Domingo 22º del tiempo durante el año

Jeremías 20, 7-9
Salmo 62, 2-6.8-9
Romanos 12, 1-2

Mateo 16, 21-27

Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá.
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.

Palabra y realidad

El texto que acabamos de leer es continuación del que hemos leído el domingo pasado. Seguimos en Cesarea de Filipo.

Lo que Mateo pone hoy en boca de Jesús, es una durísima reprimenda a Pedro, por ponerse (delante) donde no le corresponde. El domingo pasado Jesús felicitaba a Pedro por la respuesta sobre su identidad. Hoy lo reprende por pensar como los hombres. Pedro se ha puesto delante del Maestro y el lugar del discípulo es detrás. El tentador se pone delante, por eso Jesús le dice ‘Satanás’.

Las palabras de Pedro demuestran que ni él ni los demás, habían comprendido la identidad de Jesús. Como siempre, el mayor escollo para aceptar lo nuevo, es la religión. Para entender a Jesús, hay que dejar de pensar como los hombres. Pensar como Dios, es dejar de ajustarse a este mundo; es transfor­marse por la renovación de la mente (San Pablo).

Pedro se siente con autoridad para reprenderlo a Jesús. Había sido felicitado y confirmado como constructor de la Iglesia. Pedro reacciona desde su lógica (poder, triunfalismo, dominación, sometimiento), pues no ha entrado aún en la lógica de Jesús (obediente, abajarse, servir, humillarse, siervo sufriente). Mucho tendrá que aprender, incluso negarlo y llorar amargamente.
¿Con qué lógica me muevo, con la de Pedro o de Jesús? ¿En qué se nota?

Ni a los fariseos ni a los letrados, ni a los sacerdotes dirige Jesús palabras tan duras como las que le dirige a Pedro. El proyecto de Pedro es la gran tentación para todo ser humano, también para Jesús. La verdadera tentación no viene de fuera, sino de dentro. Lo difícil no es vencerla, sino descubrirla, desenmascararla y tomar conciencia de que ella es la que puede arruinar nuestra propia vida.

Como Pedro, los cristianos en todas las épocas, nos hemos escandalizado de la cruz. De nada sirve ya la imagen de profeta o de Mesías victorioso; menos aún la de Hijo de Dios. Se trata ahora del “servidor” que se entrega totalmente a los demás, y así hace presente a un Dios que es amor.

Para aceptar el mensaje de este evangelio, tenemos que cambiar radicalmente nuestra imagen de Dios. El ser humano ha pretendido siempre poner a Dios a su servicio. Ese dios no existe. Negarse a sí mismo supone renunciar a toda ambición personal. El egoísmo y el individualismo quedan descartados para el que quiera seguirlo. Cargar con la cruz es aceptar que mi proyecto queda pospuesto ante el proyecto de Jesús, que mi voluntad no cuenta ante la voluntad de Jesús, que mis caminos son sus caminos, no otros.

Juan María nos dirá: en efecto, la cruz encierra todo lo que debemos saber y nos revela todo lo que debemos practicar (SVII p. 2191). Los menesianos no podemos confesar a Jesús como «Hijo del Dios Vivo», y no seguirlo en su camino hacia la cruz. Juan María nos advertirá de una gran tentación: Tengamos cuidado de no amar la cruz más que de una forma especulativa, porque no hay nada más fácil que hacernos ilusiones de ello (SVII p. 2192).

Si en la Iglesia de hoy seguimos actuando como Pedro, tendremos que oír también nosotros lo que él tuvo que oír de labios de Jesús. El seguimiento, es un distintivo del discípulo en todos los evangelios. Se trata de entrar en la dinámica espiritual que Jesús manifiesta en su vida. Es aceptar un Dios “nada-poderoso” que está dispuesto a darse totalmente y sin condiciones. Es identificarse con Jesús en su entrega total a los demás, sin buscar para sí nada que pueda oler a poder o gloria humana.


Lectura de los lazos

Jesús y sus discípulos:
El maestro es duro con Pedro cuando este se desubica, cuando quiere ocupar el lugar de Satanás y no el de discípulo. El lugar del discípulo es detrás de Maestro. Les aclara a todos que el discipulado implica negarse a sí mismo, cargar el propio proyecto, la propia voluntad y seguirlo. Los discípulos percibirán la coherencia del pedido de Jesús cuando su Maestro entregue la vida por amor.


Palabras de Juan María


Plantemos la cruz en el fondo de nuestra alma; hundámosla bien antes y con una especie de violencia en el fondo de nuestra alma, para que, por así decir, ella rompa son su pie sagrado todos los afectos terrenos, todos los sentimientos de vanagloria, de curiosidad, de codicia, de mundanidad que en ella se levantan sin cesar como a pesar nuestro.
No sepamos más que una cosa: Jesús y Jesús crucificado; que nos desprecien, que nos insulten, que nos persigan, poco importa, o mejor, debemos alegrarnos; y si Dios nos da estos días pruebas y dolores, entonces también diremos: Este es el día del Señor, alegrémonos y démosle gracias. (Retiro de la congregación de S. Méen, S VIII 2525)


Canción

Quisiera ser tu cruz – Andrea Vleeschower

Quisiera ser puente de amor,
donde tú y el hombre se encontraran,
y darlo todo, hasta la cruz
para que el mundo entienda
cuánto lo amas.

Quisiera ser puente de paz
donde aquél que busca te encontrara;
tomar del hombre su dolor
para que por tu amor se vuelva gracia.

Quisiera ser tu Cruz
donde tu corazón ardiera
y se abriera para amar,
donde sólo quede de mí
tu voluntad.

Quisiera ser puente de luz,
que en la duda te transparentara,
para que en la oscuridad
el hombre siempre encuentre tu mirada.

Quisiera ser tu corazón,
donde brota el agua y el Espíritu,
con que se pueda lavar
toda nuestra impureza y egoísmo.