de verdad penetre en nosotros y que nuestra alma se alimente de ella. No deberíamos dejar pasar un sólo día sin leer algunos pasajes de este libro divino; es el testamento de nuestro Padre, el depósito de sus promesas, es la colección de sus discursos, la historia de su vida. Nunca sabremos meditarla con demasiada atención y es lamentable que la mayor parte de los cristianos ignoren lo que contiene. Y… ¿quién temería menos el no aprovechar las palabras de Jesucristo que profanar su cuerpo cuando tiene la dicha de recibirle en el sacramento de la Eucaristía? La palabra de Dios tiene en sí misma una virtud sobrenatural y sus efectos son maravillosos. (S. p III 927-928)


Cántico evangélico

Antífona
El buen Dios suplirá lo que yo no te digo, si tienes cuidado en escucharlo en la meditación, porque es ahí que Él nos habla al corazón; recoge en tu corazón dócil y humilde las inspiraciones de su gracia.

Benedictus – Ain Karem

Bendito sea el Señor, Dios de Israel
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la familia de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Despertad, preparáos,
rompiendo las tinieblas viene el sol;
despertad, preparáos,
la salvación nos visita
y se encarna en nuestro pueblo.

Es la Salvación que nos libera
de nuestros enemigos y del poder del mal,
nos sostiene con su misericordia
con la que bendijo a nuestros padres,
porque Él recuerda siempre su Alianza
y el juramento que juró a Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia
en su Presencia, toda nuestra vida.

Y tú, Juan, serás llamado ‘profeta del Altísimo’
porque irás delante de Él preparando el camino,
anunciando a su pueblo la Salvación
y el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios
nos visitará el sol que nace de lo alto
para que su luz alumbre a los que viven
en las tinieblas y en sombras de muerte
para guiar, siempre, nuestros pasos,
por el camino de su paz.

Antífona
El buen Dios suplirá lo que yo no te digo, si tienes cuidado en escucharlo en la meditación, porque es ahí que Él nos habla al corazón; recoge en tu corazón dócil y humilde las inspiraciones de su gracia.

Preces

A cada intención respondemos:

Tu Palabra Señor, sostenga nuestro caminar.

-. Que sepamos valorar con corazón agradecido la posibilidad de acceder a tu Palabra diariamente.

-. Que al alimentarnos de tu Palabra nuestro ser se vaya configurando con el tuyo.

-. Que siempre acojamos con respecto, cariño y amor tu Palabra que nos llega por la Biblia y las biblias algo ajadas de nuestros hermanos.

-. Que con ocasión o sin ella siempre seamos testigos de lo que hemos visto y oído.

-. Que nuestras escuelas sean fieles al mandato fundacional: dar a conocer y amar a Jesucristo

-. Por los jóvenes que experimentan tu llamada al seguimiento, para que encuentren en nosotros personas de Dios.


Padre nuestro


Oración final

Señor Jesús, que has declarado que el que escucha y guarda tu palabra es más feliz que la santísima Virgen, que te ha llevado en su seno, entonces, con qué vivo reconocimiento debemos escuchar las lecciones que nos das en el Evangelio. Tú, que vives y reinas en unidad con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.